Los anhelos de Román Antonio Granados Crespo, un pelotero que representó al estado Lara, no llegaron a concretarse, un disparo en la cabeza apagó su vida hace 33 años. El crimen del pelotero ocurrió en la urbanización El Recreo de Cabudare, municipio Palavecino de Lara.
Aquel 11 de abril de 1992, en la madrugada, el pelotero estaba en el estadio «La Chata» y a eso de las 3:00 a.m. decidió irse a su casa en El Recreo. A bordo de su carro, vio a lo lejos como dos delincuentes estaban en el patio tratando de violentar una de las puertas, detuvo el vehículo en medio de la calle y los hampones, al ser sorprendidos, escalaron la cerca y cayeron a la acera para luego huir.
En ese momento, el deportista salió corriendo para perseguir a los delincuentes, pero uno de ellos sacó un revolver y disparó contra él. Los vecinos se despertaron sobresaltados, pues escucharon varias detonaciones, pero solo un disparo alcanzó al pelotero.


El proyectil le impactó en la cabeza, con entrada en la región temporal derecha, entre la frente, el oído y la mejilla, y salida en la región posterior izquierda de la cabeza. Los hombres luego de cometer el hecho salieron corriendo y se desaparecieron de la zona.
Un vecino que iba pasando, al ver al pelotero tirado en el piso corrió a auxiliarlo, lo montó en su carro y lo trasladó hasta el ambulatorio de Cabudare, pero debido a la gravedad fue referido al Hospital Central Antonio María Pineda, pasadas las 4:00 de la madrugada.
El estado de Román era crítico, los médicos decidieron someterlo a una cirugía para poder salvarle su vida, pero no lo lograron, a las 6:25 de la mañana murió.


Tras conocer la muerte del pelotero, los funcionarios de la Brigada Contra Homicidios de la Policía Técnica Judicial (PTJ) se trasladaron hasta el sitio del suceso para hacer las experticias y colectar evidencias. Estuvieron en la escena del crimen hasta alta horas de la noche y no lograron encontrar nada de interés criminal.
¿Quién lo mató?
La pregunta que se hacían todos los de la urbanización era quién había sido el responsable de la muerte del deportista, los funcionarios estaban enfocados en ubicar a los homicidas.
Román era muy conocido en el mundo deportivo y era destacado en el béisbol y el Sóftbol «AA» de Lara, representando al estado en varios eventos nacionales. Muchos recuerdan que a pesar de ser zurdo llegó a jugar tercera base y fue catcher.
El pelotero también formó parte del equipo de la antigua galletera El Avila.
Horas después de la muerte del deportista, los funcionarios comenzaron a entrevistar a los vecinos, pero poco fue lo que les pudieron decir porque a la hora que ocurrió el crimen muchos estaban durmiendo.


Tanto la familia como los amigos y vecinos pidieron justicia por su muerte, pues el deportista, a sus 37 años de edad, había trabajado mucho para cumplir sus sueños.
No dejaba a un lado su amado deporte, pero tenía que mantener a su esposa e hijos, por eso vendía prendas y de hecho se conoció que los delincuentes ingresaron a la casa, aparentemente, porque buscaban toda la mercancía que él recientemente había comprado.
Luego que los uniformados supieron de la reciente compra que había hecho el pelotero, las investigaciones fueron dando hipótesis de que se había tratado de un robo, pero faltaba lo más importante, conseguir a los responsables.
Tercera vez
Era la tercera vez que atacaban al pelotero en su casa, en una casi matan a su esposa y a él mismo, porque lo hirieron en un brazo cuando se defendió.
En esa oportunidad, el delincuente tenía a su esposa entre los brazos y lo amenazaba con matarlos, pero él se les enfrentó para defenderla y fue cuando resultó herido.
Las heridas de Román no fueron de gravedad, pero sí sintió temor por su familia.
Cuando ocurrió el homicidio, funcionarios y vecinos contaron a los medios de comunicación de la época, que posiblemente el pelotero estaba cansado de que ingresaran a su casa para robarlos y por eso persiguió a los delincuentes.
«Fue una víctima de la descomposición social del país, consecuencia de la inexistencia de una política policial preventiva», dijo para ese momento un habitante a los medios de comunicación.
Las horas pasaban y aunque los funcionarios sabían que el crimen había sido por un intento de robo, aún no lograban dar con los criminales. Algunos decían que se trataba de adolescentes.
Cuatro días después del crimen del pelotero, los funcionarios de la Brigada Contra Homicidios lograron identificar a los tres presuntos responsables.


