Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Han pasado 18 años desde que las primeras familias llegaron a la comunidad Guerrera Ana Soto, al oeste de Barquisimeto. Son casi dos décadas en las que sus habitantes han visto cómo los días pasan y quedan congelados en el tiempo, sin tener la opción de progresar y ver consolidados los diferentes servicios básicos que se encargan de elevar la calidad de vida de las personas.
Son tantos los problemas que enfrentan que no encuentran por dónde comenzar al momento de enumerarlos. Todos coinciden en que su principal dolor de cabeza es la falta de agua potable, situación que los mantiene viviendo como «camellos», desde hace poco más de seis meses.
«Nos toca buscar cisternas que ofrecen las pipas en 1 dólar, o sino caminar varias cuadras con carretillas para cargar algunos tobitos y poder gozar del vital líquido», cuenta la señora Yamileth Duarte, quien además comenta que su esposo desarrolló una hernia inguinal a consecuencia del esfuerzo que debe hacer para llevar el recurso natural a su hogar.
Menciona que comprar agua no es una opción, dado que el gasto representa un duro golpe al bolsillo y adquirirla es tener presente que dejarán de consumir algún alimento del día.
En este sector cuentan con las tuberías, pero por estas sólo sale aire. Atribuyen la culpa a la persona encargada de soltar el agua, pues aseguran que «no abre bien la llave».
Una situación similar es la que viven en materia de gas doméstico. Los vecinos alegan que a duras penas les venden las bombonas cada tres meses, situación que los ha obligado a recurrir a caracoles eléctricos que sobrecargan el servicio de luz y los amenaza con dejarlos a oscuras. Y es que ni siquiera eso poseen, se vieron en la necesidad de valerse de tomas ilegales del cableado que se ubica en la avenida principal.
Artefactos eléctricos, como neveras y televisores han pagado las consecuencias, pues las constantes fluctuaciones han acabado con ellos. Los vecinos dicen que les duele ver cómo pierden lo que con tanto esfuerzo y trabajo han logrado comprar.
A lo largo del tiempo, han hecho diferentes solicitudes ante los entes correspondientes, pero estos sólo les llegan «porgotero».
Aparte del servicio de aguas blancas, el exgobernador de Lara, Henri Falcón, aprobó la construcción de aceras para que las personas pudiesen movilizarse en medio del barro que cubre las calles cuando llegan los días de lluvia. No obstante, estas sólo fueron colocadas en la vía principal y en dos calles.
Habitantes dicen sentirse abandonados, y es que en medio de tanta calamidad que les toca enfrentar no ven luz al final del túnel, pues desde hace siete años quedaron estancados y sin ver avances en relación a las mejoras que debería tener como cualquier zona barquisimetana.
La falta de internet y servicio de Cantv es otro de los problemas que los aqueja. Para poder tener conectividad, dependen únicamente de los datos telefónicos, situación que no es nada rentable en comparación con los recursos que perciben.
Lo mismo sucede en cuanto al alumbrado público. Si no fuese por los vecinos que han instalado bombillos frente a sus casas, las noches fueran de terror. Y es que la penumbra arropa las calles y eleva su grado de peligrosidad ante la presencia de delincuentes.
Si bien detallan que los niveles delictivos han disminuido en la zona, dicen que sería prudente contar con la presencia de unidades policiales que realicen recorridos con frecuencia.
Hacen un llamado a las autoridades regionales a colocarse la mano en el corazón y tenderles la mano para terminar de ver consolidada la comunidad que tanto quieren.
Están nadando en basura
Ratas, culebras, zancudos y moscas son algunos de los animales que han proliferado en la comunidad a raíz de la enorme cantidad de basura que se acumula semana a semana, como consecuencia de la falta de aseo en el sector.
Las personas manifiestan que los camiones han dejado de pasar como lo hacían anteriormente. Ahora se dejan ver una que otra vez y cuando lo hacen, es sin previo aviso, muchos quedan con los deshechos en sus hogares.
Como una medida desesperada, algunos de los habitantes del sector se valieron de que la comunidad limita con el Instituto de Ferrocarriles del Estado (IAFE) y han comenzado a lanzar las bolsas hacia el otro lado de la cerca, esto con el objetivo de que el ente tome cartas en el asunto y en cualquier momento envíe un volteo que las recoja.
De igual forma, hay quienes prefieren atender la problemática por sí mismos y prenden en fuego las bolsas para poder librarse de la hediondez y la contaminación que desprenden.
Sin embargo, esta práctica coloca en situación de riesgo al resto de las personas que allí hacen vida, pues algunos han comenzado a presentar problemas respiratorios debido al humo que se termina metiendo hasta sus hogares y causa estragos.
Piden a Imaubar tomar cartas en el asunto.
Ranchos imperan en la zona
Tener una casa digna es el sueño de la mayor parte de las familias que viven en la comunidad Guerrera Ana Soto y es que para ellos es casi imposible decir que van a construir una casa, ya que sus recursos son limitados.
Si bien aceptan que el Estado ha edificado varias viviendas en el sector, estas no han sido suficientes para atender la demanda. Son contadas las familias que han logrado obtener una casa digna para resguardar a sus seres queridos. El resto sólo observa desde lejos con la esperanza de algún día contar con la misma suerte.
El paso del tiempo han deteriorado las láminas de zinc que fungen como paredes. En ellas se dejan ver huecos por los cuales se cuela el frío de las noches y la lluvia.
«Cuando llueve se me inunda todo. Lo peor es que no tengo para dónde agarrar», cuenta la señora Daisy, quien vive dentro de un humilde ranchito junto a su esposo y sus tres hijos.
La situación es tan crítica, que Daisy Peña ha tenido que amarrar las paredes entre sí, pues están al borde del colapso y en cualquier momento pueden venirse abajo, dejándola sin un techo donde dormir.
Algunos otros, como la señora Blanca Torres han decidido avanzar poco a poco y con la ayuda del adobe han intentado dar forma a una casa más resistente.
Trabaja junto a su esposo para construir por lo menos dos piezas, en las cuales tendrá la certeza de que no se caerán tan fácilmente.
«Mi esposo ya me hizo el molde, nosotros mismos haremos los bloques para ahorrar», dice.