Entrar a la comunidad El Peñuzco implica transitar por una carretera de tierra que la convierte casi en una zona rural de Palavecino. El polvo se levanta a medida que se avanza entre los linderos de fincas. Así se llega a donde residen 80 familias que aspiran se agilice el proyecto de la caja de agua, para dejar de depender del buco que atraviesa el sector. Además, claman por asfaltado, servicios de aguas servidas y alumbrado público, para tener mejor condiciones en esta comunidad que da la bienvenida a Cabudare por la avenida Ribereña, desde Barquisimeto.
Antes del distribuidor Bellas Artes, se cruza a la derecha y a pocos metros está la pequeña capilla Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, modesta, para celebraciones con pocas personas, con un concepto artesanal que incluye imágenes católicas talladas en madera. Se continúa por la calle principal de este sector que tuvo sus primeras familias hace poco más de 60 años. Sus pobladores se quejan de la fuerte sequía, debido a tanta exposición al polvo.
Además, el señor José Zambrano dijo que el asfaltado es una materia pendiente. «La vialidad se está perdiendo en algunos tramos, se hace difícil transitar, muchas veces a consecuencia de las lluvias», precisa recordando el trayecto que comunica directamente con Agua Viva.
Familias exigen servicios básicos
Dijo que se debe instalar la red de cloacas para evitar que las familias deban resolver con la construcción de pozos sépticos en los solares de sus casas.
Tanto Zambrano como su esposa Audy Valera confirman el alivio que sienten desde el pasado mes de noviembre, cuando desde la Alcaldía de Palavecino les anunciaron la pronta construcción de la caja de agua. Los habitantes anhelan contar con la conexión al acueducto lo más pronto posible y tener la tranquilidad de disfrutar de este servicio, sin la compra obligada de botellones para el consumo.
Desafíos en el día a día
Se tiene el caso de la señora Pastora Coromoto Rodríguez, quien ha crecido en esta comunidad, donde vivían sus abuelos y le toca buscar el agua del buco que pasa al frente de la plaza de esta comunidad. Su casa está al fondo y la batea se encuentra sobre tres cauchos. Ese no solamente es el lugar para lavar la ropa de sus familiares, sino las piezas ajenas de los vecinos, lo cual le sirve de sustento al ganar $10 por lavar 14 prendas, incluyendo sábanas.
Ella admite que se acostumbró a las dolencias de espalda, de agacharse varias veces para poder sacar con un pote el agua superficial del buco y manteniendo el pulso, porque si llega a hundirlo, el agua se ensucia del barro del fondo. «Al menos nos apoyan con algunos recipientes para el consumo y estamos contando los días en que tengamos el agua fija», precisó y señaló que alrededor de dicho cauce suelen aparecer serpientes, siendo las corales las más comunes.
También esperan por el alumbrado público, porque hay varios trayectos a oscuras.