Gandola mata a hombre en seco

Anaís Mendoza | LA PRENSA.- Tratar de pasar la Auto­pista Cimarrón Andreso­te a la altura del sector Piedras Blancas le costó la vida a un hombre que fue arrollado ayer a las 7:00 de la mañana.

Según la información que dieron algunos resi­dentes de la zona, el se­ñor es un supuesto indi­gente que se la pasaba ca­minando por la peligrosa autopista en la salida de Barquisimeto.

En cuanto a cómo fue arrollado detallaron que el señor estaba sentado en la isla que divide a las vías.

El hombre intentó cru­zar la vía, pero una gan­dola cargada con caña de azúcar que iba sentido Barquisimeto Yaritagua, lo arrolló. Al parecer el conductor maniobró para tratar de esquivarlo, pero del lado derecho de la vía iban pasando en fila unos niños que se dirigí­an a una escuela de la co­munidad de Piedra Ver­de.

Detallan que el señor se lanzó para pasar, por eso el chofer lo esquivó la primera vez, pero en esa maniobra casi arrolla a los niños, por lo que vol­vió a girar hacia el lado izquierdo y en cuestión de segundos se llevó por delante al hombre.

Al parecer lo golpeó con la parte delantera de la gandola justo en la sien. El señor dio varias vuel­tas en el piso y el vehícu­lo siguió su marcha.

“Ese señor como que era de Yacural, algunas veces se la pasaba cami­nando por aquí, la otra semana también un ca­rro se lo lleva, pero él no le paraba a eso”, decía una señora que reside por el lugar.

El hombre de aproxima­damente 55 años, quedó tendido en el pavimento bocabajo; un gran charco de sangre había debajo de él. Era de piel morena, contextura delgada y mi­de casi 1, 68 estatura.Vestía una camisa blan­ca, un pantalón deportivo de color azul con rayas y unos zapatos deportivos. Todos los testigos indica­ron que el hombre era un indigente. Hasta el cierre de esta edición ninguna persona había ido a reco­nocer el cuerpo del señor hasta la morgue del Hos­pital Central.

Se quejan

Varios residentes de la comunicad Piedra Verde exigieron al gobierno re­gional que les constru­yan una pasarela debido a que los chamos, tienen que pasar la peligrosa au­topista cuando van a la escuela.