Jennifer Orozco | La Prensa.- Fue a visitar a su bebé, pero unos pistoleros lo cazaron. Apenas vieron que el hombre estaba solo y distraído le llegaron. Gilberto Rafael Maíz Vizcaíno corrió, pero una bala lo alcanzó. El cuerpo de este hombre de 39 años quedó en la quebrada de San Francisco, a la altura del barrio Brisas del Mayorista.
Gilberto llegó a casa de la madre de su pequeño hijo de un mes de nacido el miércoles a las 4:00 de la tarde. El hombre le llevaba algunas cosas de comer a la señora y artículos de aseo personal para su bebé.
Luego de cargar un rato al niño, se comió dos arepas que le preparó la dama y agarró una sábana para acostarse en la parte de atrás del rancho, en un piso de cemento que hay allí.
La mujer al ver que Gilberto estaba dormido, prendió el televisor lo que hizo que el bebé empezara a llorar, así que ella comenzó a darle pecho.
Cuando llevaba dos minutos alimentando al pequeño, la mujer sintió el caminar de unas personas y luego escuchó unas voces de hombres. “¿Qué te pasa a ti, chico, qué quieres?”, preguntó con voz alta Gilberto, quien supuestamente estaba discutiendo con esas personas que ella había percibido.
La madre salió corriendo con el bebé en brazos para pedir ayuda, pues no sabía con quién peleaba. En un abrir y cerrar de ojos, la mujer vio al papá de su hijo correr hacia la calle y los hombres, con armas en mano, lo perseguían.
Gilberto saltó hacia la quebrada y fue cuando la señora escuchó par de plomazos. Los agresores salieron por la calle y se fueron como si nada y de Gilberto poco supieron. La dama se asomó hacia la quebrada y no vio a Gilberto. Buscó auxilio entre sus vecinos, quienes la ayudaron a buscar por los alrededores del barrio, pero no lo encontraron.
“Yo pensé que había escapado de los tiros y que estaba en su casa en San Francisco. Él es casado y vive con una señora allá”, declaró la mujer.
Gilberto no apareció en toda la noche y el teléfono lo tenía apagado. La madre de su hijo pensó que estaba herido, pero a salvo en su casa o en algún centro asistencial, así que se fue a dormir en el rancho de una amiga, para no pasar la noche sola. Ella dejó su teléfono encendido esperando que Gilberto la llamara, pero al amanecer no tenía pista del hombre.
La mujer volvió a su rancho y se asomó de nuevo. Un aguacero había caído y el nivel del agua de la quebrada subió, arrastrando mucho monte.
La mujer con ayuda de uno de sus vecinos volvió a bajar a la quebrada y al bajar el nivel del agua, vio un cuerpo, justo detrás de su rancho. Era Gilberto. Al parecer el monte y la basura habían ocultado el cuerpo.
Estaba bocarriba sobre una gran piedra. Tenía una herida de bala en el pecho. Vestía un jean marrón y una chemise blanca y morada. Se le podía ver en los bolsillos su teléfono celular, cartera y cigarros.
Se presume que hayan sido enemigos quienes lo fueron a atacar y cobrar venganza.
Gilberto vendía arepas en el Mercado Mayorista y a veces cebollas. Era de Pozuelos, estado Anzoátegui, pero dicen que vivía aquí desde hace 10 años. Allá dejó tres hijos, además del actual bebé de un mes. Tenía un antecedente por droga.