domingo, 23 febrero 2025
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Se les cae el techo poco a poco

Daniela Valladares | LA PRENSA.- Cansada por la jornada laboral y arrastrando los pies, Wileidy Catarí abre el candado de su casa donde la esperan sus 3 hijos.¡Pofff! Cae en seco un bloque de cemento en el piso que le roza la ca­beza porque las bases de la estructura están débi­les y todavía espera que la reubiquen a un aparta­mento del conjunto Alí Primera.

Otras 7 familias viven en la misma situación y con láminas de zinc vie­jas y pedazos de madera improvisaron un techo para proteger sus enseres en un terre­no baldío de los aparta­mentos de Yucatán. En­tre esos des­taca una pequeña cocina eléctrica rodeada de pas­ta, arroz y mantequilla, un tanque azul de agua, algunos juguetes que tra­jo el Niño Jesús y una ca­ma que están en la pieza de 8 metros de largo por 4 de ancho donde vive Wileidy junto a su esposo y tres menores de edad.

La reubicación de estas 8 familias estaba pautada hace un año atrás. Los apartamentos del con­junto residencial Alí Pri­mera que fueron desalo­jados en julio del pasado año por engorde y uso in­debido estaban destina­dos para ellos. Pero en su lugar fueron instalados damnificados por las llu­vias del mes de noviem­bre.

Para Yusmary Lovera, otra de las refugiadas, criar a su pequeña de 4años de edad en estas condiciones resulta inhu­mano, pero ante la falta de un techo no vio otra opción.

El borde de las puertas está adornado por blo­ques y plástico para im­pedir que las ratas, cule­bras y sapos escondidos en los matorrales entren a las casas. Desde bebés hasta niños de 9 años de edad están en riesgo de ser picados por alguno de estos animales rastreros.

El servicio de aguas blancas y negras no funciona en esa parte del conjunto resi­dencial. Para asearse o ha­cer sus necesidades de­ben pedir el baño presta­do a sus familiares cerca­nos.

A través de una cone­xión ilegal de luz en el es­tadio de béisbol Alí Pri­mera consiguieron elec­tricidad. Hace seis meses fueron visitados por los amigos de lo ajeno, quienes apro­vechando la oscuridad pasaron raqueta en las humildes casas y se lleva­ron colchones, tanques de agua entre otros ense­res. Por eso ahora no se despegan de la zona ni un minuto; “no tenemos vida social”, reflexiona Yusmary Lovera ante los altos índices de inseguri­dad en su comunidad.

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