viernes, 31 enero 2025
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Cada vez hay más bocas en los comedores

Isabella Delgado | LA PRENSA.- Máximo dos veces a la semana almorzaba en el comedor, no más. Betsa­bé Pérez prefería agarrar un autobús e irse a su ca­sa en busca de comida ca­sera. Luego volvía sin problemas a la jornada vespertina, pero ya no.

Ahora la estudiante de Contaduría come todos los días en el comedor central en la Universidad Lisandro Alvarado (U­CLA). “La cosa está muy difícil en la calle. El co­medor es la salvación”. José Silva, estudiante de Psicología de la UCLA, come todos los días tanto el almuerzo como la cena en la universidad. Semestres pasados almor­zaba algunos días cuando se quedaba en la univer­sidad, pero eso cambió: “Ahora dependo comple­tamente del comedor. Y así muchos. Cuando es­tábamos en paro muchos venían sin comer sólo pa­ra exigir”.

El aumento en la fre­cuencia de ingestas se­manales de Betsabé y Jo­sé no son casos aislados. Cada vez más estudian­tes buscan saciar su ham­bre en la universidad y la cantidad de bandejas ser­vidas diarias se ha dispa­rado tanto en la UCLA como en la Universidad Experimental Politécnica (Unexpo).

En la Lisandro Alvarado el mayor incremento ha sido en la cena. Rosa Mendoza, supervisora del comedor central, in­forma a principios de año servían 700 bandejas en promedio. Ahora el balance diario no baja de 900 bandejas.

De forma proporcional han tenido que subir el pedido de comida, pues no pueden negarle el de­recho a ningún estudian­te. “Vienen a comer la misma cantidad de estu­diantes incluso cuando no hay proteico. Noso­tros esos días hacemos sopas de costilla o pollo para contrarrestar”, dice.

En la Unexpo el salto fue de mil 800 bandejas, cantidad servida hace un par de años, a las 2 mil 300 que se sirven ahora. El promedio semanal pa­só de 8 mil a 11 mil ban­dejas.

Estudiantes aseguran que la crisis alimentaria es factor determinante en esta alza. Quienes no tienen suficiente comida en sus casas saben que en la universidad tendrán un plato caliente se­guro. Ahí reside el valor que ven en la providen­cia. Es un derecho que defenderán a capa y espa­da.

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