lunes, 25 noviembre 2024
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Comerse la comida ajena en prisión, se paga con la vida

Euseglimar González | LA PRENSA DE LARA.- Comerse un plato de comida, ser «soplones» o ayudantes del Gobierno los convierte en presa fácil para los «líderes» en las cárceles de Venezuela que tienen sus propias «leyes» carcelarias. En Lara han muerto alrededor de seis privados de libertad, tras ser decapitados por incurrir en las «faltas».

El año 2016 fue muy sangriento en los Centros de Detención Preventivos (CDP) de Lara, pues se registraron cinco muertes de reclusos en nueve meses, cuatro de ellos fueron asesinados por sus compañeros por hurtar comida de los demás reos.

Uno de los casos fue el de Carlos Luis Valera Aguilar (27), reo del Centro de Coordinación Policial (CCP) Unión de Polilara. El crimen de Carlos Luis causó espanto por la violencia y saña con la que se cometió y es que, según versiones extraoficiales, a este reo lo mataron porque lo «vieron» hurtando comida a otro recluso de la misma celda que compartía con más de 60 personas.

A Carlos Luis lo decapitaron dentro de la celda. El grupo de reclusos que lo asesinó, supuestamente, pretendía darle partes de su cuerpo como alimento a los demás reos como especie de una advertencia para que no incurrieran en el robo de alimentos, pero los funcionarios de guardia llegaron a la celda y de inmediato detuvieron lo que estaba ocurriendo.

Muertos de hambre

A partir del año 2015 el hambre empezó a sentirse en los calabozos policiales, pues los familiares de los reclusos tenían poco acceso a alimentos para poder llevarles a las comisarias, situación que fue empeorando hasta el punto en que algunos parientes dejaron de visitar a sus detenidos y tampoco les llevaban comida.

Algunos de los reclusos se alimentaban por la comida que les llevaban a otros de sus compañeros y ellos se compartían, pero otros debían hurtar para sobrevivir. Según los relatos de algunos detenidos estos esperaban que los dueños de la comida se quedaran dormidos para ellos lograr agarrar así fuera un pedazo de arepa.

Hace 5 años, en los calabozos del Comando de Polilara fueron asesinados dos presos. Miguel Ángel Gutiérrez (30) y Edixon Chirinos (25) fueron decapitados por sus propios compañeros de celdas, esto aparentemente, porque ambos se la pasaban hurtando los alimentos de los demás.

Al principio se conoció que a los dos los habían asesinado tras una riña, pero después se supo que se trató por un plato de comida. A través de una llamada a LA PRENSA reclusos de «La 30» como se conoce el comando de Polilara, contaron que a los detenidos los mataron por robar y aseguraron que a los dos les faltaban dedos de sus manos, pues una semana antes de la muerte se los habían cortado porque los descubrieron «comiendo alimentos ajenos».

Días después, presuntamente, volvieron a hurtar comida y fue cuando los mataron.

Desde 2015 los fallecimientos causas que provoca la desnutrición fueron aumentando.

Diez reclusos murieron por desnutrición en 2016, según reportó el informe anual del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), que desde su creación en 2002 registró por primera vez muertes provocadas por falta de alimentos en establecimientos penitenciarios.

Tres de los 10 casos ocurrieron en cárceles del estado Lara, por complicaciones como infarto y paro respiratorio generadas por desnutrición: Comunidad Penitenciaria Félix, Centro Coordinación Policial Fundalara y Comandancia de la Policía Municipal Iribarren. Para el año siguiente, 2017, se registraron 15 casos de muerte por desnutrición en todo el país.

Juego macabro

En abril de 2016 en el Retén de Menores de El Manzano fue asesinado un jovencito de 15 años, a quien decapitaron e hicieron un juego macabro.

Era como si se tratara del juego de las escondidas, pues funcionarios del Cicpc tardaron más de dos horas buscando la cabeza del recluso. Ese día se pudo conocer que sus compañeros de celda, todos del sector B, la escondieron para evitar que la encontraran.

Los funcionarios tuvieron que rebuscar en cada rincón del recinto hasta que dieron con ella.

Pero esa no fue la única muerte, un mes antes, un adolescente de 17 años de edad, recluido en el Retén de Menores, también fue asesinado y de la misma manera que el quinceañero, decapitado.

El recluso era vocero, que son los jóvenes que tienen buena conducta y los dejan trabajar dentro del retén. Para ese momento los familiares aseguraron que por eso pagó con su vida, porque creían que era un «sapo».

El 2016, fue un año donde hubo más violencia dentro de los calabozos.

Lo señalan de robar comida

Un señalamiento desencadenó un hecho sangriento. Jhonny José Rodríguez Silva, de 28 años, recluso del Eje de Homicidios del Cicpc, fue decapitado, en medio de una riña que ocurrió luego que, presuntamente, le robara la comida a un compañero de celda. El sangriento hecho ocurrió en el «Calabozo blanco», uno de los cuatro de la sede ubicada en la avenida 20 con calle 34.

El hecho ocurrió hace más de un año, alrededor de 50 reclusos se fueron contra Jhonny luego que se percataron que era él quien, presuntamente, les robaba la comida cuando ellos se dormían.

Cuando los funcionarios escucharon los ruidos, de inmediato se fueron al segundo piso donde están ubicados los calabozos para ver qué estaba ocurriendo, pero no pudieron hacer nada, pues el hombre ya había sido decapitado.

Jhonny era uno de los presos «Chocones» (persona que no sigue las reglas carcelarias) y que, supuestamente, no recibía comida por parte de sus familiares de manera frecuente. Esta misma situación la viven algunos presos que por las restricciones de la pandemia no reciben comida de familiares todos los días.

La hermana de Jhonny contó a LA PRENSA que «se ensañaron con él y eso no fue por robar».

Convertidos en sanguinarios

La saña no solo es en Lara, en otros estados del país se registraron muertes de reclusos tras ser decapitados, algunos por robar comida y otros por venganza o violación de las «leyes carcelarias».

En noviembre del año pasado, Gregorio Contreras Moreno, de 23 años, fue asesinado de múltiples impactos de bala dentro del Centro Penitenciario de Oriente, mejor conocido como cárcel de La Pica, ubicado en Maturín, estado Monagas. Ese mismo día, también mataron a Maglis Andreína Contreras, madre de la víctima.

Sobre el suceso se conoce que ocurrió una balacera que forzó la salida de la visita antes del mediodía. Una fuente interna dijo que la GNB se enfrentó a los privados de libertad después que escucharon una serie de detonaciones y pensaron que se trataba de un ataque en su contra.

Sobre el crimen del recluso, se conoció que el detonante fue que habría abusado sexualmente de una mujer que estaba de visita en la cárcel.

En 2019 Luis Guillermo Meza, fue asesinado y decapitado, presuntamente, fue «bautizado» o «recibido» de esa manera por el resto de la población por estar involucrado en el delito de abuso sexual.

 

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