Euseglimar González | LA PRENSA de Lara.-& ;& ;La masacre de la cárcel de Uribana es considerada una de las más sangrientas y grandes de la historia de Venezuela. El 25 de enero de 2013 lo que sería la revisión, conteo y requisa, desencadenó una matazón, que terminó con 63 personas muertas, entre ellos dos pastores evangélicos y un GNB, además de más de 100 heridos.
Esa mañana del 25 de enero la requisa estaba anunciada por el mismo director del penal e incluso negociada con «los pranes». Los funcionarios pretendían buscar hasta «debajo de las piedras» todo lo que generara violencia dentro de Uribana.
Los reclusos estaban en el medio del campo deportivo, agachados, rodeados de dos cordones, uno por el Grupo de Respuesta Inmediata y Custodia (GRIC) y el otro de funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y hasta tanquetas de la GNB se encontraban en el lugar.
Al parecer los reclusos de las áreas Media y Máxima se negaron al ingreso de los funcionarios porque estaban armados. Ese habría sido el detonante entre presos y militares. Aunque otra de las versiones indica que el maltrato del otrora director de Uribana hacia un privado de libertad, hizo que los reos se amotinaron.
El caos comenzó y la angustia de los familiares, que estaban afuera, iba a la par, pues las detonaciones no paraban. Algunos reclusos se comunicaban con sus familiares por teléfono para decirles lo que estaba ocurriendo dentro del penal. Eran muchos heridos, entre funcionarios y presos.
Ese día el Hospital Central Antonio María Pineda colapsó, todos los reos heridos fueron llevados a la emergencia, allí murieron varios luego de ser ingresados, mientras que en el penal estaban otros cuerpos.
Tras la matazón, el Ministerio Penitenciario informó que harían «limpieza» y desalojarían a todos los reclusos de Uribana y así fue, los reos fueron trasladados a otros penales del país.
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