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domingo, 14 diciembre 2025
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Zona del Crimen: La emboscada que silenció a un prestamista en Burere

Hace 15 años, dos hombres planearon un terrible crimen en contra de un anciano prestamista en un caserío del municipio Torres.

Quince años después, el crimen de Agustín José Mendoza Nieves (80) aún lo recuerda la población de Burere, en el municipio Torres de Lara. Era prestamista desde hace más de 20 años y siempre estaba atento a todo lo de su casa; aunque vivía con su hijo, pasaba un buen tiempo solo porque el muchacho trabajaba.

Agustín vivía de los intereses y todos los del caserío Burere sabían que él prestaba dinero. Su hijo trabajaba todo el día, los fines de semana salía de fiesta y llegaba muy tarde, pero ambos tenían un lugar «secreto» donde guardar las llaves para entrar a la casa.

El sábado 10 de julio de 2010, Agustín se quedó solo en su casa. Era de noche, el señor decidió irse a dormir, pero un par de horas después dos hombres ingresaron a la vivienda. Los criminales no tuvieron problemas para entrar a la casa porque sabían dónde estaban las llaves. Al momento de estar en el interior, se fueron directo al cuarto del hombre y no tuvieron dificultad para someterlo.

Zona del Crimen: La emboscada que silenció a un prestamista en Burere

Mientras uno lo sujetaba, el otro buscaba las franelas, pantalón, sábanas y hasta correa para poder amarrarlo de manos y pies. La víctima trataba de soltarse, pero la fuerza de los criminales era mayor. Le colocaron una tela en los ojos para tapárselos, le amarraron con fuertes nudos las manos, los tobillos y las piernas.

El prestamista con los ojos tapados no podía distinguir a los hombres que vinieron a robarle su dinero. Inmovilizado y silenciado, el abuelo fue objeto de una brutal golpiza para que dijera en qué lugar tenía escondido el dinero. El abuelo no quería hablar, sólo un delincuente se quedó en el cuarto de él, mientras que el otro hampón trataba de buscar algo de valor en la casa.

Los criminales estudiaron muy bien la zona y al abuelo, ellos sabían desde qué hora se quedaba solo y hasta la hora en la que regresaba su hijo. Fue un robo que llevó días de planificación.

Zona del Crimen: La emboscada que silenció a un prestamista en Burere

Brutal golpiza

El criminal seguía golpeando fuertemente a la víctima, al mismo tiempo que le exigía el dinero que guardaba, porque con eso iba a festejar.

Pasaron unos minutos, el hombre dejó de golpear al abuelo y comenzó a buscar el dinero por todo el cuarto. Con una linterna comenzó a alumbrar toda la casa para dar con el dinero en efectivo. En medio de su rabia por no conseguir la plata, seguía golpeando a la víctima. Recibió golpes a puño, patadas por todo el cuerpo y hasta golpes con la cacha de un cuchillo en la cabeza.

El otro delincuente estaba afuera de la casa para «cantar la zona» por si el hijo de la víctima llegaba. Desde ese punto podía escuchar los golpes y quejidos de Agustín.

Zona del Crimen: La emboscada que silenció a un prestamista en Burere

Durante casi una hora el hampón golpeó a Agustín exigiéndole el dinero. Fue cerca de la medianoche que el delincuente consiguió lo que buscaba, 700 bolívares (un equivalente a $208).

El hombre apagó la linterna y abandonó la casa, dejó la llave en el mismo lugar «secreto», corrió hasta donde estaba su compinche y le dijo que se fueran lo más rápido posible para que nadie los viera.

Ambos se subieron en la moto y se fueron de fiesta.

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Lo encuentra su hijo

Mientras que los hampones estaban en la rumba, el hijo de Agustín regresó a casa. Dio unos pasos hasta donde estaban las llaves, abrió e ingresó a la vivienda en silencio para no despertar a su papá y cuando encendió la luz encontró todo «patas pa’ arriba».

La sala era un desastre, todo estaba en el piso y entre el cuarto y el comedor observó a un hombre inmóvil y amordazado. El hombre no sabía si esa persona que estaba semidesnudo era su padre, de pie a cabeza tenía cuatro amarres distintos. En los tobillos con una franela blanca, en la rodilla con una sábana, con un pantalón le hicieron un amarre en las muñecas y otra tela le tapaba la boca, nariz y ojos.

El hijo, en medio del shock, decidió caminar hasta donde estaba esa persona y confirmó lo que temía: sí era su padre. Agustín tenía hematomas por todo el cuerpo; el hijo de inmediato supo que todo se trató de delincuentes que buscaban dinero porque sabían que Agustín era prestamista y no era un secreto, porque todo el pueblo lo sabía.

