Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- «La naturaleza está triste porque se fue una bella persona», exclamaba mirando hacia el cielo nublado y con los ojos aguarapados Oswaldo Morales, padre de la adolescente de 17 años asesinada de un tiro en la cabeza durante la noche del pasado domingo en el sector Ciudad Bendita, de El Garabatal. Un hecho que ocurrió ante la mirada de un grupo de personas que compartían, pero ninguno intentó frenar ese lamentable crimen.
Al mirar a su nieta de 4 meses y siendo el único fruto que le dejó su hija, imploraba justicia y la detención del presunto asesino, a quien identifican como Freiyan Guillén, alias «Daddy Yankee». Un joven violento que tenía dos meses de haber regresado de Colombia y aún acostumbraba a intimidar a los vecinos y hasta en ocasiones andar de «gatillo alegre» disparando al aire en momentos de alegría o ira. Desmintió la información difundida en algunos medios, que presumían que el esposo de la víctima, Dennis Montero, era el responsable del asesinato.
Montero también se encontraba en la morgue a la espera del cuerpo de la adolescente y con quien vivía en concubinato. Solo tuvo que presentarse ante averiguaciones del Cicpc y confirmar los hechos en calidad de testigo, porque vio cuando el sujeto le disparó a la víctima desde lo alto de un árbol, desde donde vigilaba a su compañera. Ella iba a llevarle una ración de comida preparada a la madre del victimario, quien es manzanera del consejo comunal «Gran poder de Dios. Ciudad Bendita».
«Mi bebé, mi bebé», fueron las últimas palabras que escuchó de su esposa. Ella cargaba a la niña en brazos mientras discutía con su agresor y este le apuntó a la cabeza. Le dispara y ella cae lentamente, pudo más su instinto maternal que mantuvo a su bebé en el pecho y la pequeña quedó ensangrentada.
Cuando el esposo y el hermano de la menor reviven ese momento, sueltan el llanto. Montero corrió a avisar a su suegra y es allí cuando su cuñado sale corriendo desesperado. «No lo creíamos, hasta que la vimos en el charco de sangre», señala un hermano de la víctima. Él se topó de frente con el asesino y hasta tuvo el descaro de apuntarlo mientras admitía «¡sí, la maté. Sí, la maté!», pero se le encasquilló el arma y se echó a correr. Solo pensaron en auxiliar a la chica, pero lamentan que el resto de personas que compartían entre tragos ni siquiera se movió a tratar de impedir la fuga del criminal.
Verla allí y aferrada a su hija, es una imagen imborrable para la familia de la víctima. El esposo la toma cargada y la llevan de inmediato al hospital de La Carucieña, por ser el centro más cercano, pero no le brindaron atención. Sintió que el tiempo no alcanzaría para devolverse hasta el punto de control de la PNB en El Garabatal y allí pidió el apoyo a los funcionarios policiales para el traslado al Hospital Central Antonio María Pineda. Fueron llevados, pero lamentablemente el proyectil causó graves daños que ocasionaron la muerte de la adolescente.
Todo transcurrió tan rápido, así lo sintió el hermano de la joven, al lamentar que tuvo la oportunidad de hacerle frente al asesino, pero sentía que podían salvarle la vida a su hermana menor. «Ese domingo ella estaba muy alegre y hasta intentó comerse una ración de torta que yo había comprado», recordó de lo que sería la última vez.
Su esposo también confirmó que ese día a ella hasta le dio por cantar una de las canciones que él siempre le dedicaba. «¡Hasta cocinó la cena y le quedó bien sabrosa!», dice con nostalgia, porque él acostumbraba preparar la cena, pero en esa oportunidad ella lo sorprendió con una pasta y con una salsa bien sazonada. No imaginaba que iba a ser la última cena juntos.
La PNB se desplegó por la zona, pero el sujeto ya había escapado.