Las industrias venezolanas tienen el deber de buscar la sostenibilidad cambiando el modelo obsoleto de fabricación, que consiste en extraer de la naturaleza la materia prima, producir y generar toneladas de desechos sin medir el impacto ambiental, a transitar por un modelo que aproveche los desechos como un negocio.
Reutilizar, reciclar, recuperar, renovar y hasta compartir los residuos sólidos entre organizaciones está siendo una exigencia para poder exportar productos y servicios a mercados de Latinoamérica y Europa. Así lo indicó Estela Hidalgo, gerente de Proyectos Especiales y Relaciones Internacionales de Conindustria.
Ese proceso de generar el menor impacto ambiental posible se conoce como «economía circular», y en Venezuela hay todo un movimiento reciente que busca crear conciencia en el sector privado y entre estudiantes universitarios.
En el año 2020, la UCLA abrió la cátedra electiva de Economía Circular en la carrera de economía, y desde abril 2024, la Unión Europea en alianza con Conindustria desarrollan en el país el Programa AL Invest Verde, para promover el crecimiento sostenible de las pequeñas y medianas industrias (Pyme), y aumentar la creación de empleos en Latinoamérica.
El objetivo es capacitar a 250 industrias venezolanas en un período de dos años, de las cuales 50 obtendrán financiamiento para ejecutar un proyecto en el país y obtener una certificación verde.
«La incorporación de la economía circular en el modelo de negocios hace que las empresas sean más rentables y competitivas. Reutilizar o procesar residuos para incorporarlos como insumos en la producción reduce consumos de servicios, de combustibles, de energía. Todo eso hace que la empresa disminuya sus costos y sea más rentable y competitiva, porque el mercado cada vez es más exigente con la adquisición de productos y servicios que provengan de empresas que sean responsables con la recuperación del ambiente», recalcó Estela Hidalgo.
Hasta países como Colombia ya tienen requerimientos de normas financieras en materia ambiental para permitir comercializar productos en su mercado. Y la Unión Europea, desde 2019, adoptó el Pacto Verde Europeo para hacer frente al cambio climático y a la degradación progresiva del ambiente.
En el que piden que tanto el proceso de transformación de la materia prima, el almacenamiento, el transporte, la comercialización final y hasta el uso que el consumidor le da al envase o envoltorio del producto que adquiera tenga un uso ecológico.
Europa se ha vuelto más exigente para permitir el ingreso de mercancía agrícola y forestal desde Latinoamérica u otros continentes. Velan porque esa manufactura forestal exportada no sea consecuencia de la tala y quema indiscriminada. Que en el cultivo de productos agrícolas se limite el uso de fertilizantes artificiales, herbicidas y plaguicidas.
Además que haya prácticas de agricultura regenerativa para no dañar los suelos. En cuanto a la ganadería, piden que se aplique prácticas como el libre pastoreo, y en la avicultura, vigilan que no se use hormonas, y que el uso de antibióticos sólo se utilice cuando sea necesario para la salud del animal.
Aunque en Venezuela el concepto de economía circular parece nuevo, si se compara con Estados Unidos o Europa que tiene medio siglo implementado. Concetta Esposito, economista y profesora del Decanato de Ciencias Económicas y Empresariales de la UCLA, reveló que en el país y sobre todo en Lara hay industrias que tienen desde 1960 reciclando, reutilizando y reduciendo la cantidad de desechos en el ambiente.
Un ejemplo en el estado es la empresa Covencaucho y su aliada Recológica. Ambas se encargan de recolectar más de 1.200 toneladas de neumáticos viejos al año para fabricar nuevos caucho macizos o toda una gama de productos, como bandas de gomas, plantillas de frenos, asfalto, alfombras para parques y gimnasios, entre otros.
En su portal web, Recológica indica que un caucho puede tardar un promedio de mil años en descomponerse, por eso lo transforman para darle una nueva utilidad, al triturarlos, recuperar su acero y material textil, con el que posteriormente crean grama artificial para estadios de fútbol, adoquines ecológicos y hasta mantos de asfalto.
