En muchos países, las personas autistas carecen de acceso a servicios que apoyen, en igualdad de condiciones
Redacción | LA PRENSA DE LARA. – La amabilidad es un valor humano que puede cambiar vidas. Sé amable con el autismo no sólo se refiere a definiciones y abordajes, también demuestra la importancia de la calidad humana cuando se trata de acompañar a personas con TEA y propone herramientas para navegar en las aguas de la diversidad.
Para la doctora, Angélica Torres, los valores, las creencias y los mitos forman parte de la sociedad que habitamos y, en este sentido, las personas pueden ser un instrumento transformador de la realidad de otros. Actos tan sencillos como sonreír, ser pacientes y creer en el potencial del otro pueden cambiar el presente y el futuro de cualquier persona, tenga o no una discapacidad.
Un simple gesto de amabilidad puede resonar profundamente en el corazón de aquellos que lo experimentan así como en sus cuidadores. La vida de personas con Trastorno de Espectro Autista (TEA)puede estar rodeada de estigmas, discriminación, prejuicios culturales, equívocos y una invisibilidad que resulta chocante. Además, corren un riesgo mucho mayor de sufrir violencia, negligencia, abusos y explotación.
La Unión Europea, en el Informe conjunto sobre la inclusión social de 2003, definió exclusión social como «un proceso que relega a algunas personas al margen de la sociedad y les impide participar plenamente debido a su pobreza, a la falta de competencias básicas y oportunidades de aprendizaje permanente, o por motivos de discriminación. Esto las aleja de las oportunidades de empleo, percepción de ingresos y educación, así como de las redes y actividades de las comunidades. Tienen poco acceso a los organismos de poder y decisión y, por ello, se sienten indefensos e incapaces de asumir el control de las decisiones que les afectan en su vida cotidiana». Las personas con autismo son blanco común de exclusión en distintos ámbitos sociales. Como parte de la diversidad humana, las personas autistas deben ser aceptadas, celebradas y respetadas. Sin embargo, la discriminación contra los niños y adultos autistas es más la regla que la excepción.
En muchos países, las personas autistas carecen de acceso a servicios que apoyen, en igualdad de condiciones con los demás, su derecho a la salud, la educación, el empleo y la vida en comunidad. Y cuando están disponibles, tales servicios a menudo se encuentran lejos de estar acordes con los derechos humanos o estar basados en evidencia.
Las personas autistas están particularmente expuestas a enfoques algunos profesionales y prácticas que son inaceptables desde el punto de vista de los derechos humanos. Este tipo de prácticas, justificadas muchas veces como medidas de tratamiento o de protección, violan sus derechos básicos, menoscaban su dignidad y peor aún, van contra la evidencia científica.
Los niños y adultos autistas se enfrentan además a la proliferación de enfoques de atención que van más sujetos a interpretación y experiencias personales que a estudios científicos que corroboren su aplicabilidad.
Se necesita más inversión en servicios e investigación sobre la eliminación de las barreras sociales y las ideas equivocadas sobre el autismo. Las personas autistas deben ser reconocidas como los principales expertos sobre el autismo y sus propias necesidades, y fondos deberían ser asignados a proyectos de apoyo entre pares dirigidos por y para las personas autistas.
Se trata de ofrecer a las personas y familias las destrezas y el apoyo necesario para tener opciones y control sobre sus vidas. Se trata también de asegurar igualdad de oportunidades, acceso a la educación inclusiva y empleo en el mercado abierto, para lograr la igualdad y el disfrute de los derechos de las personas autistas. Se trata de promover su independencia y el respeto de su dignidad.
Las personas autistas deben ser respetadas, aceptadas y valoradas en nuestras sociedades, y esto sólo se puede lograr mediante el respeto, la protección y la realización de sus derechos y libertades fundamentales».