Daimar Díaz | LA PRENSA de Lara.- Los cortes eléctricos en Santa Eduviges, en el municipio Jiménez, son aplicados dos veces al día y por periodos de 5 y 6 horas cada uno, dejando a 30 familias sin el servicio por casi la mitad del día.
Dilcia Guédez, quién se dedica a la confección de prendas de vestir con sus propia máquina de coser eléctrica, ha tenido que dejar a un lado sus labores por la falta de electricidad, lo que implica un menor ingreso económico. «Aunque la situación está difícil, la gente sigue mandando a hacer la ropa porque sale más barato, pero sin luz no puedo trabajar«, expresó.
Con profundo lamento los habitantes comentaron que han perdido sus alimentos por no tener como refrigerarlos, y que han tenido que pedir ayuda en comunidades cercanas para poder guardar las medicinas que necesitan mantenerse en la nevera, ya que hay niños y adultos mayores que reciben tratamientos que no pueden dejarse en una alacena, como por ejemplo la insulina.
María José, una joven diagnosticada con epilepsia es uno de los casos que despierta preocupación, pues el calor la fatiga al extremo de causarle convulsiones. «Ella debe estar en un ambiente fresco pero la falta de luz aumenta el calor en la casa y la niña pasa el día inquieta y en ocasiones convulsiona», comentó su madre, Teresa Rodríguez.
Artefactos como televisores, microondas, ventiladores y bombillos han sido algunos de los artefactos que se han dañado con cada apagón, pues la falta de un cronograma de los cortes siempre los agarra desprevenidos.
«La luz se va todos los días pero en horas distintas, no nos da chance de apagar los aparatos» agregó Cristin Torrealba.
Otra de las complicaciones de los apagones es poder usar las cocinas eléctricas ante la escasez de gas doméstico. De allí, que los habitantes tengan que cargar leña y tenerla a la mano para poder prender el fogón.
«Hay que caminar para buscar la leña y cuando no conseguimos nos toca pasar hambre hasta que llegue la luz» manifestó Eduardo Mogollón.
Los cortes nocturnos son parte de la agonía de los vecinos de Santa Eduviges quienes deben mantenerse a oscuras porque el precio de las velas está por las nubes. «Gastar cinco mil bolívares por una vela es un lujo que no podemos darnos» aseveró Pablo Mariño, habitante del sector.