Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- Tras casi cuatro décadas de abandono, las Torres del Sisal al oeste de Barquisimeto, vuelven a ser noticia, esta vez por el anuncio que hizo ayer Adolfo Pereira, secretario de Obras y Servicios Públicos de la Gobernación de Lara, al indicar que evalúan demolerlas, a pesar que desde 2011 el gobierno nacional se había empeñado en rehabilitarlas, ofreciendo apartamentos y censando a personas a través de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
«Con la demolición se busca evitar esa red y enjambre de antecedentes que se han tejido en torno a estas torres» alegó el funcionario. Y es que en el lugar se han suicidado al menos 37 personas desde su construcción, los dos últimos decesos ocurrieron en mayo y junio del presente año en plena pandemia, lo que convierte a estas cuatro estructuras de concreto armado, en el epicentro de la tragedia en Barquisimeto y en el mayor elefante blanco inmobiliario de la entidad.
La obra inició en 1976 durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, cuando era gobernadora de Lara Dori Parra de Orellana. Según explicó el costumbrista Carlos Guerra, el proyecto prometía resolver el problema habitacional del oeste de la ciudad por la cantidad de ranchos y barrios que comenzaban a fundarse en la zona. Los trabajos estuvieron a cargo de la constructora privada «Maya C.A», con recursos financiados por el Ministerio de Obras Públicas y la gobernación de la época.
La obra estaba pensada para que 2000 familias tuvieran viviendas. Iban a ser 10 torres de 25 pisos cada una con 10 apartamentos por piso, pero los trabajos se paralizaron en 1981, cuando un grupo de ingenieros advirtiera que la estructura se estaba construyendo sin los materiales adecuados y sin los estudios sismorresistentes para que pudieran ser entregados los permisos de habitabilidad.
Eduardo Chollet, ingeniero civil, fue una de las personas que denunció las irregularidades, insistiendo que la constructora no tomó en cuenta que la zona es propensa a temblores porque pasa la falla tectónica de Boconó. «Era la época del boom de la construcción en Venezuela. Se hicieron muchos edificios que tampoco cumplían las medidas de sismorresistencia, las Torres del Sisal son un ejemplo emblemático», soltó al recordar.
Desde ese año el proyecto se paralizó y aunque algunos gobernantes han intentado recuperarlas, los cuantiosos recursos aprobados siempre terminan dilapidados, sin que hasta ahora la Contraloría General de la República saque a relucir a algún responsable. «Las torres no se pagaron, la empresa quebró y todo se vino abajo formándose lo que es hasta ahora, un gran elefante blanco», destacó Julio Gutiérrez, vicepresidente del Colegio de Ingenieros de Lara.
En 1995, Orlando Fernández Medina, gobernador de ese entonces, contó que uno de los primeros planteamientos que hizo al asumir el poder regional fue culminar la construcción, impulsado por los reclamos de comunidades adyacentes a la avenida La Salle, porque el sitio se había convertido en guarida de delincuentes e indigentes. «La constructora adquirió los derechos y reclamaba que fueran indemnizados por 14 años que ya tenían paralizados, eso era mucha plata e impidió culminarlas», acotó Fernández, detallando que solicitó un presupuesto al expresidente de la República Rafael Caldera para que se realizaran los estudios estructurales, pero al encontrarse con ese obstáculo legal decidieron no avanzar.
En 2001 con Hugo Chávez en la presidencia y Luis Reyes Reyes en la gobernación, también se prometió su recuperación. Carlos Guerra, costumbrista recuerda que para la época el anunció se hizo con bombos y platillos. «Vino el general Víctor Cruz Weffer, quien ocupaba el cargo de Jefe del Plan Bolívar 2000, se invirtió un realero y se prometió que las torres iban a estar listas en 2002. Hubo movimientos de tierra, un acto pomposo que quedó en nada», apuntó.
Señaló que la obra siempre ha estado marcada por la corrupción, destacando que Cruz Weffer, quien administró los recursos de las torres del Sisal, está privado de libertad desde 2018, por corrupción y legitimación de capitales.
El monto de los recursos aprobados en torno a las Torres del Sisal también han sido un misterio y no se encuentran registros claros. La única cifra que salió a la luz pública fue la aprobada en 2009 por la Asamblea Nacional, que fueron 100 millones de bolívares para que el Ministerio de Obras Públicas y Vivienda, a cargo de Diosdado Cabello, financiara la recuperación.
En septiembre de ese año la Fundación Regional Para La Vivienda de Lara (Funrevi) instaló mesas técnicas de Trabajo con el Ministerio de Obras Públicas y Vivienda y junto a la Alcaldía de Iribarren seleccionaron a los beneficiarios de esos apartamentos. En mayo de 2010 el Instituto Nacional de la Vivienda anunció la rehabilitación con un estudio patológico de los edificios y el proyecto se incluyó en la Gran Misión Vivienda Venezuela. En agosto de ese año se comunicó que los trabajos culminarían en noviembre de 2011.
«En ese momento hicieron el reforzamiento de las torres e incrementaron el número de pisos del proyecto original, pero cuando el Colegio de Ingenieros se enteró de eso un grupo de ingenieros acudió al lugar y se determinó que no reunía condiciones mínimas de resistencia. Esa vez al igual que en 1981 cuando se paralizó la construcción, se recomendó demoler la estructura», comentó una fuente ligada al Colegio de Ingenieros del estado Lara.
En 2012 Hugo Chávez en plena campaña para las presidenciales de octubre de ese año, sacó a relucir otra vez las Torres del Sisal, esa vez prometió entregar 800 apartamentos. «Esa no avanzó porque tuvo un problema de costo y de falta de voluntad. Había un proyecto de recuperación realmente buen, pero los recursos aprobados no alcanzaron, la compañía no pudo cubrir los costos y se retiró», indicó Eduardo Chollet , ingeniero civil, quien fue uno de los asesores de ese trabajo.
«Eso fue una pantomima electoral. También se hizo una gran alharaca, se volvió a entusiasmar a la gente que requería viviendas, pero una vez pasaron las elecciones y cuando Chávez se enferma se olvidaron del proyecto», resaltó Carlos Guerra, costumbrista.
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