Zona del Crimen: La emboscada que silenció a un prestamista en Burere

Agustín murió asfixiado y por los golpes sufridos. Su hijo se lamentaba al ver la escena y cómo los delincuentes lo dejaron maniatado.

El robo fue confirmado por todo el desastre que hicieron para encontrar el dinero. Pero había algo más: el hijo de Agustín presumía que quien cometió el atroz crimen sabía, con detalles, que él tenía dinero en la casa y conocía cada movimiento de la familia.

Pasadas las 4:00 de la madrugada del domingo ya la casa del señor Agustín estaba full de personas, quienes lo conocieron no podían creer lo que había pasado.

Al amanecer, una comisión del Cicpc se trasladó hasta el sitio del suceso para hacer el levantamiento del cadáver e iniciar las investigaciones, como se trataba de un caserío pequeño sabían que más temprano que tarde iban a ubicar a los responsables. No pasaba un minuto que en Burere no se hablara de lo que los delincuentes le habían hecho al prestamista.

Investigación

Los funcionarios iniciaron las investigaciones y lo primero que hallaron fue un celular que dejaron los delincuentes y otros elementos de interés criminalístico. La información de que dentro de la casa habían dejado un celular comenzó a regarse por toda la comunidad, era de lo que se hablaba ese domingo.

Los vecinos no salían del asombro y hablaban que el homicida estaba entre ellos. La interrogante era quién le pudo hacer eso al prestamista. Los funcionarios presumían que el criminal estaba más cerca de lo que se imaginaban, por lo que comenzaron con los interrogatorios para poder ubicar a los responsables.

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La culpa

Uno de los criminales no pudo con la culpa y la mañana del domingo, cuando toda la comunidad estaba en revuelo por lo sucedido, en medio del llanto llamó a su otro compinche y le dijo que Agustín estaba muerto.

Además, este delincuente le informó a su madre del lío en el que estaba metido y ella le propuso que se escondiera.

Funcionarios comenzaron con el vaciado del celular para poder conectar quiénes eran los responsables. Consiguieron mensajes comprometedores y lograron identificar a uno de los culpables.

Era un joven de 27 años, quien era vecino de Agustín. Los funcionarios fueron por él, pero no lograron encontrarlo porque se estaba escondiendo. No fue sino seis días después que el Cicpc lo arrestó cuando conducía una moto gris, la misma que usó para escapar del sitio.

El segundo implicado al enterarse de la detención de su amigo, dos días después decidió entregarse ante la Fiscalía convencido de que no pasaría huyendo el resto de su vida. El hombre, de 21 años, trabajaba como ordeñador de cabras.

Huellas quedaron en la linterna y otros elemento

Las evidencias colectadas por los funcionarios fueron claves para esclarecer el homicidio del prestamista. Para ese año, se supo que las huellas dactilares de uno de los delincuentes, de 27 años de edad, quedaron plasmadas en la linterna que usó para alumbrar la casa. Los funcionarios, también lograron incautar apéndices pilosos (cabello) que lograron comprometerlo.

Según fuentes del Cicpc, en el celular que quedó en la casa los uniformados también hallaron mensajes que comprometían a los dos delincuentes. El proceso de investigación para lograr atrapar a los responsables tardó menos de una semana. Según la información conocida para ese año, todos los análisis permitieron ubicar a los dos hombres.

«La investigación de los funcionarios fue muy rápida y se supo lo que todos presumíamos, que el homicida estaba entre nosotros y era un joven», comentó un habitante de la comunidad.

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Los autores del crimen fueron sentenciados

Los dos hombres quedaron detenidos bajo el cargo de homicidio calificado y fueron enviados a la cárcel de Uribana, ahora Centro Penitenciario David Viloria.

Aunque la detención de los dos implicados fue casi que inmediata, el proceso judicial tardó algunos meses. De hecho, los familiares y conocidos del prestamista hasta protestaron para que se le diera celeridad al proceso.

Durante el veredicto, un total de nueve audiencias fueron suspendidas por falta de coordinación entre las autoridades judiciales y por el retardo en el traslado de los dos imputados. A finales de enero de 2011, los familiares protestaron de forma pacífica en las afueras de tribunales hasta que, pocos días después, se logró la justicia.

El primero de febrero de 2011, el Juzgado 12 en Funciones de Control del Circuito Judicial Penal del estado Lara, extensión Carora, dictó sentencia a los dos hombres por ser hallados culpables en el asesinato de Agustín.

Se conoció que la sentencia fue de 15 años y se mantuvieron recluidos en la antigua cárcel de Uribana. Aunque no se sabe con exactitud en qué año salieron en libertad, se dice que cumplieron la mitad de la pena. La redención de la pena permite acortar la condena a través del trabajo o el estudio.

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