Lorena Rojas | LA PRENSA DE LARA.- Haciendo remiendos y migrando a otras actividades se han mantenido los tapiceros en la ciudad quienes reportan que con la llegada de la pandemia la clientela les ha bajado mucho, por lo que se han visto obligados a reinventarse para llevar el sustento a sus casas.
«Estamos es pelando porque no llegan trabajos, antes teníamos toda la cuadra full de carros para hacerle la tapicería a los asientos pero ahora esto está vacío», aseguró Henrique Barazarte quien trabaja como tapicero en Barrio Unión.
Barazarte contó que antes a la semana podía hacer hasta 5 trabajos, pero que ahora con suerte contabiliza 3 al mes, por lo que asegura que está sobreviviendo de los remiendos que le llegan en la semana.
«Los que nos salvan son los remiendos porque son trabajos más pequeños», dijo Barazarte. Estos trabajos pequeños en un asiento de un vehículo o mueble puede llegar a costar entre 5 y 15 dólares dependiendo el material que se necesite para su reparación.
El trabajo de tapizado de carro completo que incluye el asiento de atrás y las dos butacas oscila entre los 160 y 230 dólares, este precio varía dependiendo los materiales que se necesiten para el tapizado, a este presupuesto también se le suma el costo de hilos y de la pega. Tapiceros aseguran que para bajar un poco los costos usan la pega de zapato que es un poco más económica que la de tela.
«Todo está regular, no es como antes que todas las semanas teníamos trabajos», destacó Pablo Vargas.
Pese a que muchos de los tapiceros han intentado mantenerse trabajando en su oficio hay otros que señalan que migrar a otras actividades y «matar tigres» ha sido una de las opciones para poder seguir llevando el sustento a sus hogares.
«En mi caso si he tenido que migrar a otras actividades para poder llevar el sustento a mi casa, he trabajado con latonería, pintura entre otras cosas que he tenido que hacer», dijo Luis Suárez.
Otras de las problemáticas a las que se enfrentan los tapiceros es que hay clientes que mandan a reparar los los muebles y tardan mucho tiempo para retirarlas.
«Tengo una silla que ya tiene dos semanas arreglada y así hay gente que manda a reparar pero no tienen dinero después para venir a retirarla», denunció Henrique Barazarte.