La lagartija cornuda de Texas, un reptil que durante décadas fue parte del paisaje cotidiano del sur de Estados Unidos, enfrenta hoy un panorama crítico. Según informes de National Geographic, la combinación de un desarrollo urbano acelerado, la alteración de la vegetación nativa y la invasión de la hormiga de fuego ha llevado a esta especie al borde de la desaparición.
Este último factor es especialmente grave, debido a que las hormigas invasoras han desplazado a la hormiga cosechadora, el sustento principal de este reptil, dejando a las poblaciones locales sin alimento.
El valor de este animal trasciende lo biológico para convertirse en un pilar de la identidad texana. Declarado reptil estatal en 1993, su imagen adorna desde murales y patentes de vehículos hasta leyendas populares como la de «Ol’ Rip», la lagartija que locales cuentan sobrevivió décadas encerrada en una cápsula del tiempo.
Wade Smith, un granjero local, recuerda con nostalgia cómo en los años 70 era sencillo encontrar a estos «pequeños dinosaurios» en el campo, una realidad que se ha desvanecido con el tiempo pero que ha motivado una movilización social sin precedentes.
Ciencia y tecnología al servicio de la lagartija cornuda
El Zoológico de Fort Worth lidera la vanguardia de esta recuperación bajo la dirección de Diane Barber, curadora de ectotermos, perfeccionando las técnicas de cría en cautiverio basándose en estudios de temperatura y humedad realizados hace 25 años.
Desde 2017, este programa ha logrado hitos significativos al liberar aproximadamente 1.650 ejemplares en hábitats protegidos. Cada cría recibe cuidados intensivos antes de su puesta en libertad para asegurar que posean la variabilidad genética y el desarrollo físico necesario para sobrevivir.
Para monitorear el éxito de estas liberaciones, expertos de la Universidad Cristiana de Texas (TCU) colaboran en la Mason Mountain Wildlife Management Area, una reserva que abarca 2.225 hectáreas. Utilizando etiquetas armónicas y tecnología de radiofrecuencia, los investigadores rastrean los movimientos de los reptiles para identificar las zonas más seguras.
Los resultados actuales son alentadores: se han documentado al menos 25 nacimientos en estado silvestre provenientes de ejemplares reintroducidos, confirmando que la especie está empezando a reproducirse por cuenta propia en la naturaleza.
El compromiso de la comunidad texana
Un factor decisivo en este proyecto ha sido la participación de la sociedad civil. Debido al fuerte vínculo afectivo con la lagartija, existe actualmente una lista de espera de propietarios de tierras y estancieros que desean ofrecer sus fincas privadas para futuros programas de reintroducción. Este apoyo comunitario es vital para expandir el alcance de la conservación más allá de las reservas estatales, permitiendo que la especie recupere terreno en propiedades que históricamente fueron su hogar.
A pesar de los avances, los especialistas advierten que aún queda trabajo por hacer para perfeccionar la gestión ecológica y garantizar que el hábitat sea el adecuado a largo plazo. No obstante, la sinergia entre la ciencia rigurosa y el sentimiento de identidad de los habitantes de Texas ha encendido una luz de esperanza.
El objetivo final es claro: restaurar el equilibrio natural para que las futuras generaciones puedan volver a maravillarse con la presencia de este icónico reptil en los campos del estado.