José D. Sequera | LA PRENSA.- Su cama siempre tendida ya no está, pues en su lugar hay un mueble. El usual ocupante de esa cama, Yoinier Javier Peña Hernández (28) tampoco está: hoy, hace un año murió tras batallar por 54 días con una herida de bala infectada que le propinaron en medio de una protesta antigubernamental, en la avenida Florencio Jiménez con la avenida La Salle.
Ataviada con un vestido verde y con las manos cruzadas sobre sus piernas, Yaneth Hernández, la madre de “Jujú” -como conocían cariñosamente a Yoinier-, dice que sólo espera por la justicia divina. “El gobierno no hará justicia a la muerte de mi “’Yoi, de lo contrario hace tiempo lo fuese hecho”, comenta con voz quebrada.
Mientras revisa las fotos de Yoinier en su celular, Yaneth lamenta que a un “ángel” como él le pasara algo así. “Él tenía parálisis cerebral desde la infancia, era un ser inocente y lleno de bondad”, mantiene ella a la vez que lágrimas caen por sus mejillas sonrojadas.
“Jujú” fue herido el 10 de abril del año pasado más allá de las 8:00 de la noche cuando quedó en medio de una lluvia de balas que provenían presuntamente de una camioneta roja perteneciente a supuestos grupos colectivos chavistas.
Se suponía que estaba volviendo a su casa ubicada en el barrio El Carmen.
Sobre las circunstancias, Yaneth sigue respondiendo lo mismo que respondió hace un año. “No sé qué fue exactamente lo que ocurrió. A mi llamaron después de las 9:00 de la noche para decirme que él estaba en el Seguro Social muy grave y me lancé hasta allá”, narra.
Recuerda que al llegar al hospital Pastor Oropeza, vio a su hijo en una camilla sin ser atendido. La herida -ubicada en el intercostal derecho-, sangraba produciéndole un dolor terrible que lo hacía gritar a todo pulmón.
Con ayuda del diputado de la Asamblea Nacional, Daniel Antequera, la mamá de “Yoi” lo trasladó hasta el Hospital Central donde no fue atendido sino hasta la mañana del 11 de junio. Allí fue intervenido quirúrgicamente dos veces, durando unas 10 horas en pabellón pues la bala le había perforado el colon y le causó daños en lacolumna vertebral, quedando postrado en la cama 23 del piso cuatro delHospital Central con unasonda en la que hacía sus necesidades.
Fue ese día que iniciaron los días de hospitalización de Jujú, en losque su madre nunca seseparó de él. “Estuvehospitalizada por 54 díasjunto a Yoinier, yo lolimpiaba, le hacía losejercicios, todo. Nuncame separé de él”. En los primeros cinco días tras las operaciones,el miedo a las multitudes y a los militares hizo que Peña no durmiese en ningún momento. Aunque él no hablaba, le hacía saber a Yaneth por señas que no quería dormir por “miedo amorirse”.
La preocupación de sufamilia de lograr conseguir los más de diez medicamentos que él necesitaba les trajo mucho estrés. La intervención de organizaciones sin fines de lucro, donaciones de personas anónimas, y ayudas por parte del gobierno regional y municipal les sirvió como una bocanada de aire fresco, aunque también tenían presente que él estaba bajando de peso.
Su estadía en piso y Cuidados Agudos, hicieron que una bacteria infectara las heridas (tantode operación como de bala) contribuyendo a sudeterioro de salud. Tras dos días en estado grave, el 3 de junio a las 3:00am, las máquinas a lasque Yoinier estaba conectado indicaban quehabía dejado de respirar.
Yaneth agradece la ayuda recibida durante su hospitalización, aunque sigue pensando que “si hubiese conseguido todos los antibióticos, él estuviese vivo. Mi Yoi era un hombre fuerte con muchas ganas de vivir, pero simplementeno hubo suficiente tiempo”.