Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Conocer más de cerca sobre los hallazgos arqueológicos es un viaje a la imaginación entre el hábitat que tuvo la megafauna en Lara y sus restos que reposan en el municipio Jiménez. Un regreso de hasta 8 mil añ;os de antigüedad que fue registrado en los descubrimientos desde principios del siglo XX, cuando arqueólogos y demás especialistas confirmaron la existencia de mamíferos gigantes entre las montañ;as. Sus huellas han sido resistentes a los añ;os y son de interés para antropólogos, arqueólogos y paleontólogos, quienes siguen hurgando entre las raíces de la prehistoria.
Visitar el Museo de Barquisimeto implica encontrarse con esa grandiosidad al contemplar el esqueleto armado del megaterio (Megatherium), una especie de perezoso terrestre de gran tamañ;o, pariente de los actuales perezosos que habitaron en América del Sur, mientras en el Museo Antropológico Francisco Tamayo de Quíbor yacen parte de estos fósiles de animales que despiertan la curiosidad en los niñ;os y los ubican en esas películas de expediciones.
Estudios del cronista, Omar Garmendia, evocan la emoción de quienes asistieron a la Feria Exposición Larense de 1940 y estuvieron sorprendidos al develar al megaterio que fue descubierto y armado por el hermano Nectario María, de la Congregación de La Salle. Un hallazgo de 1936 en las montañ;as de San Miguel, perteneciente al municipio Jiménez y demostrando las proporciones de un animal que podía ser comparado con un perezoso gigante. Su dimensión era superior a seis metros de largo y pesaban más de tres toneladas.
Para 1902, Eladio del Castillo había dado un primer paso al conseguir parte de la osamenta de un mastodonte en la quebrada Guardagallos y cercano al pueblo de Santa Rosa, del municipio Iribarren. Para 1915 se les unió Nectario María y el otro hermano lasallista Juan Arístides junto a Lisandro Alvarado, quienes hallaron una especie parecida al mamut, similar a un elefante que superaba los tres metros de altura y las seis toneladas en peso. Sus colmillos eran tan grandes de hasta casi cinco metros de longitud.
Jiménez fue de tanto interés para el Hermano Nectario María, que sus estudios desde 1915 se concentraron en varios sitios de interés arqueológico y antropológico de esta jurisdicción junto a algunos del municipio Iribarren. Su constancia e investigaciones lo ubicaron en San Miguel, Valle de Quíbor, Guadalupe, El Tiestal, Las Faldas, quebrada del Totumo, Las dos puertas, Cerro Gordo, Cerro Manzano y El Patriota.
Según Rubia Vásquez, directora del Museo Antropológico de Quíbor, no cuentan con ningún esqueleto completo en este recinto y por lo general se conservan aquellos huesos fuertes, tales como partes de cráneo, manillares superiores e inferiores, así como fragmentos de aquellas gruesas patas. «Es un proceso complejo por ser sometidos a la fosilización, donde los huesos se terminan desintegrando a causa de la antigüedad», explica y recuerda los riesgos por el dañ;o a causa de la humedad.
Resalta sectores de San Miguel y Guadalupe de mayor interés, cuyas excavaciones fueron de más de seis metros de profundidad. Menciona que se trataba de áreas con suelos de pronunciado desnivel y que acaparó el interés de paleontólogos y arqueólogos. Algunos lograban ubicar restos de hojas y así se concentraban en identificar ciertas impresiones de la vegetación, incluyendo moluscos junto a otros vertebrados marinos que hicieron vida en el agua salada de la antigua depresión de Quíbor.
La directora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Hilayaly Valera, asegura que el uso de herramientas tecnológicas e incluso la inteligencia artificial, ha permitido que los estudiantes se formen con nuevas habilidades dentro del periodismo, lo que les permite ser más activos y participativos