En la investigación realizada por la economista, Concetta Esposito, para desarrollar la materia economía circular en la UCLA, determinó que otra industria que utiliza prácticas de sostenibilidad es Convaca. «Todos los desechos sólidos que esta empresa genera al fabricar alimento de ganado, cerdos y aves, como cajas, bolsas, sacos, lo vende a otra empresa que se encarga de procesarlos y reutilizarlos», comentó.
Informó que la empresa Maderas Ecológicas Industriales fabrica madera plástica. Eso lo hace transformando los residuos de plástico desechados y convirtiéndolos en mobiliario. Hacen desde camas, sillas, contenedores hasta armarios con material resistente.
Destaca el trabajo de la Duncan que lleva décadas fabricando baterías para automóviles, utilizando las baterías viejas que llevan sus clientes. Asimismo, menciona a Rollerdoors que reutiliza todos los desechos generados tras fabricar puertas de metal. También hay empresas recuperadoras que se dedican a recolectar plástico y papel que las personas botan y luego lo venden a otras organizaciones como, por ejemplo, aquellas que logran fabricar hilos de plástico y fabricar prendas de vestir, guiándose por iniciativas que han tenido éxito comercial en países como Colombia.
«En Venezuela la empresa privada es la que tiene ese nivel de conciencia y está aplicando la economía circular, porque se dieron cuenta que es una fuente de ingreso y porque permite generar nuevas oportunidades de empleos en la economía», explicó Esposito.
Estela Hidalgo, gerente de Conindustria, informó que a través del programa AL-Invest Verde, que financia la Unión Europea, desde abril 2024, se han capacitado a gerentes de 50 Pymes. Y a través de la página web: conintranet.com/coninverde.php se han inscrito 50 empresas adicionales que buscan el sello verde.
El proyecto tiene cuatro fases, la primera es la de diagnóstico para saber el estatus de cada empresa y qué oportunidades de mejora tiene en sus procesos productivos.
La segunda fase es la de capacitación, donde por el monto de 20 euros dos personas de la empresa pueden formarse sobre economía circular. La tercera fase es asistencia técnica, de la mano de un experto europeo. Las empresas que lleguen a esta etapa pueden desarrollar un proyecto y reciben el 80% del financiamiento de la Unión Europea para ejecutarlo. Finalmente, sólo 50 empresas podrán obtener el sello verde en un promedio de dos años.
Joel Segura, presidente de Fedecámaras Lara y director de la Cámara de Industriales regional, informó que Conindustria busca empresas con potencial en economía circular en Caracas y en Aragua, Carabobo y Lara.
Ese diagnóstico en este estado se realiza a través de Cilara. «A nivel regional, hay muchas industrias de plástico y metal que tienen capacidad para desarrollar mecanismos de sostenibilidad y cuidado al ambiente. También un ejemplo es un central azucarero, porque el bagazo cuando se procesa la caña de azúcar se utiliza en las calderas que generan vapor y electricidad. La ceniza de ese bagazo sirve para producir fertilizantes biológicos, la melaza la compran otras empresas para producir bebidas alcohólicas destiladas, como el ron», comunicó.
Considera que en la medida en que en el país haya empresas con certificación verde, se abre un nicho de oportunidades para la creación de nuevas compañías que ven en el sector del reciclaje y la transformación de desechos la oportunidad para generar ingresos. «Esto también permite abrir la imaginación de emprendedores que desarrollen modelos de negocios pensando en el ambiente, porque la población debe responsabilizarse por cuidar los recursos naturales de las generaciones futuras», opinó.
La economista, Concetta Esposito, considera que las empresas venezolanas que han desarrollado su modelo de producción en economía circular, deberían recibir incentivos, como la exoneración de algunos impuestos o disminución de algunas alícuotas. Es una manera de inspirar a otras organizaciones a sumarse a ejecutar prácticas de fabricación amigables con el ambiente.
Igualmente cree que debe haber un mayor reconocimiento al trabajo que hacen familias que se dedican a hurgar en la basura para obtener materiales que se pueden reciclar y venderlo a las empresas.
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