La vasta y fascinante mezcla de tradiciones indígenas, influencias africanas y herencias europeas que caracterizan a América Latina ha sido destacada este año a nivel mundial. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el brazo cultural del organismo internacional, ha otorgado el prestigioso reconocimiento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a diez diversas expresiones de la región.
Esta distinción es crucial, ya que no solo fortalece la identidad y la diversidad de las comunidades locales, sino que también garantiza la salvaguarda de estas prácticas para el futuro y aumenta su visibilidad global.


El Patrimonio Cultural Inmaterial abarca, según la definición de la UNESCO, el conjunto de «prácticas, conocimientos y expresiones que las comunidades reconocen como parte de su identidad cultural, junto con los objetos y espacios asociados». Estos elementos se transmiten de generación en generación, adaptándose y reforzando tanto la identidad como el respeto por la diversidad cultural.
Las diez incorporaciones latinoamericanas, que incluyen ritmos musicales, artes escénicas, técnicas artesanales y festividades, fueron seleccionadas durante la 20ª sesión del Comité Intergubernamental celebrada en Nueva Delhi, donde se evaluaron 67 candidaturas y se eligieron un total de 48 expresiones.


UNESCO destaca las celebraciones y ritmos que unen a la región
Entre las expresiones reconocidas se encuentran festividades de gran arraigo social. En Bolivia, la multitudinaria Fiesta de la Virgen de Guadalupe en Sucre, una convergencia de fe, música y danza, fue celebrada por el Ministerio de Turismo por su «valor histórico, espiritual y cultural».
En México, la Representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa, con más de 180 años de historia, destaca como un acto de fe y resistencia que convoca a millones.
El Salvador logró su primer reconocimiento con la Cofradía de Flores y Palmas de Panchimalco, que enlaza las creencias católicas con ritos indígenas de cosecha. Además, las prácticas del Bram y Sambai Navideños en la aldea de Gales Point Manatee en Belice resaltan la unión comunitaria a través de danzas y cantos con instrumentos locales.


De la música popular
La música también se posiciona como un pilar fundamental. El cuarteto de Argentina, impulsado por figuras como Leonor Manzano y Carlitos Rolán, celebra más de 80 años de historia con un género que mezcla estilos criollos e influencias europeas y afrolatinas para convocar a familias enteras.
En Cuba, el Son Cubano, resultado de la fusión cultural africana y española, fue reconocido por su versatilidad en la danza, el canto y la narración de historias de la vida diaria.
Venezuela suma al listado el Joropo, una «vibrante tradición festiva» donde el arpa, el cuatro y las maracas dan vida a relatos de amor y naturaleza.
Finalmente, el circo de tradición familiar de Chile, una práctica de más de dos siglos, mantiene vivo el oficio itinerante que une a acróbatas y payasos en una gran familia unida por ritos y ceremonias compartidas.


Saberes y tradiciones de los Andes y Centroamérica
La lista se complementa con dos prácticas que preservan el conocimiento ancestral y comunitario. En Panamá, la construcción de quincha (casas de barro o arcilla) fue incluida con una necesidad urgente de salvaguardia. Esta manifestación de solidaridad comunitaria, conocida como «junta de embarre», requiere un profundo conocimiento de los materiales naturales y del entorno.
Por su parte, la Sarawja, música y danza aymara de Moquegua, Perú, es una celebración anual post-Semana Santa que marca el inicio de la cosecha, donde las «ruedas» de bailarines recorren los pueblos imitando los movimientos de las aves andinas.


