Guiomar López I LA PRENSA DE LARA.- Acumular más de 20 añ;os como transportista en el terminal de Barquisimeto sólo les deja la nostalgia de cuando podían realizar varias vueltas diarias. Hoy se lamentan porque luego de la pandemia por covid-19, la baja afluencia de pasajeros les obliga a trabajar interdiario, «poncharse» al perder el turno por falta de usuarios y quedarse hasta dos días en otra entidad para no regresar vacíos. También enfrentan la dificultad para surtir combustible y evitar mayor desgaste del vehículo, sin la retribución de obtener suficientes ganancias.
Es un ambiente desolado, sin ni siquiera esperar mucho de los asuetos, esas temporadas que representaban jugosos ingresos, considerando que grupos familiares podían viajar para disfrutar esos días de descanso fuera de la ciudad. Momentos que exigían la compra de pasajes con anticipación en las taquillas de las líneas de transporte y así poder asegurar el cupo. Eran pasillos abarrotados de usuarios en el terminal, tanto por quienes se disponían a salir como visitantes. Recuerdan cómo en los andenes costaba caminar, porque al mínimo descuido se podía tropezar con alguna maleta.
La bienvenida en la actualidad la dan más cargadores, esos señ;ores que gritan anunciando diversos destinos y «peleándose» por pasajeros. Ellos se caminan desde la entrada principal y hacen todo lo posible por más usuarios, se les nota la ansiedad y el desespero que casi los lleva a tomar de la mano a la persona y asegurar su ingreso al vehículo. El ausentismo no sólo afecta a los autobuses, sino también a las busetas y carros por puesto que otrora fueron la opción más viable ante la premura de tiempo.
Pero ese rostro de preocupación también se manifiesta en choferes y colectores, sin distinción de línea, porque todos están unidos por la misma necesidad y sin importar el destino. Sólo temen que a mayor distancia más posibilidad de prolongar la espera, mientras crece la angustia al ver los puestos vacíos.
Al inicio de uno de los andenes está Wilmer Escalona, de la Línea 23 de Enero, recostado en uno de los banquitos de concreto que se quedaban cortos para la espera de pasajeros. Antes esperaban por los carros por puesto y eran afortunados los primeros de la cola, al lograr permanecer sentados. Esto cambió durante el añ;o 2020 y ahora les toca a los choferes sentarse a esperar hasta completar los cinco pasajeros, lo cual puede implicar varias horas e incluso perder algún pasajero que se cansó de esperar y busca otra opción entre los carros piratas.
«La cosa está dura y en un día —apenas— pueden cargar de 2 a 3 carritos», se queja Escalona, quien lleva 30 añ;os trabajando en el terminal y anhela esos viajes tan demandados que apenas tardaba cargando unos minutos al calentar el motor, y les permitía dar tres vueltas hasta la noche. Su ruta es hacia Valencia, con el pasaje en $15 por persona y todo es tan incierto, confesando que sus cuentas no cuadran porque solamente en comida puede gastar más de $10 al día, considerando las opciones más económicas, como las promociones de empanadas o arepas rellenas con jugo, así como las ofertas en menú ejecutivo sin superar los $4.
Puede ampliar esta información en nuestra edición impresa de este viernes 9 de febrero.