Osman Rojas | LA PRENSA.- Al menos una vez por semana Antonio Torres, hombre de 48 años que se dedica a la siembra de maíz, consigue parte de su cosecha arrancada. Aunque Torres monta guardia a ratos en el día y en las noches, no ha conseguido evitar que los ladrones entren y hagan de las suyas.
“Me están arrancando la cosecha y me voy a quedar sin maíz si esto sigue así”, lamenta el señor mientras explica que “siempre ha habido gente que entraba y se llevaba dos o tres hilos de maíz, pero ahora son hectáreas las que están arrancando”, añade.
Parecida es la historia de Juan Carlos Piña, productor de la zona norte, quien asegura que ahora las ovejas (que entran a los maizales y se comen las cosechas) no son su principal preocupación porque son los delincuentes los que están acabando con el maíz.
“Mi esposa me pregunta qué tanto hago en el conuco y yo le explico, pero no entiende que la gente espera a que uno dé la espalda para arrancar el maíz, aunque no esté listo para el consumo”, resalta Piña.
Carlos Andrés Díaz, presidente de la Confederación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Venezuela (Confagan) afirma estar al tanto de la situación y se mostró preocupado, pues, a su juicio, el hambre que hay en Venezuela lleva a muchas personas a robar para matar el hambre.
“El problema es que ahora mismo hay hambre y no hay comida. La gente está desesperada buscando los alimentos y eso influye en que los robos a maizales se disparen. Actualmente un kilo de maíz vale mil 200 bolívares y harina no hay para comer”, relató Díaz.
El presidente de Confagan asegura que tanto la Guardia Nacional como la Policía Nacional Bolivariana tienen conocimiento del “aplique” en el que viven los productores y por eso hace un llamado para que se refuerce la seguridad en los campos.
“Nosotros queremos trabajar con ellos, pero queremos que ellos sean una solución y no un problema. Los guardias deben prestarle atención a los productores para evitar que las cosechas sean despilfarradas y dañadas por delincuentes”, concluyó Díaz.
Jorge Castro, sociólogo, coincide con Díaz en que el hambre está haciendo estragos en la población y asegura que patrones de conducta como los que se están viendo son indicio de un país en crisis.
“Robar comida es muestra de desesperación y pobreza extrema, a eso nos llevó este gobierno”, sentencia Castro.