Lo que en la actualidad parece normal en las calles, escuelas y hogares preocupa a conocedores de la conducta humana y a docentes, quienes alertan que la sociedad está cambiando hacia la falta de valores y de respeto a los demás, sin que las personas parezcan darse cuenta.
De acuerdo con el Estudio de Cultura Cívica 2024 del Centro de Investigaciones Sociales UCAB, el 71% de los venezolanos reconoce haber cometido alguna acción que atenta contra la convivencia en el último año, pero sólo el 19% se arrepiente de ello.


Ender Mendoza, especialista en conductas humanas, advierte que “la tolerancia a lo incorrecto se ha vuelto un valor de supervivencia. Lo que antes era sancionado moralmente, ahora pasa inadvertido. Adelantarse en una fila, irrespetar las normas de tránsito o lanzar basura en la calle ya no despierta el rechazo colectivo, y eso perjudica la estructura misma de la ciudadanía”.
Mendoza afirmó que ciertas personas tratan de repetir patrones por moda, sin tomar en cuenta la frase del filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien dijo: “Mi libertad termina donde comienza la libertad de los demás”, y actúan en perjuicio de otros. Es una deformación de los patrones sociales, aún cuando tal conducta vaya en contra de la normativa vigente en Lara, tal como colocar música a todo volumen en horas de descanso, transitar con motos y bicicletas por las aceras, usar espacios públicos como baños y otras conductas incorrectas.
El costumbrista larense, Iván Brito, dijo que “en Venezuela, la convivencia estuvo marcada por un código no escrito de respeto al vecino, al espacio común, a la palabra empeñada.
Pero desde hace un tiempo con los cambios sociopolíticos del país, esos códigos empezaron a romperse. Hoy vemos a niños y adolescentes creciendo sin referencias claras de lo que es el respeto ciudadano, y la escuela no siempre logra llenar ese vacío”, comentó.


Datos del Informe Nacional de Ciudadanía 2023 del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social reflejan que el 62% de los venezolanos cree que incumplir reglas menores no tiene consecuencias reales, mientras que el 47% considera que las normas están hechas para romperse cuando conviene.
La profesora Jeisamar Silva, especialista en ciencias sociales, asegura que en la educación pública del país, en las aulas, todo pareciera normal, pero no lo es. Aunque los estudiantes cumplen horarios y actividades, “se observa el desinterés por el bien común, la mínima disposición a resolver conflictos por el diálogo y la normalización de actitudes irrespetuosas hacia los demás”.
Silva subraya que el fenómeno es progresivo: “No se trata sólo de grandes delitos, sino de microconductas cotidianas que sumadas generan un ambiente hostil. El peligro es que al volverse rutina, dejan de generar rechazo social y pasan a ser parte del paisaje”.
En un recorrido por el centro de Barquisimeto, ciudadanos expresaron que hace falta propiciar la educación ciudadana y dejar de achacar la culpa a la escuela, cuando es en el hogar donde las normas de conducta se forman y fortalecen.
Los especialistas consultados insisten en que la “solución debe comenzar por la educación y la recuperación de valores, que no es un problema exclusivo del Estado o de las leyes, sino de todos, y que la convivencia se construye en la calle, la casa y la escuela con el acompañamiento de los padres”.