José Miguel Najul | La Prensa-. Cuando cae la noche, los alrededores de los negocios que venden productos de la cesta básica regulados pueden convertirse en antros. Horas después de que todo termina, quienes pasan por estas zonas asisten al desastre y al acelerado deterioro de los espacios públicos.
En la Plaza Coromoto a lado de la iglesia, ubicada en la avenida Libertador con Morán haypañales sucios tirados en la grama. Más allá, los restos de una defecación. La luz eléctrica se extinguió luego de que se robaran los cables y bombillos de los postes; y lo mismo ocurrió con la mitad de los compresores de aire acondicionado de la iglesia.
“En las noches, quienes vienen a comprar los productos se traen sábanas. Con ellas se tapan, algunas veces para dormir sobre cartones, pero otras para hacer sus necesidades al aire libre”, lamenta la señora Eumelia Arrieche, vecina del sector.
La penumbra, el caos y la multitud son los ingredientes que propician este tipo de escenas. Las reglas del submundo de bachaqueros carcomen no sólo el bolsillo de los
ciudadanos, sino también las áreas comunes de la ciudad.
Al ser consultados, muchos ciudadanos reconocen el problema, pero evitan caer en la sobregeneralización. Coromoto Escobar comenta: “El problema es que el país está mal, no hay comida, y la gente sale a las calles para buscar el alimento que muchas veces no se consigue ni siquiera luego de hacer horas de cola”.
Sin embargo, las zonas privadas no son invulnerables a este detrimento progresivo. Lo mismo ha ocurrido con el Central Madeirense de Valle Hondo, en donde decenas de personas se aglomeran en las noches, permeando de orine y cigarros e inseguridad el
ambiente del sector.