María Betania Jordán | LA PRENSA DE LARA.- Una harina, un arroz, una pasta y un kilo de caraotas, con lo cual una familia de cuatro miembros no se alimenta una semana, requiere la inversión de 16 millones de bolívares, un monto que resulta un exabrupto para los venezolanos, cuyo salario básico es de 1 millón 800 mil bolívares.
Larenses consultados indican que la situación cada vez se pone más color de hormiga, porque los precios aumentan a diario y el poder adquisitivo se devalúa ante el incremento del dólar paralelo.
«Nosotros los pensionados somos los más afectados a la hora de comprar comida, ¿qué hacemos con el millones 800 que nos dan de pensión? ni para comprar una harina alcana» dijo José Vázquez, un jubilado de la administración pública quien aseguró que entre su hija y su hermana lo ayudan para medio comer.
Las personas cuentan que deben comprar lo más económico y olvidarse de las marcas, es decir, buscar la harina cuya marca no es reconocida, como la PAN o la Juana, para de esta forma ahorrarse unos churupos. Lo mismo ocurre con productos como la pasta que en los abastos chinos ofrecen marcas importadas de baja calidad en comparación con Pastas Capri o la Especial, pero cuyo precio resulta más accesible.
Matan tigres
Según datos del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros informó (Cendas-FVM), la canasta alimentaria del mes de marzo cerró en Bs. 612.900.945,00. Un monto que está muy lejos del poder adquisitivo del venezolano promedio, de allí que mucha gente, incluyendo abuelos que está jubilados, están realizando trabajos sencillos y «matando tigres» en aras de poder generar ingresos que les permitan cubrir algunas necesidades.
Luis Sánchez, un trabajador jubilado, explica que en ocasiones hace trabajos sencillos en su casa. Repara electrodomésticos o incluso hace mandados a algunos vecinos, por cuyo servicio cobra unos realitos que le sirven para comprar aunque sea una harina.
Algunos larenses dicen que las bolsas CLAP son un alivio para el bolsillo, pero la irregularidad con la que llegan genera angustia en los beneficiarios que deben resolver su día día.