domingo, 24 noviembre 2024
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Santo Domingo en punto de quiebre

Isabella Delgado | LA PRENSA.- Un talud propenso a deslizar­se por filtraciones, el final de dos drenajes y un río con cauce desviado por un vertedero ile­gal. El agua es el común deno­minador de las tres amenazas de Santo Domingo. Es el fan­tasma de las mil 800 familias que viven con el miedo de quien sabe que todo lo que ha construido puede ser arrasado.

La ubicación de Santo Do­mingo es clave en su riesgo. Es la única comunidad del suro­este de Barquisimeto que está rodeada por un lado por la ave­nida Ribereña, en su primera curvatura luego de El Garaba­tal, y por el río Turbio que la abraza en su parte baja. En el límite con el río está uno de los elementos de riesgo directo.

El espacio por donde hace dé­cadas corría el Turbio a sus an­chas ahora hay un vertedero ilegal de escombros, basura y carros picados. Hace tres años, cuando La Prensa hizo la pri­mera reseña de este problema, hasta 30 camiones tipo Volteo descargaban sus desechos en el río. Las montañas de desper­dicios superaban los 4 metros de altura. Algunos vecinos del sector Villa Nazareno, conti­guo a Santo Domingo, presta­ban sus patios que dan al río para facilitar la descarga a los camioneros y así ganar espacio en sus terrenos con el relleno.

Vecinos aseguraron que todo ocurría bajo la mirada silente de funcionarios de la Guardia Nacional, quienes cobraran a los camioneros una ‘vacuna‘ para dejarlos accionar. Desde hace un año la comunidad in­tenta detener la práctica y han logrado minimizarla, pero las montañas de escombros aún superan los tres metros de al­tura.

“Yo misma fui al Ministerio del Ambiente hace tres años a hacer la denuncia. Tengo los documentos que lo prueban. Pero nunca vinieron ni a ver”, comenta Clara Colina, vocera de la comunidad.

“Hace más de 5 años, mucho antes que es­to estuviese así, el ministerio construyó unos gaviones para proteger la comunidad. Esos ya ni se ven de todos los es­combros que han tirado”, acota Samir Rodríguez, otro vocero.

De acuerdo a Protección Ci­vil, toda obstaculización en el cauce de un río tiene efectos negativos. En una crecida el agua puede reclamar su lugar y al chocar con un elemento que no pertenece al ecosistema, puede cambiar su cauce de for­ma abrupta y causar destrozos.

“Si aquí el río crece y se en­cuentra con esos escombros, lo que le pase a las mil 800 fami­lias que aquí viven es respon­sabilidad del Ministerio del Ambiente”, aseveró Colina. Se intentó consultar a autori­dades del Ministerio de Am­biente, Ecosocialismo y Agua cobre el tema, al igual que a Guardería Ambiental, pero no quisieron hacer comentarios.

Drenajes y deslizamiento

Santo Domingo además es el punto final de dos drenajes construidos en función de la avenida Ribereña. Uno recoge el agua proveniente de El Ga­rabatal y el otro recibe las de la propia avenida y de parte de San Vicente, comunidad ubi­cada entre la avenida Fuerzas Armadas y la Ribereña. Al llo­ver, estos drenajes colapsan y pueden causar anegaciones, como lo hicieron el pasado 2 de noviembre, cuando 12 fami­lias quedaron damnificadas.

A Santo Domingo le cae el agua de los drenajes, por eso siempre se colapsa el punto ba­jo, así como donde está el esta­dio y la escuela. Por ahí el agua corría sin ningún problema y llegaba al Turbio”, apunta el vi­cepresidente del Colegio de In­genieros, Julio Gutiérrez.

En el estudio microzonifica­ción sísmica de Iribarren, esta comunidad está determinada como zona inestable y propen­sa a deslizamiento por filtra­ciones. Gutiérrez asegura que la estabilidad de las viviendas se ve aún más comprometida por los cortes de 90º hechos en el talud para construir casas o ranchos. Explica que en terre­nos arcillosos como el de San­to Domingo y comunidades aledañas solo se puede hacer cortes 45º, previo estudio. Con este tipo de cortes, el terreno es menos vulnerable a desliza­mientos. “Cortar a 90º es como si le quitaran los dedos de los pies a una persona. Si le dan un empujón se puede caer”.

En el sector Santo Domingo 2, la cuesta entre la parte baja y la Ribereña, han hechos cortes de 90º sin regulación de nin­gún ente gubernamental. Es el mismo lugar donde ocurrieron las anegaciones el 2 de no­viembre. Ese día los daños fue­ron causado tanto por el agua que bajó como cascada desde la Ribereña como por la inesta­bilidad del terreno.

Vecinos dicen estar cons­cientes del peligro que los ace­cha por todos los flancos, pero aseguran que no tienen a dón­de ir. Unos rezan para que no llueva fuerte, otros tratan de no pensar el peligro. Pero la ver­dad es que todos están a ex­pensas del agua.

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