Cristina Linárez | LA PRENSA.- Entre la falta de variedad, altos precios y pocos clientes se debaten entre surgir o cerrar las puertas los propietarios de cantinas escolares.
La escasez de insumos como harina y aceite para la tradicional empanada, pone en jaque el funcionamiento de muchos de estos negocios que han permanecido durante años en las escuelas. Milibeth Serrano, una cantinera de la U.E. Tomás Giménez, comentó que antes tenía mucha variedad y las ventas eran excelentes. Sin embargo, debido a la crisis, la cantidad de harina utilizada para las empanadas bajó de sopetón. “Antes hacía diez paquetes de harina, ahora sólo hago dos y a veces no se venden todas”, dijo.
El dramático bajón de clientes es otro elemento al que se enfrentan los cantineros. Debido a la crisis económica las madres prefieren preparar la lonchera a sus hijos con desayunos y meriendas caseras o frutas y así ahorrarse el bolsillo pues un desayuno en 2 mil bolívares está lejos de poder costearse a diario por cualquier mortal venezolano.
“Yo le mando la comida a mi hijo, muy pocas veces le doy para que se compre un jugo en la cantina, porque sale muy caro darle plata a diario para las meriendas”, expresó Luciana Gutiérrez, una representante de la Escuela Bararida.
Varios niños que fueron consultados en diversas escuelas afirmaron que sus madres generalmente les mandan la comida y que muy pocas veces les dan para que compren jugo o tostones.
Las escuelas que tienen comedor no tiene permitido tener cantinas. Sin embargo las fallas con la comida proporcionada por el PAE obliga a que padres manden a sus hijos con meriendas. “A veces la comida no dura ni 15 días y no tenemos qué darle a los niños, por eso nos hace falta la cantina”, expresó la docente Nancy Torrealba.
A las afueras de algunas escuelas se colocan vendedores de chucherías, empanadas, jugos y helados. Los niños en sus horas de receso aprovechan para comprar a través de las rejas del plantel.