Edy Pérez Alvarado | La Prensa-. Los rutas son un negocio. No solo los transportistas, colectores y dueños de las unidades comen ahí. También lo hacen charleros, pedilones y promotores.
A todos suelen meterlos en mismo saco: “Los Charleros”. Los han satanizado y la mayoría de pasajeros les temen. Creen que son choros. La verdad es que hay de todo, algunos honestos y otros, no tanto.
Franyer Linares viste bermudas, franelilla, gorra par de túneles en los lóbulos de las orejas. Tiene 24 años y una caja abraza full de caramelos Kramel. -Buenas tardes, ante todo la decencia- dice en voz alta mientras está parada frente a los pasajeros de un Ruta 9. -Hoy te traigo tres caramelos por tan solo 150 bolívares, en cualquier quiosco cada uno te sale en 60 así que aprovecha- repite.
Pasa por los asientos y a cada pasajero le entrega el puño de caramelos. La gente los recibe, luego vuelve a pasar recogiendo el dinero. Algunos le devuelven la mercancía, pero otros no. Le compran.
El hombre se baja en la carrera 22 con calle 30. Cuenta el dinero y lo guarda. A diario saca seis mil bolívares. Dice que guarda tres mil para comprar mercancía al día siguiente y tres mil que se gana.
“Cuando llego a la casa gasto cinco mil en comida”, y suelta una carcajada al tiempo que admite que la vida está cara y que lo que hace a diario lo gasta comprando la comida del día.
Él mismo dice que es un promotor y explica que los charleros son los que tiran una labia para que la gente les de dinero. “Algunos se inventan enfermedades, otros hablan de la situación”, explica, hasta que les dan plata.
Los pedilones son otros. Se montan en los buses y le exigen a pasajeros que les entreguen mínimo 50 o 100 mil bolívares al tiempo que les cuentan que acaban de salir en libertad y que no quieren robar. No les queda más alternativa que entregarles billetes grandes.
Desde las 7:00 de la mañana y hasta las 6:00 de la tarde hay charleros en los buses. Ahí encontraron el sustento diario. “Lo que hacemos es trabajar o pedir”, recalcan.