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Al menos 12 especies de peces habitan la cuenca alta del Río Turbio

Desde hace más de dos millones de años, los peces han sido una fuente de proteína para la humanidad. Sin embargo, su importancia va más allá de su valor nutricional y económico. Estas especies son fundamentales para mantener el equilibrio en los ecosistemas. Hace una década, el doctor en Biología de la conservación de la UCLA, Douglas Rodríguez Olarte, llevó a cabo la investigación más reciente sobre ictiofauna que se ha hecho en la cuenca alta del río Turbio, y determinó que existían 12 especies de peces, entre sardinitas, bagres y corronchos. Acabando con las creencias de generaciones enteras que pensaban que el río que bordea Barquisimeto no albergaba ninguna forma de vida acuática.

Los peces han acompañado la evolución del planeta. Su presencia determina la calidad del agua, controla la diseminación de enfermedades y dispersan semillas que producen las plantas que garantizan el oxígeno. Además, permiten la vegetación en los bosques ribereños que acompañan el curso de las aguas.

La investigación de Rodríguez, quien además es profesor titular de la cátedra de Ecología del Departamento de Ciencias Biológicas de la UCLA y coeditor del Libro Rojo de la Fauna Venezolana, se presentó en febrero en 2024, y se tituló: “Gradientes, estabilidad y estado de conservación de peces en la cuenca alta del río Turbio, vertiente andina del Orinoco, Venezuela”. Lo realizó junto a la investigadora Margenny Barrios. Y se publicó en septiembre de ese mismo año en la biblioteca electrónica SciELO, de la Revista de Biología Tropical.

Las aguas del río Turbio llegan a una conurbación que se une con el río Buría, luego fluyen al río Cojedes, desembocan en el río Portuguesa, luego el río Apure, hasta llegar al Orinoco, cuenca hidrográfica que drena más del 80% del agua del país, y finalmente caen en el Atlántico.

El estudio de la UCLA se desarrolló durante el período de sequía y principios del período de lluvias en 2014, entre 900 y 1.000 metros sobre el nivel del mar. Justo en las aguas más transparentes (donde confluyen el río Claro con el Turbio). Y allí se determinó que la mayoría de estos peces son endémicos; es decir, no se reproducen en ninguna otra parte del mundo.

Este proyecto ayudó a determinar el estado de conservación de este río y su hábitat. Los vertebrados se encuentran detallados en la página web http://www.ucla.edu.ve/ en la sección Museo de Peces. Las variedades halladas fueron:

El Bryconamericus cismontanus (sardinita), de la familia Characidae. Mide seis centímetros. Tiene una mancha pequeña de color naranja ubicada en la parte dorsal del pedúnculo. Su cuerpo es delgado, ovoide (en forma de huevo) y alargado. Son plateados y con el dorso en una mezcla marrón y verde.

Su hábitat es la cuenca del río Orinoco. Prefieren áreas de corriente moderada, se alimentan de insectos en fases inmaduras y de semillas.

Otra de las especies es la Lebiasina erythrinoides (carpa criolla, carpilla). Puede alcanzar los 25 centímetros. Es color verde oliváceo en el dorso y tiene una llamativa línea clara entre amarilla o dorada que lo identifica. Está presente también en las riberas del Lago de Maracaibo, Sierra de Perijá y en cuenca del Orinoco, en Apure. Tiene una dieta basada en artrópodos terrestres (hormigas), flores, frutos, crustáceos y peces pequeños. Se alimenta de insectos que caen del bosque de ribera, por tal motivo su ausencia en algunos ríos ha sido relacionada con la pérdida del hábitat acuática, producto de la deforestación.

Se determinó la presencia de la Poecilia reticulata, (Gupi, sardinita, moli), del género Cyprinodontiformes. Mide tres centímetros. Las hembras duplican en tamaño a los machos. La coloración del dorso va desde oliváceo claro hasta crema pálido. Se han localizado también en el río Guaire, cuenca del Tuy.  Su distribución original comprende los ríos costeros del centro de Venezuela. Se encuentra en las planicies y piedemonte. Son omnívoros con tendencia a ser carnívoros. Tiene un papel controlador de larvas de mosquitos.

Este trabajo científico localizó la especie Rhamdia quelen (Bagre negro, Bagre). Alcanzan los 37 centímetros. Su cabeza es ancha y más oscura que el cuerpo. Su cuerpo es gris. Se encuentra en todas las cuencas locales, sobre todo en la del Lago de Maracaibo y los ríos costeros de Falcón. Comen peces, pero también crustáceos e insectos. En muchos ambientes llegan a ser el depredador más grande del ecosistema. Las comunidades, históricamente lo han pescado para su subsistencia y comercializarlo.

