martes, 15 abril 2025
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Zona del Crimen: Cuando el amor acabó en Crimen

Una mujer fue estrangulada y enterrada por su pareja en 1970

Un escalofriante crimen pasional sacudió la tranquilidad de Sarare en 1970, cuando una joven, de 20 años, fue brutalmente asesinada por su expareja. El crimen, desencadenado por la negativa de la víctima a continuar la relación, dejó una cicatriz imborrable en los familiares de la muchacha.

La historia de amor y que terminó en crimen comenzó cuando a mediados del año 1969 Antonio Jiménez, de 34 años de edad, pretendía a Inés Vásquez, una joven, de 20 años de edad. La relación fue avanzando muy rápido y al poco tiempo decidieron mudarse al caserío Sabaneta del municipio Simón Planas.

La relación amorosa no estaba muy bien, Antonio discutía mucho con Inés y así convivieron por cinco meses, justo en ese lapso la joven le dice que quiere regresar a Cabudare, pues ya no se sentía a gusto en Sarare.

Antonio aceptó y le compró una casa en Palavecino, esto con el fin de continuar su relación, pero él poco iba hasta allá por su trabajo. Aún cuando Inés decidió mudarse su relación no cambió y cuando Antonio llegaba a visitarla, las peleas eran constantes, él la celaba mucho.

El hombre le decía que aunque ella viviera en otra casa, se recordara que ella seguía siendo su pareja, pero esto, al parecer, le causaba a la joven carcajadas.

El 1 de febrero de 1970, Inés decide viajar a Sarare, pero llevaba una decisión entre ceja y ceja, le pondría fin a su relación.

Ese día y según las investigaciones, la joven llegó a la hacienda donde trabajaba Antonio, ubicada en el caserío Sabaneta. Cuando estaban juntos, la mujer le pidió dinero, pero él se negó.

crimen

Fue en ese momento en que la muchacha decidió poner fin a su relación con el agresor. El hombre aceptó y le dijo que la acompañaría hasta la parada para que se fuera a su casa, en el camino trató de convencerla de que no lo dejara, pero su decisión se mantuvo.

Lo que desató la furia del hombre y ella al notar su actitud comenzó a golpearlo y le lanzó una piedra para tratar de huir, pero él fue más ágil y la tomó por el cuello.

«Traté de defenderme y empezamos a luchar en una forma bastante dura. La agarré por la garganta y la apreté muy fuerte, cuando me di cuenta ella se desmayó y cayó al suelo», dijo Antonio durante el interrogatorio.

El hombre comenzó a tocarle el pulso y se dio cuenta de que estaba muerta.

Quiso ocultar su crimen

Tras cometer el crimen, el hombre no sabía qué hacer. Lo primero que hizo fue tomar a la mujer en sus brazos y se metió en la montaña, lugar que serviría para esconderla, con la esperanza de enterrar su culpa y que nadie lo señalara por lo que cometió.

Antonio retornó a la hacienda y continuó sus labores, pero dos días después decidió huir a Barinas, trataba de escabullirse de las autoridades.

La familia de Inés comenzó a preocuparse y denunciaron su desaparición. Lo que le indicaron a los funcionarios fue que ella salió de Cabudare con destino a Sarare, pues visitaría a su novio.

Esta situación creó desconfianza entre los investigadores y sospechaban que la expareja estaba detrás de la desaparición de la joven. Los funcionarios se trasladaron hasta el caserío, lugar en el que trabajaba Antonio, pero los encargados aseguraron que el hombre tenía días sin trabajar.

Dos meses después, la búsqueda de Inés seguía activa, pero sin rastros de ella ni de su agresor.

Fue una tarde en que unos trabajadores del caserío se adentraron a la montaña y fue allí en que lograron observar restos humanos.

Sorprendidos por lo que estaban viendo, salieron despavoridos y denunciaron en la comandancia que en la montaña estaba una osamenta. El crimen comenzaba a esclarecerse.

crimen 3

Al sitio del suceso se trasladaron los funcionarios de seguridad e iniciaron las experticias, tenían la sospecha que los restos podrían ser de Inés, así que continuaron rastreando toda la zona hasta conseguir algo que la identificara. Al parecer, en la zona había un bolso de la joven.

Una vez los funcionarios hallaron los restos de la joven, iniciaron la búsqueda de Antonio por todo el estado Lara.

Llegaron a las casas de los familiares para conocer una pista sobre él, pero no había rastros, nadie sabía el lugar en el que se escondía.

Funcionarios indicaron para ese año, que Antonio, tras haber huido a Barinas, regresó a Lara pocos días después del hallazgo de Inés en la montaña, no sabía que su secreto había sido descubierto.

Al parecer, alguien se dio cuenta de que Antonio estaba en Cabudare en casa de una hermana y de inmediato avisó a los funcionarios de la PTJ, quienes se dirigieron al lugar.

Los uniformados rodearon toda la casa y de inmediato le indicaron al hombre que estaba detenido por la muerte de Inés, él sin oponer resistencia, colocó sus manos al frente para que lo esposaran.

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El hombre fue sacado de la vivienda y trasladado hasta el comando, en donde iniciaría el interrogatorio y así poder terminar el expediente sobre el crimen.

El crimen de Inés no fue uno más de la lista que no se resolvió, pero sí dejó corazones rotos dentro de sus familiares, pues que el culpable estuviera detenido no fue suficiente, porque eso no les devolvería a su muchacha.

«Ella era una muchacha tan pendiente de su familia. Ella se fue de Cabudare, lugar en el que nació porque se enamoró de ese muchacho y le pagó muy mal», comentó a los medios de comunicación un familiar de la víctima.

Este trágico crimen puso de manifiesto la violencia de género que azotaba al estado Lara en la década de 1970, un problema que persiste en la actualidad. El crimen de la joven, de 20 años, en Sarare, sirvió como un crudo recordatorio de la necesidad de combatir la violencia machista y proteger la integridad y hasta la vida de las mujeres.

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