La producción del suero antiofídico es todo un proceso complejo y costoso que deja a Venezuela en desventaja en comparación con otros países, como Colombia, Brasil y República Dominicana, entre otros. Una preocupación de expertos en torno a las mayores deficiencias es aquel antídoto coral que afecta la asistencia inmediata en casos de mordeduras de serpientes, considerando un estimado de ocho mil pacientes anuales.
Recalcan que las zonas rurales son las más propensas a que los habitantes estén más en riesgo de emponzoñamiento ofídico, aunque hay casos en las ciudades a consecuencia de que las personas las sacan de su hábitat para tenerlas como mascotas y después se escapan del cautiverio. Las especies más comunes son mapanare (Bothrops), cascabel (Crotalus) y coral, pero es relativo al ambiente, de acuerdo con una temperatura favorable a cada especie.
Hasta 80% de posibilidades recae en los campos, lo cual lamenta Luis Contreras, capitán de bomberos marinos, por tratarse de personas de escasos recursos económicos, donde la atención primaria suele ser a destiempo debido a las dificultades de traslado desde los municipios foráneos. «Se trata de un problema mundial, por las limitaciones del suero antiofídico, debido a lo costoso que es. La mayoría de la responsabilidad en Venezuela recae en el laboratorio de la Universidad Central de Venezuela (UCV)», lo que justifica el precio tan elevado de un kit (de cinco ampollas) en $1.000 y el anticoral hasta en $5.000.
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También precisa que se trata de una industria que se debate en el dilema entre sacar mejor provecho al veneno para producir medicamentos y cosméticos, o producir el antídoto, debido a la demanda que pueda tener.
La elaboración del suero antiofídico requiere mantener caballos de paso a los cuales se les inocula el veneno para que generen anticuerpos capaces de bloquear las toxinas, que son el componente principal del suero antiofídico. Luego se separan la sangre y el plasma, y ese concentrado regresa al caballo. Otro factor es el costo de mantener las serpientes en cautiverio, criar suficientes ratas blancas para su alimentación y la adquisición de productos químicos importados para la producción. Estas son las principales trabas para lograr consolidar una producción masiva y que el precio sea más accesible.
Técnicas para la producción de suero antiofídico
Édgar Arroyo, miembro de Inparques y experto en serpientes, confirma tal situación y explica que la mayoría de registros de mordeduras provienen de mapanares, las cuales son muy nerviosas y agresivas, pero al igual que la cascabel suelen tener más capacidad para producir veneno. Esto se debe a su anatomía gruesa y suelen ser más pesadas, mientras que la coral es más pequeña, pero su toxicidad es mayor, suelen ser más dóciles —sin desestimar que puedan ser agresivas— y en la mayoría de los casos muerden por una errada manipulación.
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No existe una medida estándar en cuanto a la producción de veneno, pero al comparar entre esas tres serpientes más comunes, se sabe que los colmillos de las mapanares y cascabeles miden entre 3 a 4 centímetros, además que las más pequeñas por lo general no miden menos de 35 centímetros de largo. En cambio, las corales son más pequeñas y sus colmillos suelen medir entre 2 a 3 milímetros.
El ordeño del veneno es otro proceso que depende de la adecuada manipulación y la pericia de los encargados. Usan recipientes herméticos que disponen de ventosas para que las serpientes tengan la sensación de estar mordiendo una presa. Allí su cerebro empieza a realizar el proceso, se le sujeta por la punta trasera de la mandíbula. Es rápido, pero se debe evitar estresar a la víbora y el nerviosismo se controla con suaves masajes.
Con el dominio de la técnica se inocula gran cantidad de veneno al caballo, útil para la producción del antídoto. La serpiente debe tener un lapso de descanso, tras comer y disponerse a generar más veneno. Se necesitan hasta 50 corales para poder inocular un caballo.