Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- La infancia ya golpeada por el rechazo de sus padres y el abandono voluntario o por migración no sólo está cubierta por el dolor de la violencia, sino también ante la esperanza prolongada de la adopción. Esa recuperación de un hogar puede ser cada vez más distante para los niños mayores de dos años que se encuentran en lista de espera en el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idenna), por una familia sustituta que prefiere a menores de un año. El tiempo no perdona y algunos llegan a la escolaridad internados en alguna casa hogar hasta la adolescencia.
Los casos son más extremos cuando nacen con alguna condición congénita y/o discapacidad, ya que ameritan mayor atención y control médico, además de un tratamiento permanente que en varios casos incluye especialistas como psicólogos, psiquiatras, fisioterapeutas para lograr un adecuado desarrollo y rendimiento escolar.
Víctor Yajure, coordinador regional del Idenna, confirma realizar un trabajo conjunto con el Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente (Cpnna) sin reportes mayores en el 2022, pero con la actualización permanente del listado de familias sustitutas. De allí, que Nerio Lamus, titular de dicho programa, recalca que las fichas por custodia buscan un perfil de recién nacidos o menores de un año de edad, por considerar importante la exigencia de vivir esa etapa de cuidados iniciales que implican mayor compenetración, desde el cargar y dormir en los brazos, cambiar pañales y alimentar con tetero durante los primeros años de vida. Los asumen porque esa estimulación afectiva puede garantizar y agilizar el proceso de adaptación.
Recuerdan que durante el primer trimestre tuvieron el caso del abandono de un recién nacido en las inmediaciones del Hospital Pediátrico Agustín Zubillaga entre final de febrero y comienzo de marzo. El llanto de la criatura alertó a transeúntes, quienes se consiguieron al bebé prácticamente desnudo. Tenía como dos días de nacido, pero permaneció varias horas a la intemperie y se complicó con afecciones respiratorias, murió por la inclemencia y el abandono. En ese lapso ya se había concretado la adopción de tres niños menores de 3 años que se encontraban en las casa hogar que les dan cobijo mientras siguen siendo responsabilidad del Estado.
Piden mayor interés al colectivo en general para ofrecer un hogar estable a estos niños, quienes merecen la estabilidad emocional y afectiva para una infancia tranquila, y así poder dejar atrás ese historial de orfandad marcado por la violencia intrafamiliar, que les permita olvidar el rechazo de quien les dio la vida.
Cada expediente materializa el grado de maldad humana que los hace víctimas de abandono. La primera opción es para los familiares cercanos, sin superar el quinto grado de consanguinidad. Si no aparecen en 30 días, y suele pasar por escasos recursos económicos, se abren las puertas para los aspirantes de carácter unilateral o en pareja. Presentan las constancias de soltería y actas de matrimonios o de unión estable del hecho. Empieza la evaluación exhaustiva, con la evaluación médica para demostrar que no haya impedimentos y la valoración psicosocial en un tiempo aproximado de tres meses.
Comprobar al factor protector implica la seguridad para ese nuevo hogar, sin riesgos para cumplir la alimentación, educación, salud y esparcimiento. Más allá de cada expediente es la seguridad en afectos, valores y mejor calidad de vida para los niños.
Esa realidad también la respalda Daniel Camejo desde la organización Mapani, con una Defensoría de Protección al Niño, Niña y Adolescente, con los estragos por la migración y la violencia intrafamiliar. Relacionados con este tema, hay dos casos en febrero de padres que se fueron del país, incluso con toda la disposición de ayudar en la conciliación y canalizar servicios jurídicos. Al realizar el estimado de 2021, se refleja un 60% de 200 casos con reportes de niños en manos de terceros, incluso con responsabilidades de cuidadores sin ser parientes cercanos.
Entregados a ellos
Cuando el niño pasa a ser responsabilidad del Estado, las casa hogar velan por la tranquilidad de ese menor mientras se busca una familia sustituta aprobada por tribunales y demás instancias. En la Fundación de Atención al Niño Desamparado (Fandes), y la casa hogar Don Aurelio, ubicada en Valle Lindo de El Cují, se esmeran por la atención y seguimiento del control médico que incluye especialistas, cobijo y hasta recreación.
Angélica Omende, hermana misionera de Cristo Jesús, coordinadora de este recinto, junto a otras dos hermanas con el apoyo de colaboradores ejecutan una labor valiosa como madres cuidadoras que asumen a los niños como sus hijos, tienen especialistas en psicología y en terapias, así como el personal que mantiene la higiene y salubridad en esta casa. Cuenta que hasta diciembre de 2021 cuidaban a 22 niños y hasta comienzos de abril aún estaban con 14. Agregó que Los niños adoptados fueron menores de 3 años y tardan menos tiempo que aquellos de pocos meses de nacidos. La realidad se percibe al contabilizar ocho que ya están en escolaridad, de los 14 que mantenían hasta comienzos de abril de 2022.
