La noche del 11 de mayo de 1986 reinó el silencio en el barrio El Triunfo, al oeste de Barquisimeto. El crimen de José Antonio Alvarado Pineda, un estudiante del último año de agronomía, causó confusión en esta populosa barriada de la ciudad crepuscular.
Alvarado, de 21 años de edad, estaba lleno de sueños y esperanzas, pero esa noche la delincuencia acabó con la idea de un futuro prometedor para este joven. El muchacho recibió un impacto de bala en la región intercostal izquierda que le provocó la muerte de forma inmediata. Lo que ocurrió luego fue muy confuso, debido a que uno de los jóvenes que residía cerca salió de la casa apenas escuchó las detonaciones y al tratar de ayudar a José Antonio, también resultó herido.
Luis Castillo, de 18 años, presentó dos heridas por arma de fuego en el abdomen y muslo izquierdo, y cuando el tiroteo cesó la familia de Castillo lo montó en un carro y se lo llevaron a la Emergencia del Hospital Central Antonio María Pineda.
Eran pasadas las 10:00 de la noche de ese domingo, la madre de José Antonio escuchó las detonaciones, pero fue minutos más tarde que supo que su hijo estaba involucrado en el suceso.
Al recorrer al menos 150 metros, logró ver a lo lejos el cuerpo de su hijo en el suelo, sumergida en el dolor apresuró su paso y confirmó lo que tanto temía, era su muchacho a quien le habían arrebatado la vida.
El dolor invadió a toda la familia de José Antonio, no sabían qué pudo pasar y por qué lo habían asesinado. Las personas que estaban en los alrededores sólo podían consolar a los padres de José Antonio.
Un crimen confuso
Para los padres de José Antonio todo era muy confuso. Esa noche, la mamá comentó a funcionarios de los cuerpos de seguridad que su hijo le había pedido dinero para ir a una bodega pequeña, que estaba a unos 100 metros de su casa porque quería tomarse un refresco.
La mamá le dio los bolívares a José Antonio y él salió de la vivienda, pero a los pocos minutos se escucharon unas detonaciones.
En 17 años que tenían viviendo en el barrio, la madre no supo que José Antonio tuviese problemas con algunas personas en el sector, como para que su muerte haya ocurrido por un posible ajuste de cuentas o rencillas viejas.
Al sitio del suceso llegó una comisión de la antigua Policía Técnica Judicial (PTJ), ahora Cicpc, los detectives hicieron las experticias correspondientes e interrogaron a los familiares, quienes aseguraron no saber qué había pasado.
Para ellos, el testigo clave era el otro joven, Luis Castillo, quien resultó herido por ser uno de los primeros que salió hasta la calle a ver qué pasaba.
Los funcionarios hicieron la planimetría en la escena y colectaron algunas evidencias, para así trasladar el cadáver a la morgue del Hospital Central de Barquisimeto, lugar en el que le practicarían la autopsia.
El Triunfo, que años anteriores era una zona tranquila, se convirtió en un cementerio de sueños rotos. Los vecinos, atemorizados y desconcertados, comenzaron a encerrarse a tempranas horas de la tarde en sus casas por temor a perder la vida en una línea de fuego, tal como ocurrió con el joven estudiante. Poco a poco, las calles que solían ser muy concurridas se fueron vaciando en horas de la noche y el silencio sepulcral era lo que prevalecía.
Aunque los funcionarios trataron de buscar a testigos para esclarecer el homicidio, no lograron conseguir información que les diera una pista. Los habitantes se negaron a hablar por temor a represalias.
Los funcionarios de la «PTJ» debieron iniciar las investigaciones casi desde cero, ya que era poco lo que las personas de la comunidad querían hablar sobre el homicidio.
El trabajo de los funcionarios fue comenzar a rondar por la comunidad a diferentes horas del día y la noche para poder tratar de ubicar a los responsables del crimen, eran muchas las hipótesis que tenían, pero la que cobraba más fuerza es que quizás al joven estudiante de agronomía intentaron robarlo y fue cuando le dispararon.
¿Quién lo mató?
La presión de los habitantes de El Triunfo y la conmoción que causó el caso hizo que los funcionarios continuaran con las investigaciones.
Dos días después del crimen, el joven que resultó herido habló. El muchacho contó que esa noche estaba viendo televisión junto a su familia, cuando los disparos lo interrumpieron, una tía salió a ver qué pasaba y observó cómo el cuerpo del muchacho estaba tirado en la calle de tierra.
Al escuchar que estaba herido él salió a tratar de ayudarlo, contó que aún le sentía respiración, estaba vivo y por eso trató de ayudarlo, pero nada pudo hacer porque de una esquina un hombre armado le disparó en la pierna derecha, como pudo se metió a la casa para pedir ayuda.
En ese momento, habitantes aseguraron que si Luis no se hubiese refugiado en su casa, también lo fueran matado.