LA PRENSA DE LARA.- HACE 53 añ;os (10-02-70) un rolling saltarín de Gustavo Gil por el medio del campo empujó desde tercera en el inning once a Dámaso Blanco con la victoria sobre Ponce de Puerto Rico, 4-3, para obsequiarle a Magallanes y a todo el país su primera Serie del Caribe en la historia de un evento que volvía por sus fueros tras once calendarios de ausencia en los diamantes regionales. Estaba a reventar el parque de la Ciudad Universitaria en esa noche festiva. Era este columnista un periodista-narrador que hacía sus primeros intentos en la bella profesión. Observábamos el grato instante desde la caseta de transmisión de Radio Rumbos, la poderosa señ;al que atrapaba la atención de los venezolanos en cualquier parte de la geografía nacional. La voz principal del circuito era emitida por la garganta del inmortal Delio Amado León y le secundábamos en la descripción de los encuentros. Se había terminado la sequía que hubo en la primera fase de la justa, dominada abiertamente por los cubanos, quienes totalizaron siete de las doce coronas en disputa, antes del paro entre 1960 y 1970. No acudió la representación de la isla antillana porque los enredos políticos lo impedían… AHORA vivimos el renacimiento de la competencia en la misma ciudad que más de cinco décadas después recibe no a tres sino a ocho concursantes en la apertura más atrevida que haya tenido el clásico en ese memorial escrito desde 1949… EL evento lanzó sus primeros fuegos ayer con características espectaculares. Se iniciaron las actividades conjuntamente con la inauguración del parque más fastuoso que haya tenido América Latina. La cantidad de participantes le proporciona un espectro singular a esta cita entre naciones que tienen al beisbol como una de sus atracciones de más relieve.
REPÚBLICA Dominicana parte como favorita por razones obvias. Los Tigres del Licey — 23 títulos caseros, 10 cetros caribeñ;os — siempre traen figuras resonantes propias de una nación que tiene al béisbol como fuente principal en varios aspectos. Adjudicarles la primera opción es mero oficio periodístico. Pero hace un añ;o en el mismísimo parque «Juan Marichal», Colombia les venció por 4-1 en el juego decisivo, lo que fue una sorpresa de marca mayor. Además, hemos aprendido que en series cortas todo puede pasar. Uno se pregunta que trae, por ejemplo, Curazao, y cómo se ha estructurado, verbigracia, un equipo siempre lleno de raigambre y poderío como el cubano. Serán siete días de fuste en una ronda eliminatoria sin reposo, agotadora, presta para clasificar cuatro a semifinales. Insistimos en la interesante complejidad del evento montado en dos estadios que la pelota nuestra siempre soñ;ó con tener a disposición, sin imaginarse las dimensiones del coso de La Rinconada, una obra que contrasta abiertamente con la realidad del país que ahora mismo tenemos.
CUALQUIER homenaje que se le rinda al Padre de la Patria es merecido, propio de una nación agradecida. Salomónicamente, tras dos anuncios previos con personajes de la política y el deporte, se ha decidido que el rozagante estadio nuevo de Caracas lleve el nombre del Libertador, algo que nadie puede rechazar. Simón Bolívar está en todas partes, como debe ser, aunque a veces uno sienta que lo utilizan en banalidades. O es un recurso cuando existen diferencias marcadas en los criterios… UN escenario deportivo, creemos, debe llevar el nombre de un atleta famoso en su especialidad. Es lo justo, merecido, lógico. Si antes pensaron en Isaías «látigo» Chávez ¿;Por qué al final no barajaron, por ejemplo, la figura de Luis Aparicio, nuestro deportista del siglo veinte, miembro del salón de la fama de Cooperstown? Así se ha hecho con Juan Marichal en Quisqueya, Roberto Clemente en Puerto Rico, Rod Carew en Panamá y muchos eximios deportistas que enorgullecen a sus países. Para nuestro Bolívar inmenso hay muchas otras deferencias de todo tipo. Será que Aparicio, o Alfonso Carrasquel, o Miguel Cabrera, o Andrés Galarraga, y tantos más necesitan de una filiación política para merecer la designación. Y eso de andar lanzando nombres para luego retirarlos ha sido muy feo, con los hoy desaparecidos y con sus admiradores. Al igual que la maravillosa inclinación por Simón Bolívar, uno de los nombres antes citados habría encajado perfectamente en el nuevo monumental. Estamos seguros que la colectividad aplaudiría frenéticamente una propuesta que hubiese favorecido a Luis Aparicio, cuyo nombre no aparece en ninguna estructura deportiva de importancia en nuestro país — el de su padre sí, en Maracaibo — y reúne todas las virtudes de atletay ciudadano. Ajá, y que sepamos, el Junior número 11 no tiene filiación política. Es solamente una inquietud. ¿;Ustedes qué creen
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