La Farlowella acus: (Corroncho Palito), de la familia Loricariidae. Vive en aguas poco profundas en los ríos circundantes de Venezuela. Es un pez palo que imita la vegetación, se alimenta de algas y madera en descomposición. Actualmente se encuentra amenazado por la contaminación y deforestación. Han sido reportadas en la categoría de amenaza vulnerable en la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (Libro Rojo de la Fauna Venezolana, 2008). Se ha localizado también en los afluentes de la costa oriental del Lago de Maracaibo.

El Trichomycterus cf arleoi (bagre sanguijuela de Yaracuy), del género Trichomycteridae. Alcanza los siete centímetros. La cabeza y ojos son diminutos, mientras que el cuerpo es alargado y casi cilíndrico. Presentan manchas oscuras de tamaño variado. Se han localizado también en el río Yaracuy. Son carnívoros. Se estima que es una especie tolerante a la pérdida de la heterogeneidad del hábitat, siendo posible observarla en ríos intervenidos.

En la lista de los 12 peces están los Creagrutus taphorni, Chaetostoma dorsale y Chaetostoma sp, el Hypostomus plecostomoides, el Batrochoglanis raninus y el Trichomycterus sp. “Turbio” Trichomycteridae. De estos peces no hay mucha información, incluso no tienen un nombre definitivo, hace falta más investigaciones y taxónomos para descubrir más sobre la ictiofauna de este río.

Una muestra de cada uno fue capturada para su análisis en laboratorio, e integran la colección de peces del Museo de Ciencias Naturales de la UCLA.

Población de peces pudo haber variado

Con esta investigación, el profesor de la UCLA, Douglas Rodríguez Olarte, logró llegar a una conclusión: que el río Turbio es uno de los más perturbados y contaminados de Venezuela, porque sobre sus aguas se han vertido desde hace casi 100 años los efluentes urbanos, industriales y agrícolas de la ciudad que es poblada por 1.2 millones de habitantes. Lo que ha sedimentado sus cauces y destruido sus bosques ribereños o de galería.

La ictiofauna localizada pudo haber variado con los años por el efecto del cambio climático, que es un factor clave en el aumento de la sequía que afecta los ríos y la distribución de los peces, por lo que es posible que se haya reducido la presencia de estas poblaciones en la parte alta del río Turbio.

Actualmente no hay estudios recientes para determinar si todavía estos animales acuáticos existen o han desaparecido por la contaminación.

“Si queremos estudiar la población de peces en el Turbio, tenemos que hacer muestras estandarizadas, periódicas, para comparar el número de individuos por especie en el tiempo. Y así podríamos decir cuántos hay, de cuál especie y si se encuentra mal o bien. Eso no se ha hecho más porque no hay recursos y no hay programas de conservación dedicados en la actualidad”, comunicó Rodríguez.

Sostiene que sólo a través de los estudios de conservación de los hábitats fluviales se pueden desarrollar programas de manejo que permitan la protección de estas especies.

“En el Turbio viven unos corronchitos pequeños, peces que viven en las corrientes y que están asociados a los bosques de ribera. Los bosques de ribera son muy importantes para la vida acuática, porque proporcionan semillas, raíces, insectos que comen los peces. Cuando estos bosques desaparecen, no hay fauna y no hay ríos, porque son los que mantienen el nivel freático (disponibilidad del agua). En consecuencia, cuando nosotros vemos una imagen satelital del río Turbio, vemos una gran deforestación que se ha incrementado ampliamente en los últimos años”, denunció.

Alega que la tala y quema de la vegetación alrededor de la orilla del río deja un pronóstico muy negativo para Lara. “Al no haber políticas de conservación de las cuencas hidrográficas que manejen estrictamente la conservación de los ríos, es agua dulce que se pierde, pero también es vida que se pierde”,  exclamó.

Enfatizó que el Turbio es un “peligro sanitario” para toda la población de Iribarren y Palavecino, porque va recibiendo las cloacas de todo Barquisimeto, esa agua va drenando por el valle y las sabanas, hasta llegar al río Cojedes que también tiene una alta tasa de contaminación. “En el río Cojedes la gente pesca y esos animales vienen con magnificación de plomo en los tejidos, en su carne. El río se está vengando. La paradoja es que nos estamos comiendo lo que nosotros le estamos mandando al río. Cuando la gente compra pescado aquí, que viene del río Cojedes, se está comiendo lo que nosotros desechamos”, exclamó.

Las poblaciones de agua dulce son las que han sufrido el mayor declive o extinción que se ha dado en el mundo en los últimos 50 años. Así lo determinó el Informe Planeta Vivo 2024, publicado el 17 de octubre, por el Fondo Mundial para la Naturaleza, al alertar que se ha reducido el 85% de estas especies.

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Ana Uzcátegui

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