La vocación y el legado se fusionan para mantener uno de los oficios más antiguos de la humanidad, el de los barberos. Para los jóvenes que lo practican se convierte en una forma rápida para insertarse en el mundo laboral y para muchos adultos es una forma de lealtad al legado que se ha transmitido por generaciones en su familia.
Hablar del oficio en Barquisimeto hace recordar al señor José Genaro Pérez, quien en 1948 comenzó a cortar el cabello y afeitar la barba a hombres, ejerciendo el oficio hasta el año 2021, meses antes de su muerte. Comenta su hijo, el sacerdote Jesús Genaro, que la vocación le permitió cortar el cabello a más de 130.000 caballeros durante los más de 70 años trabajando.


Rafael Marcial y Rafael Simón Aricuco son hermanos y propietarios de la que ellos dicen es la segunda barbería más antigua de Barquisimeto, ubicada en la carrera 16 con calle 35, con fecha de inicio a finales de la década de los 50. Se trata de la Barbería San Juan, de la que ellos afirman que más que un establecimiento de estética para caballeros es la promesa de ellos hacia su padre de seguir con el oficio que sirvió para él obtener el sustento familiar y que ahora se extiende hasta la tercera generación.
«Mi hermano comenzó porque mi mamá se lo pidió para que ayudara a mi papá, y yo comencé porque fui rechazado en un empleo. Nos preparamos por seis meses en el INCE y de allí comenzó esta aventura, que si Dios nos permite lo cumpliremos hasta el final de nuestras vidas», dijo Rafael Marcial.
La juventud se ha interesado en el oficio de los barberos
Luego comenzó el boom de jóvenes barberos, la pasión por el oficio hasta en las aceras de la capital larense.
Jean Carlos Chirinos es un barbero de esos que se consiguen en las esquinas, en su caso en la de la calle 38 con carrera 19. Afirma que siempre tuvo el deseo de dedicarse al oficio porque lo vio como una oportunidad para desarrollar habilidades, como la precisión y la creatividad. Hizo un curso de un mes que inmediatamente le permitió trabajar y ganarse la vida con esta vocación.
«Es un oficio muy bonito, una práctica que se perfecciona con el tiempo y que sobre todo nos da el sustento diario. Cada día atiendo hasta ocho personas a cuatro dólares cada uno», dijo Chirinos.