Luis F. Colmenáres | LA PRENSA DE LARA.- Inmersos en un mar de carencias y necesidades es como viven las 20 familias que conforman la comunidad «Brisas de la Rotaria», en Quíbor, municipio Jiménez.
Este joven y populoso sector de apenas seis añ;os de fundado reúne en su haber una larga lista de problemáticas que golpean de forma agresiva la calidad de vida de quienes allí residen.
Nubes de polvo derivadas de la falta de asfaltado nublan la vista de quienes hacen vida en las viviendas de zinc y bahareque que con esfuerzo han sido edificadas.
La necesidad es tanta que es común ver a niñ;os trabajando con carretillas para botar las bolsas de basura de quienes residen en sectores vecinos, y por eso les pagan modestas sumas.
Entre las calles se observa un amplio número de mangueras negras que atraviesan la quebrada que los rodea y mediante las cuales intentan extraer agua desde las comunidades vecinas. No obstante, es un servicio deficiente y en ocasiones deben acudir a camiones cisternas que les ofrecen una pipa a cambio de 1 dólar con 50 centavos.
Wendy Tiapa es una de ellas, comenta que en el sector muchos deben decidir si comprar agua o comida, pues la mayoría no tiene cómo pagarle a los cisterneros.
«A veces nos toca pedir ayuda a los vecinos para que nos colaboren con un tobo porque la cosa está dura», declara.
En ese sentido, explica que hay casas en las que llega agua y otras en las que sólo sale aire por las tuberías. Por tal motivo, algunas familias incluso optan por ir hasta la casa de algún vecino que sí perciba el vital líquido para lavar la ropa.
Para ellos el vital líquido es una necesidad urgente y lo rinden como si se tratase de oro puro, es así como lo reutilizan para regar sus plantas.
Y es que ni siquiera existe la posibilidad de ir al bañ;o dignamente, ya que no cuentan con el servicio de aguas negras y un pozo séptico no está al alcance de todos.
«Aquí no hay cloacas y muy pocos han tenido la oportunidad de construir un pozo séptico. Lo más común es hacer las necesidades en bolsas o ir derechito hasta el monte», declara Wendy.
Tampoco tienen servicio eléctrico. Es común ver por todos lados cables entrelazados que se encuentran conectados a las vías principales; sin embargo, aseguran que las fluctuaciones son constantes.
«Yo perdí mi nevera con tantos apagones. Y es imposible decir que voy a poder comprarme una. Sería bueno que nos ayuden con algunos postes y transformadores para poder tener un servicio óptimo», dice Tiapa.
Los vecinos sostienen que con lo único que cuentan es con la bolsa del CLAP y las bombonas de gas que regularmente son distribuidas a través del consejo comunal.
Recuerdan que en una oportunidad fueron ilusionados con un supuesto proyecto, a través del cual les construirían una vivienda digna. Sin embargo, todo quedó en sólo palabrería y nada de acciones.
Afirman que si les otorgan por lo menos algunos materiales están dispuestos a poner manos a la obra y con sacrificio levantar las paredes del que sería el refugio de ellos junto a sus seres amados.
Otro dilema que no los deja tranquilos es la presencia de serpientes que constantemente los acechan y los obligan a dormir con un ojo abierto.
Mientras tanto, hacen un llamado tanto a la alcaldesa, Carmen Silva, como al gobernador, Adolfo Pereira, para que fijen su mirada en ellos y se coloquen la mano en el corazón para que de una vez por todas puedan palpar cada una de las necesidades que no los dejan vivir en sana paz.