Freddy Gallardo, quien para ese año era el jefe de la PTJ en la región centroccidental, informó que los funcionarios no descansaron para dar con los culpables, pues estaban en presencia de un asesinato que fue repudiado por toda la comunidad.
Para ese año, se supo que los investigadores armaron el rompecabezas e hicieron descarte de varios sospechosos hasta llegar a un círculo pequeño donde se obtuvo la identificación de los señalados como los culpables.
Luego de una intensa búsqueda el 19 de abril de 1992 lograron detener a un adolescente de 17 años de edad y un adulto de 19 años apodado «Neno».
La PTJ dio a conocer que estos dos hombres, residenciados en el barrio Terepaima, fueron los responsables de ingresar a la vivienda para tratar de hurtar.
Durante el procedimiento, los funcionarios lograron ubicar un revolver calibre 38, arma implicada en el homicidio y que fue hallada en un terreno baldío, dentro del codo de una tubería plástica.
También recuperaron una cámara fotográfica que era propiedad de Granado y que había sido hurtada en otro hecho, que se cometió en la vivienda del pelotero.
Los uniformados también detallaron que el adolescente fue usado por los delincuentes como «campanero», es decir, estaba en un sitio estratégico que le permitió detectar la llegada del dueño de la casa y alertar a los que estaban dentro cometiendo el hurto.
Además, había un tercer implicado de 19 años quien no fue detenido, pero sí existió una solicitud a nivel nacional. LA PRENSA trató de indagar más a fondo sobre él, pero no hay mayores detalles.


Comunidad deportiva lo despidió a lo grande
A medida que las investigaciones por el crimen de Román iban avanzando, sus familiares y amigos le daban el último adiós y lo despedían por todo lo alto.
El ataúd del pelotero fue llevado hasta el estadio «Chino Canónico», como muestra de lo que fue para él ese escenario, parte importante de su vida y destacada labor de este pelotero.
Luego fue trasladado al Estadio Daniel Calles, ubicado en la urbanización El Obelisco, que según contaron sus amigos, él ayudó a sacar adelante esa instalación, en una labor en conjunto con los habitantes de esa zona.
Finalmente, el cuerpo fue trasladado hasta el Cementerio Nuevo, ubicado en la avenida Florencio Jiménez, lugar en el que reposan sus restos, donde sus compañeros le rindieron un sentido homenaje.


Hampones azotaron El Recreo por años
No era la primera vez que en El Recreo robaban o hurtaban, esto se había vuelto repetitivo para las personas de la comunidad, sin embargo, pocos se atrevían a denunciar y solo decían que se trataban de «rateros».
La gota que derramó el vaso fue el crimen del pelotero y aunque muchos abiertamente dijeron de los múltiples hechos delictivos, pocos quisieron colaborar con las autoridades para ubicar a los maleantes.
De hecho, a Román era la tercera vez que el hampa ingresaba a su casa para llevarse sus cosas de valor y eso fue el detonante para que la víctima persiguiera a los criminales, pero todo terminó con su muerte.
Para ese año, 1992, los vecinos comentaron a periodistas de la época, que les resultaba difícil vivir en esa zona, pero que no tenían otro remedio que permanecer allí y solo pedían a las autoridades que desplegaran a los funcionarios de los cuerpos de seguridad para que no le dieran tregua al hampa.
En esa época, El Recreo era una zona muy alejada de otras comunidades, estaban parcelas sin habitar y con mucha maleza, pero con el pasar de los años el sector se fue poblando y la inseguridad bajó, sin embargo, el temor de ser un blanco de la delincuencia todavía está latente para los vecinos, que recuerdan el caso.
Incautaron objetos en la casa
Los funcionarios de la antigua PTJ incautaron como evidencias algunos objetos que llevaban los delincuentes, entre esos un cuchillo, una linterna, un revolver calibre 38, una cámara y unos zapatos.
Los dos pares de zapatos incautados, los que fueron hallados dentro de uno de los cuartos de la casa del pelotero, se determinó que pertenecían a los delincuentes que ingresaron a la vivienda.
Todo lo incautado quedó detallado en el expediente y los dos detenidos fueron llevados a Tribunales por el delito de homicidio y luego de ser imputados pasaron a juicio.