Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- A punto de quedar sin un techo están al menos 22 familias del sector Villa Montañés, ubicado en el barrio Macuto, al sur de Barquisimeto. Y es que las estructuras de sus casas amenazan con derrumbarse, pues fueron levantadas con barro y láminas de zinc.
Esta invasión que se dio hace más de 12 años, hoy por hoy se encuentra inmersa en un mar de carencias que hace que sus habitantes vivan un verdadero suplicio para poder mantener en pie los humildes ranchitos que con esfuerzo han levantado.
La falta de recursos económicos les impide poder comprar bloques, cemento y cabillas para reestructurar sus viviendas y evitar que de un momento a otro una tragedia marque sus vidas.
«Cuando llueve nos llenamos de miedo. Hay goteras por todos lados y corremos el riesgo de que las paredes se vengan abajo», narra con lamento Nayibeth Pérez, habitante de la zona.
Ese temor también se apodera de la señora Melisa Falcón. Hace poco menos de un año vio cómo las paredes de su casa colapsaron en medio de las fuertes lluvias que azotaron en esa oportunidad al estado Lara.
«Estábamos durmiendo y nos despertó el ruido que hizo. Gracias a Dios esta se fue hacia el lado de afuera y no hacia adentro porque hubiese aplastado a mis hijos que dormían pegados a la pared», detalla.
Poco a poco las tres familias que se vieron afectadas en esa oportunidad han ido recuperando el rincón que los refugia junto a sus hijos.
Aseguran que a pesar de estar dentro del consejo comunal del barrio Macuto, no dejan de sentirse marginados, pues no reciben ni la cuarta parte de los beneficios que llegan de parte del Gobierno.
«Sólo nos llega la caja CLAP. Para otros beneficios, como viviendas nunca nos toman en cuenta», dice Pérez.
Afirman que en múltiples oportunidades les han prometido la edificación de edificios, pero todo queda en promesas.
Sacan provecho de las tierra
En Villa Montañés, al sur de Barquisimeto, los residentes se han visto obligados a dedicarse a la agricultora, una solución que han encontrado para mitigar la dificultad de la compra de alimentos, pues este es un sector con elevados niveles de vulnerabilidad.
Sacan provecho de la fertilidad de las tierras y tienen siembras de cambur y auyama para el disfrute de todos.
Jaime Arteaga ha tomado el patio de su vivienda para sembrar plátanos y tener de cierta manera una reserva que le garantice a sus hijos el pan de cada día.
Aunque gozan del beneficio de bolsas CLAP, esta no llega de manera regular, por lo que deben idear la manera de asegurar que en sus hogares no falte el pan de cada día.
En algunas oportunidades, quienes siembran en sus casas intercambian sus cosechas.