Agencias | LA PRENSA DE LARA.- Con la desesperación desbordada, decenas de migrantes, niñ;os y adultos, se lanzaron este miércoles al río Bravo en Matamoros, Tamaulipas, para entregarse a las autoridades estadounidenses y buscar que se les permita quedarse en el país.
Dicha situación provocó la movilización de los cuerpos de seguridad de ese país para detenerlos al momento de llegar a su territorio.
Con colchones inflables y algunos salvavidas, mujeres y menores subían a la «lancha» y apoyados en las personas que también están en espera de asilo, pasaron el caudal que anteriormente ha provocado la muerte de centroamericanos y mexicanos que buscan el «sueñ;o americano».
«Han pasado como unas 200 personas. Estamos apoyando a las personas que son de otra nacionalidad para ayudarlos a que pasen porque aquí hay que hacer un trámite y dura mucho», declaró el venezolano, Jonathan Contreras.
En la zona del río Grande, como en Estados Unidos se conoce al afluente que divide a los países, los agentes interceptaban a los que llegaban por esta vía y los conducían a unidades para trasladarlos a otra instancia.
Desesperación total
Pese al riesgo, familias se aventuraron a nadar solo con salvavidas una vez que la primera ‘balsa’ se desinfló por el lirio que invade el agua.
Amarrados con una cuerda y acompañ;ados de pequeñ;os que tuvieron que soportar las bajas temperatura, tras la onda gélida que se comienza a registrar en la región, lograron su objetivo.
«A veces no tenemos qué comer, aunque vienen y nos ayudan. Ya tenemos como 30 días aquí y nada que nos abren el puente», dijo la venezolana Dubraska Tovar, madre de cinco hijos con quienes pasó el río Bravo.
Algunos, que aguardan en México para que sus casos sean revisados y ya conforman un nuevo campamento, se introducían para ayudar a que avanzaran las familias, sobre todo, por el peligro que corrían pequeñ;os, entre ellos una bebé chilena de cinco meses de nacida.
«Tenemos casi un mes en la frontera mexicana, hemos mandado carpetas por todos lados, no hay ninguna respuesta, no dicen nada, ni un mensaje», expresó el peruano, Ricardo Abraham, quien llegó con su esposa y su infante al territorio estadounidense por este conducto.
Un integrante de la Patrulla Fronteriza se lanzó al río y, después de ayudar a unos menores a llegar a tierra firme, sacó un cuchillo para rasgar el plástico con la finalidad de que los migrantes ya no se transportaran de esta manera, sin embargo, ya habían comprado otro.
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