Ana Uzcátegui | LA PRENSA de Lara.-El dolor y el miedo se apodera cada vez de más niños que crecen marcados por el abuso de depravados sexuales. Flagelo que no discrimina raza ni condición social, pero vuelve vulnerable a los menores que crecen en un entorno de crisis económica y emergencia humanitaria. Aunque no hay cifras oficiales del número de abusos sexuales en menores que se han dado desde 2005, organizaciones de Derechos Humanos como Cecodap, advierten que el número de casos alarma, y el aumento se da por el nivel de impunidad existente.
«Los niños están en una condición de indefensión, tanto por la crisis que desde hace seis años se ha disparado, como por la falta de acceso material a la justicia. Aunque hay normativas de protección al menor, como la Ley Orgánica de Protección al Niño, Niña y Adolescente (Lopnna), e instituciones que deben velar por su cumplimiento, estás son ineficientes, y el hecho que no haya una data consolidada sobre el abuso hace más difícil identificar la magnitud del problema», argumentó Carlos Trapani, coordinador general de Cecodap.& ;
Informó que estos casos por ser delitos atroces, causan repulsión en la sociedad, sobre todo porque las violaciones sexuales o actos lascivos que se cometen contra niños menores de 11 años, que son las casos que repuntan según registros de los medios de comunicación del país, son en su mayoría cometidos por familiares directos del infante, su padre, abuelo, tíos, hermanos o cualquier persona cercana al menor puede ser un abusador sexual.
La abogada en derecho familiar, María Elena Jiménez, informó que por ser un delito que involucra a parientes cercanos de la víctima, en la sociedad predomina el temor a denunciar. «Hay madres que creen que confesando el caso ante el Ministerio Público, su hija va a ser expuesta al escarnio público o va estar estigmatizada. El sólo hecho de hablar de este acto delictivo en el mismo núcleo familiar, muchas veces les avergüenza, y la tarea de los defensores del derecho, es promover la denuncia para que sea aplicada la justicia», expresó.
Explicó que hay varios tipos de pervertidos y que la población debe estar atenta a estas patologías. Por ejemplo, los pedófilos, son quienes sienten atracción por niños de distinto sexo o el mismo, pero que se excitan viendo fotografías, videos y compartiendo ese material con personas con los mismos gustos. Estas personas pueden tocar las partes genitales de los infantes pero no llegan a practicar el acto sexual. La Lopnna, establece una condena de dos a seis años por este delito, muy poco tiempo para el daño que puede causar para una persona que está comenzando a vivir.
Los pederastas, son quienes sí aplican el acto de penetración genital, anal o que incluso puede utilizar cualquier objeto que introducen en las partes sexuales. La ley establece penas de 15 a 20 años de cárcel, y si el culpable es un familiar como una padre, la condena aumenta un tercio de su tiempo.
Las alarmas se enciende cuando los casos que más proliferan en el país están relacionados con la trata de blancas, (red de explotación sexual y económicas de niñas menores de 12 años), cuyo negocios ya son referencia internacional. Carlos Trapani, asegura que es un nuevo modo de esclavitud, propiciado por la migración forzada. «El hambre hace que cada vez sea más frecuentes que padres ofrezcan a sus hijas a la explotación y el trabajo, a cambio de manutención y comida», alertó.
Cuestionó la función de los Consejo de Protección Niños, Niñas y Adolescentes del país, porque considera que no cuentan con los programas de prevención necesarios para reducir este tipo de delitos. «Son instituciones que no tienen el personal necesario y que en materia de aplicación de justicia son muy débiles», dijo.