Todos los niños están unidos con el mismo deseo, ver que su madre vuelva por ellos y regresar a un hogar libre de violencia. Las causas no justifican las acciones de rechazo y casi ensañamiento de quien les permitió crecer en su vientre. En estas casas los reciben con la paciencia y amor para ir sanando las heridas, esas que empiezan a cubrirse en cada oración antes de levantarse y de agradecimientos por los alimentos que comparten en familia.
Se respira serenidad y las esperanzas de una pronta adopción, sin condicionamientos porque ellos están dispuestos a dejarse querer. Esta es una responsabilidad que han asumido desde la casa hogar con paciencia para entenderlos y formar seres humanos con valores y disciplina. Ya las familias sustitutas entienden la necesidad de vincularse previamente con el niño, como factor tan importante como la autorización del tribunal de menores, así como el acercamiento para ganar familiaridad en el rápido proceso de adaptación.
Anneli Acosta lleva la tutela de la Casa Hogar José Gregorio Contreras que surgió para atender a adultos mayores, pero en vista de la necesidad de niños, ayuda a más de 20 de escasos recursos y atiende a 4 en estado de abandono. «No eres madre de ellos, pero Dios te cubre de ese amor maternal y te cobija en sabiduría», admite con lágrimas en sus ojos, recordando casos extremos. Como el de una adolescente de 13 años, con mentalidad de 3 añitos que padece de esquizofrenia, otro con una madre que lo descuidaba en la calle, siendo víctima de actos lascivos, quien terminó en un centro de reclusión.
«Siempre necesitamos, pero Dios provee«, dice al dar gracias a la gente de buena fe que dona alimentos, ropa y hasta medicinas para estos niños. El testimonio de los niños habla de ese cambio con una sonrisa, al describir el amor por Anneli, a quien asumen como una madre y en agradecimiento por saber de la Palabra de Dios, con su obra infinita que les permitirá prepararse como profesionales. «¡Seré un abogado!», exclama uno de ellos y justifica que así ayudará a la defensa del prójimo.
Esperanza y amor define a estos niños que aguardan por afectos y protección. Tan puros que no saben de rencor.
Protegen con afecto y valores
Se inspiran en el amor de Dios para borrar cualquier mancha de dolor. Un principio de cada casa hogar que tiene el primer contacto con un niño consciente del daño y abandono de sus padres, para ayudarlos a sanar heridas. La misión es quitarle cualquier amenaza de rencor y liberarlos de cualquier resentimiento.
La hermana Adriana Gutiérrez, de la casa hogar Don Aurelio, señala que las 10 madres cuidadoras tienen las cualidades de protección, disciplina y amor para con los menores. Exigen un perfil de las colaboradoras que evalúan de forma exhaustiva.
La historia no es diferente para Alenni Acosta en la casa hogar José Gregorio Contreras, al admitir que ese amor maternal se va despertando en poco tiempo al estar en contacto con niños rechazados por alguna condición y maltratados por su propia madre, al punto de quemarle las manos u obligarle a someterse a actos lascivos por adultos extraños. «Es hablar con ellos, saber cómo se sienten y demostrar que estamos dispuestos a apoyarlos», resalta.
Estimulan el desarrollo integral
En estas casas hogar la sonrisa de cada niño guarda alguna historia dolorosa. La atención es integral cuando se trata de una discapacidad motora congénita o por tratarse de daños por maltrato intrafamiliar. Reciben acompañamiento tanto para la orientación psicológica, como la rehabilitación física para recuperar la movilidad.
La constancia es precisa y así como el apoyo incondicional de especialistas que se presentan como colaboradores para contribuir en el desarrollo de los niños.
De los 14 niños que tienen en la casa hogar Don Aurelio, hay dos que tienen comprometida la motricidad y son llevados a su control médico en el Hospital Pediátrico Agustín Zubillaga, confirma la hermana Angélica Omende, mientras señala hacia el patio donde se encuentran los niños con los estiramientos y ejercicios de la acostumbrada bailoterapia. Un momento para drenar energías y terminar compartiendo en un juego.
Son dinámicas saludables que se complementan con las técnicas de rehabilitación de expertos, para aquellos casos extremos que han sufrido por violencia donde les han dejado hasta 9 fracturas (en menores de 2 años) y que les impide caminar normalmente. Un proceso lento y tratado varias veces a la semana por el fisioterapeuta Pedro Pérez Barragán, quien confirma que de los 7 menores atendidos con sus rutinas fijas, ya 5 han recuperado la movilidad.
Alenni Acosta, en la casa hogar José Gregorio Contreras, también precisa que ha podido garantizar los tratamientos como carbamazepina, para evitar las crisis de un menor que puede llegar a ser agresivo y que superó la fijación psicótica por estrangular gatos. «Ese requiere de un control permanente, con carencias y obstáculos porque toca moverse para buscar colaboración», precisa de la preocupación y admitir que les toca dejar la pena a un lado para pedir colaboración. Un principio que también aplica para asegurar la mensualidad de los estudios regulares a uno de los adolescentes al que debió inscribir en un colegio privado.
Es una cosecha colmada de amor y arranca las lágrimas al escucharlos interpretar: «Yo canto porque el cielo sea azul…y yo para que no me ensucien el mar». Ellos sonríen sin ensuciarse por el drama.