Han transcurrido dos años del deslave en Las Tejerías, ocurrido el 8 y 9 de octubre de 2022 que dejó alrededor de 57 fallecidos, según cifras oficiales, pero otras estimaciones registran más de 200 víctimas. Entonces se cumplían 29 años de otra tragedia en el municipio Santos Michelena de Aragua cuando explotó el gasoducto en el kilómetro 57 de la Autopista Regional del Centro, donde murieron más de 50 personas. De nuevo vivían el horror de aquel fuego voraz, esta vez con la inclemencia del agua que casi deja tapiado a todo el pueblo.
La conmoción fue en todo el país y ese octubre de 2022, la mayoría de noticias e informaciones que circulaban eran acerca de la data de víctimas, testimonios de sobrevivientes y el esfuerzo de cuerpos de organismos de seguridad y de rescate para salvar a personas e incluso animales. Fue una noche inolvidable para quienes pudieron contar lo sucedido y les tocó empezar desde cero, teniendo una familia por proteger.
Era el desastre ocasionado por la fuerte lluvia del 8 de octubre durante tres horas, la intensidad no sólo interrumpió el sueño de estos habitantes, sino que perturbó su tranquilidad por las inundaciones. Se sintió el impacto hacia algunas partes del mar Caribe por el huracán Julia con rumbo a Nicaragua y que dejó un centenar de desaparecidos.
La fatalidad comenzó a eso de las 6:00 p.m. cuando se anunciaba la arremetida de la furia del agua con el estruendo por la crecida de la quebrada Los Patos. Luego, cuando ya dormían, la población ni se imaginaba que tal precipitación podía superar todo pronóstico y a la medianoche se unieron las crecidas de otras cuatro quebradas que terminaron arrastrando piedras, árboles y todo lo que desprendía a su paso.
El cauce había recobrado su espacio y se consiguió con casas, comercios y otras edificaciones. Entre las explicaciones de especialistas, está la de José Carrero Marquina, geomorfólogo de la Universidad de Los Andes, quien precisó que la inadecuada planificación de la ciudad y la construcción sobre cuencas y subcuencas acuíferas fueron determinantes para que sucediera la tragedia.
Fue todo un desastre, quedaron sin servicio eléctrico. Se escuchaban los llantos y gritos de desesperación de quienes sabían de la muerte de familiares junto a la incertidumbre por tratar de acelerar la búsqueda de seres queridos desaparecidos. Las pérdidas eran incalculables, además del peso del duelo porque no sólo por la muerte de seres queridos, sino porque se esfumó su patrimonio familiar.
Mientras tanto, cifras oficiales registraban 317 viviendas completamente destruidas con 717 presentando daños significativos. Pero el reporte de Cáritas señalaba 765 casas destruidas, con un estimado de 1.400 familias afectadas.
Planteles educativos también figuraban en la destrucción, el torrencial aguacero desplomó un liceo y dos escuelas. Los habitantes miraban a su alrededor y todo había quedado reducido a escombros, con comercios devastados y productores sin esperanzas de recuperar los cultivos.
El momento de emergencia requirió de un promedio de mil funcionarios en las labores de rescate, así lo afirmó Remigio Ceballos, ministro de Interior y Justicia en ese momento, quien se trasladó al sitio para constatar los daños y afirmó que «hubo un récord pluviométrico», porque cayó en un día el volumen de agua promedio de un mes de precipitaciones. La gravedad también obligó la inspección de las autoridades del Ejecutivo nacional.
Los habitantes de Las Tejerías que no resultaron afectados directamente por el deslave intentaban ayudar a sus vecinos. Pisaban los escombros, esos cúmulos de lodo o árboles enterrados, intentando poder encontrar a los desaparecidos o tratando de recuperar enseres, aparatos electrodomésticos o alguna pertenencia personal.
La dantesca escena del 28 de septiembre de 1993 en el kilómetro 57 de la Autopista Regional del Centro, justo en el tramo de Las Tejerías, también tiñó de luto el lugar cuando explotó un gasoducto por la perforación de maquinaria y las llamas consumieron a más de 50 personas. Varios vehículos quedaron atrapados en el incendio en la vía.
La máquina de la empresa Abengoa realizaba excavaciones para instalar los cables de fibra óptica, se ajustaban al internet en Venezuela. La topadora rozó accidentalmente el gasoducto y fue una explosión con una onda expansiva de unos 300 metros, con llamas de hasta 50 metros de altura.
Periodistas que cubrieron la noticia, para 2020 aún mostraban su asombro por la crudeza del sitio en llamas, vehículos destruidos y por ver esas vidas reducidas a cenizas. Santiago Gutiérrez, de Venevisión, recuerda que fueron al instante a bordo del helicóptero de Gustavo Cisneros buscando dar «el tubazo» y lograron imágenes aéreas que daban mayor impacto.
«Lo que más me afectó fue al ver a la unidad de transporte hacia Caracas – Maracay, justo en la puerta trasera estaban apiladas ocho calaveras, restos de ocho personas», decía e imaginándose esos segundos de desesperación intentando salir del autobús.
Tampoco comprendía lo insólito de que el operador de la máquina implicada accidentalmente sólo sufrió quemaduras de segundo grado, porque el chorro de gas salió disparado hacia el otro extremo de donde él se encontraba y alcanzó a los vehículos.
«Fue una escena dantesca, al ver cuerpos tan reducidos carbonizados», señaló la periodista Yasmín Velasco, consciente del riesgo que le advertían los funcionarios de rescate al permanecer en el área buscando información y con el peligro de otra explosión.
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