Llenarse las manos de tierra al buscar puntería con las metras, tener las mediciones exactas para hacer el papagayo y conservar la concentración con la perinola o al saltar la cuerda, son algunas de las sensaciones de divertirse en grupo de los juegos tradicionales, que no reemplaza el uso de la tecnología. Así lo resaltan integrantes de grupos culturales de las comunidades, con el llamado a los padres a rescatar la interacción entre niños y adolescentes, con talleres o actividades permanentes para compartir con la familia.
La magia de estos juegos está en que, en su mayoría, requieren de un trabajo artesanal, que saca provecho del ingenio del niño, niña o adolescente. No implica un gasto económico, sino el ganar – ganar de la emoción de drenar energías, poner a prueba destrezas y esa complicidad que suele generar más adrenalina, cuando surge desde el seno del hogar.


Es la libertad de crear sin patrones y permitiéndose hasta elaborar juguetes con material de reciclaje, de disfrutar al aire libre y sin el riesgo de ser arrastrados por la infinidad de estímulos de las pantallas electrónicas, tan individuales y aislantes, que no permiten el contacto físico, porque tiene la «comodidad» de la virtualidad.
Los cultores propician los juegos más accesibles, esos comunes que hasta suelen practicar en el recreo escolar. Se refieren al juego de metras y que niños cuidan con tanto recelo, porque aspiran seguir acumulando; así como las diversas técnicas del trompo, la serenidad del yoyo, la rapidez de la perinola, entre otros que más allá de divertirse, inculcan habilidades y valores como el respeto, saber esperar el turno, ser solidario y hasta colaborar con el compañero, así como tener más fortaleza en la comunicación.


Los juegos tradicionales siempre estarán disponibles
Con tantos beneficios y el simple hecho de aprender reglas desde lo lúdico, el grupo cultural Simón Rodríguez – Los Colerientos invita al encuentro en el callejón de la carrera 29 entre calles 45 y 46, al oeste de Barquisimeto. Allí se reúnen amigos y parientes, con la adrenalina de «ruchar» (ganar metras), queriendo acumular más y la precisión al puyar el trompo en tres golpes, cuando reina la concentración y agilidad, tal como lo describe William Aranguren.
La importancia de conservar los juegos tradicionales, empieza por los adultos y la disposición de transmitirlos a las nuevas generaciones. El profesor Pausides Giménez habla de los talleres constantes de papagayos y demás alternativas, para sacar a los niños del uso excesivo de los celulares, porque la tecnología les impide socializar, pese a estar compartiendo el mismo espacio. «Han ido perdiendo la comunicación y con este tipo de juegos se relacionan, a través de diversas interacciones», señala de la separación a la que están expuestos, con la dependencia de la tecnología.
Varios niños y adolescentes han aprendido de las clases del maestro del papagayo, Adelis Escobar, con alrededor de 60 años de experiencia, quien también imparte esa formación en la urbanización Rafael Caldera. No sólo se divierten juntos, aprenden de geometría, de la precisión de las veradas (varas finas y livianas), frenillo y del tipo de hilo indicado. Luego definen entre los modelos planos, tridimensional y otros aerodinámicos, para sacar ventaja del viento.
«Tú estás conectado con el cielo, porque te dejas llevar por la serenidad o fuerza del aire», señala de una definición que le indicó una poetisa, que jamás olvida. Una magia que transmite a sus alumnos, porque siempre les exige que en cada taller, aprendan las técnicas básicas para echar a volar hasta el diseño de un modelo plano en una simple bolsa plástica. Al poco tiempo, ya saben hasta el momento más indicado para esperar la brisa y echar los papagayos o cometas a volar.
Desean realizar un festival de juegos tradicionales, para lo que están buscando un artesano que elabore las perinolas, así como yoyos y trompos.


Es un espacio sano para el desarrollo de los niños
La Fundación Alma de Lara también dedica un espacio para los juegos tradicionales a las nuevas generaciones de la comunidad Brisas del Aeropuerto y sectores cercanos, donde su director José Pastor Yépez, les recuerda la esencia de la infancia y el vínculo con la vivencia familiar. «Desde los abuelos, se conocen de estos juegos y a los niños les llama la atención, los ayuda a dejar el vicio que puede despertarse al exagerar con el uso de las pantallas», señala de este sano compartir.
Se trata de la agilidad manual y mental, con ese ejercicio cerebral que afianza la relación del compañerismo. «Entendemos que es imposible, alejarlos totalmente de la tecnología, pero se les ofrece ese paréntesis que termina siendo atractivo, con la adrenalina del grupo», destaca del mayor beneficio del entretenimiento tradicional. Los dispositivos electrónicos son una «ventana» para la investigación, pero sin que la dependencia los encierre en individualidades.
De allí que se aprecia el rostro sudoroso y corazón aún de latidos agitados de Xareny Borrego, quien a sus 10 años de edad, confiesa que le encanta saltar la cuerda. «Me gusta mucho saltar y en esos momentos me olvido del teléfono», indica que acostumbra a mirar fijamente la cuerda y así calcular el momento de brincar. Dosis de energías que comparte con Samantha Gómez y Alí Cortez.
Manual en proyecto
La enseñanza formal de la elaboración del papagayo debe extenderse como una inquietud de cultores y el maestro Adelis Escobar precisa que tiene en proyecto el diseño de un manual, para que esté disponible en planteles educativos y así sea un aporte constante a la difusión, con arraigo, de este juego tradicional.
«Tengo que sentarme a sintetizar toda la información y así sea más práctica la guía, incluso contando los beneficios de este juego», dice y lamenta las limitaciones para adquirir la verada, cuando anteriormente estaban disponibles en tiendas en El Manteco, en el centro de Barquisimeto. Además piensa en la generación de relevo para esta capacitación, considerando el interés que percibe en sus recientes exposiciones de papagayos realizadas en el monumento Flor de Venezuela, Museo de Barquisimeto y centro Guachirongo.
Recomienda que los talleres, deben ser planificados para que los participantes aprendan a elaborar los modelos más sencillos, además que se incorporen padres con sus hijos, sin la opción de regalarles el papagayo, porque el objetivo es involucrarlos de lleno y que deseen realizarlo. «No hay nada más emocionante que verlos satisfechos luego de pocos intentos», señala.


Una opción vacacional
En este periodo de descanso para los estudiantes, una alternativa para la recreación es el juego tradicional y así lo enfatiza Isaura González, del grupo cultural Cepas en San Jacinto, siendo una de las opciones que incluyen en los planes vacacionales, para propiciar el encuentro entre niños y adolescentes.
La programación permanente está centrada en las expresiones culturales y demás tradiciones, pero el rescate de ese individuo integral empieza desde la casa. Les preocupa que la mayoría del tiempo se concentre en los aparatos electrónicos, mientras afuera está un mundo para divertirse hasta brincando al avioncito que se dibuja en el piso. Así como correr al jugar al loco escondido, para el que deben ser creativos y buscar un lugar seguro para no ser encontrado y crear la intriga de los compañeros.
Destacan como se desarrollan con estos juegos las habilidades de interacción, esas que van más allá de aprender un baile y reiterar la importancia del compartir en familia, porque construyen niños más felices y más atentos a los demás. Es saber el valor lúdico de las tradiciones y frenar la adicción a la tecnología.