Sucesos

Masacre de «Uribana», 12 años y una huella que no se ha borrado

Doce años han pasado desde que en la antigua cárcel de Uribana ocurriera una de las masacres más sangrientas de la historia penitenciaria de Venezuela. Aunque los años transcurren, las heridas están abiertas para quienes lograron sobrevivir a ese hecho y destacaron que las huellas aún no se han borrado.

El amanecer del 24 de enero de 2013 no prometía ser un día tan trágico. La decisión de llevar a cabo un operativo sorpresa para desarmar a los reclusos del Centro Penitenciario de Occidente, cárcel conocida como Uribana y reconocida por ser una de las más violentas del país, desató un enfrentamiento que se convirtió en un baño de sangre.

Un exrecluso y sobreviviente a la masacre, recuerda ese día como si fuera ayer. Al cerrar los ojos dice que de inmediato se le viene a la mente cómo caían sus compañeros heridos a su lado, pero al mismo tiempo ve a muchas personas correr buscando salvar sus vidas.

El sonido de los gritos y las ráfagas de tiros es algo que todavía lo perturba. Ese 24 de enero lo dejó marcado para siempre, y es que el recluso contó a defensores de derechos humanos del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), que ese día tenía de frente a un contingente de funcionarios con armas largas, tanquetas y «ellos sin ninguna contemplación disparaban contra un grupo de hombres que estaban en el campito desarmados y en ropa interior».

Ese año se conoció que el operativo se trataba de una requisa y conteo de privados de libertad, pero que terminó con la muerte de 65 personas, entre ellas 62 reclusos, dos pastores evangélicos y un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), además de 120 presos heridos y el penal totalmente desalojado.

Las secuelas de la «masacre de Uribana» van más allá de las cifras oficiales. Los sobrevivientes han tenido que cargar con un peso emocional en sus vidas de manera indeleble, traumas psicológicos y la constante lucha por recuperar una vida normal, son sólo algunas de las consecuencias de haber vivido ese terror.

El equipo del OVP resaltó que una serie de hechos violentos habían hecho que la opinión pública hablara de lo que sucedía dentro del penal. Se dijo que Iris Varela, quien entonces era ministra de Asuntos Penitenciarios, supuestamente, había hablado con los «pranes» de Uribana y acordaron que se haría una requisa en la que entregarían parte de sus armas y además serían contados los reclusos.

«Ese acuerdo fue pactado entre el Gobierno y los pranes. Al llegar el día, todos los presos accedieron a formarse en la cancha, a la que llamaban «campito», pero antes de eso uno a uno eran sometidos a una revisión corporal por parte de los funcionarios», contó personal del OVP.

La masacre que cambió todo

Por mucho tiempo, en la mente de familiares de detenidos había la interrogante ¿qué pasó?, ¿por qué todo fue tan violento?, y una década después, algunos de los sobrevivientes se atrevieron a hablar.

Ese día, cuando ocurrió la masacre, estaban en el «campito» a todos los reos los tenían agachados, esperaban que revisaran las celdas, pero uno de los detenidos se quedó dormido en una celda del área media, en eso el director de «Uribana» entró a buscarlo y al sacarlo comenzó a golpearlo y la población penitenciaria comenzó a gritar para defenderlo.

Pero al notar que el director no lo soltaba, los presos agarraron piedras y se pararon, pero recuerdan que un guardia disparó contra el grupo y ya no hubo vuelta atrás. Los detenidos trataban de salvarse y muchos corrieron a refugiarse en las torres, pero otros decidieron sacar las armas de las «caletas» para enfrentar a los militares.

El tiroteo se extendió por horas. Comunidades vecinas comenzaron a comunicarse con familiares para informarles que el penal estaba tomado y que se escuchaban muchas detonaciones, el panorama no pintaba nada bien.

Bastó un par de horas para que los familiares llegaran a los alrededores del penal, pero los militares tenían tomada casi que toda la avenida del Internado Judicial.

La angustia se apoderó de los familiares, en su mayoría mujeres. A cada rato sonaban los celulares y algunos de los presos se comunicaron para despedirse por si algo les pasaba.

«Nos están matando como animales», fue una de las conversaciones que tuvo un recluso con su pareja y que LA PRENSA pudo conocer para ese momento. Allí el reo, en medio del desespero, le explicaba que adentro la cosa estaba muy fea y que estaban requisando hasta los «lugares sagrados»; es decir, donde se congregaban los pastores, quienes eran líderes positivos.

Los militares que estaban adentro le dieron una orden a los que estaban en el cordón de seguridad y era que tenían que desalojar la vía porque iban a sacar a guardias heridos hasta el Hospital Central Antonio María Pineda.

Los guardias comenzaron a sacar a algunos reos heridos, pero a la Emergencia llegaban graneaditos. Grupos de familiares llegaban al hospital para conocer sobre sus familiares, pues sabían que estaban heridos.

Según la cobertura de LA PRENSA para ese año, algunos reos eran ingresados a la Emergencia ya muertos y otros estaban en muy mal estado.

Ese día, al mediodía iban más de 50 presos heridos que llegaron a la Emergencia, pero los familiares le gritaban a los militares que necesitaban la lista de muertos y heridos para saber el destino de sus detenidos.

A las 7:00 de la noche sólo se conocía sobre la identidad de 11 reclusos muertos, pero horas y días después la lista se fue engrosando hasta llegar a más de 60.

«A 12 años de la masacre en la cárcel de Uribana, los responsables siguen libres. Desde el OVP lamentamos profundamente que esta masacre continúe impune, pero recordamos que los crímenes de lesa humanidad no prescriben», fue parte del comunicado de la ONG.

Dos meses antes Ministra anunció requisa

La intervención de Uribana fue anunciada dos meses antes. El 24 de noviembre de 2012, Iris Varela, que para ese entonces era ministra penitenciaria, se trasladó hasta Uribana para colocar la primera piedra que daba inicio a la fundación de la Comunidad Penitenciaria Fénix.

Los reclusos de Uribana comenzaron a disparar en contra de los que estaban en la construcción haciendo la inspección e hirieron a un obrero. 

Dicen que este problema hizo molestar a la Ministra y, supuestamente, dijo que «se le acabó el tiempo a las ‘mafias’ en Uribana», y primero decidió suspender visitas y luego anunció que se llevaría a cabo una requisa profunda para desarmar a todos los reos. 

Ese mes, para los reclusos fue de un ambiente tenso, los familiares denunciaron que el pase de paquetes se había endurecido para ellos, además el suministro del agua era interrumpido. A la cárcel llevan agua por cisternas.

«Un adiós sin despedida»

Un hecho que sigue indignando a los familiares de las víctimas es que muchos de los reclusos muertos fueron enterrados en fosas comunes, sin identificación y en condiciones que atentaron contra la dignidad humana.

Los familiares, por años, denunciaron que desde el primer día enfrentaron hermetismo oficial y la incertidumbre, recuerdan cómo el sistema no sólo les negó la justicia, sino también que «fue un adiós sin despedida».

Se supo que las condiciones de la morgue del Hospital Central Antonio M. Pineda y el hacinamiento de cadáveres llevaron a las autoridades a ordenar entierros masivos en fosas comunes del cementerio municipal de Barquisimeto, supuestamente, bajo el argumento de que muchos cuerpos no habían sido reclamados a tiempo.

Organizaciones de derechos humanos, como el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), denunciaron que muchas familias no pudieron reclamar los cuerpos debido a la falta de recursos para realizar las identificaciones, en muchos casos les exigieron exámenes de ADN que las familias no podían costear, lo que llevó a las autoridades de tomar la decisión.

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Euseglimar González

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