En Venezuela, las legumbres han sido por tradición una base importante en la alimentación familiar. Caraotas, frijoles, lentejas y arvejas forman parte de la dieta diaria de las familias del país; sin embargo, la producción nacional no alcanza para suplir la demanda interna, es por ello que el país depende en gran medida de las importaciones.
De acuerdo con cifras reveladas por el Observatorio de Complejidad Económica (plataforma en línea que visualiza y distribuye datos sobre la dinámica económica y la geografía del comercio mundial), en 2023 Venezuela importó cerca del 60% de los granos que consumió. Ese año llegaron desde Argentina unas 24 mil toneladas de legumbres secas, mientras que Canadá envió 16 mil 900 toneladas. Desde Colombia ingresaron 2 mil 063 toneladas, Brasil despachó 2 mil 017 y, en menor medida, Emiratos Árabes colocó 316 toneladas en el mercado venezolano.


Vicente Pérez, directivo de Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), explicó que, aunque los productores locales hacen un gran esfuerzo para que las leguminosas no falten en la mesa de los venezolanos, la producción nacional todavía está muy lejos de cubrir la demanda. «Se ha avanzado en el tema de semillas de calidad, pero existen factores que afectan y frenan la siembra. Por eso, a pesar de que el trabajo del productor es constante, seguimos dependiendo del mercado internacional», aseguró.
De acuerdo con datos de Fedeagro, el consumo de caraotas en el país es de 4,86 kilogramos per cápita por año. Sin embargo, el número de hectáreas destinada al cultivo de estos rubros ha venido reduciéndose con el tiempo. En 2016 se cultivaron 188.499 hectáreas, pero en el último ciclo norte–verano sólo se sembraron 52.420 lo que representa una caída de 136.079 hectáreas, área que fue utilizada para la siembra de otros rubros.
Realidad en Lara
Manuel Torres, productor del municipio Urdaneta del estado Lara, comentó que este ciclo agrícola que comenzó en diciembre y que ya está por concluir, les ha permitido tener una buena siembra, pero enfrentan el problema de fallas en la comercialización y distribución. «La legumbre está estancada, no hay suficientes compradores y eso nos afecta. La demanda es alta, pero el producto se queda en los galpones porque tampoco tenemos cómo trasladarlos desde las puertas de la finca hasta el mercado mayorista. Actualmente, un saco de 36 kilogramos lo vendemos a razón de 300 bolívares por kilo, y aún así cuesta conseguir quien lo adquiera», explicó.
A esto se suma la presión que enfrentan los agricultores por las condiciones climáticas. Leiber Torres, representante de la Asociación Agrícola Lanceros de Urdaneta, señaló que «los productores han tenido que sobreponerse a lluvias intensas que ahogan las plántulas y a otros factores que golpean al agro venezolano. A pesar de eso, la voluntad del agricultor no se quiebra».
La dependencia de importaciones de granos no es nueva en Venezuela. Durante la última década, la caída en la producción nacional de rubros como caraotas y lentejas obligó al país a mirar hacia mercados extranjeros. Argentina y Canadá se convirtieron en los principales aliados porque cuentan con una producción estable y volúmenes suficientes para exportar. Además, su estructura logística les permite despachar grandes cantidades en tiempos relativamente cortos.
Canadá, con extensos cultivos de lentejas y arvejas en sus llanuras, y Argentina, con tradición en la siembra de frijoles y porotos (frijol/caraota), han garantizado la continuidad del suministro para Venezuela.
Aunque los campos siguen dando frutos, la falta de compradores, los altos costos de producción y los problemas de comercialización hacen cuesta arriba mantener un ciclo productivo estable, siendo estos los motivos por los cuales las producciones de legumbres internas en el país sólo logran abastecer los mercados municipales.
El directivo de Fedeagro señaló que «la clave para impulsar la producción nacional está en fortalecer al productor local, dando apertura al financiamiento, así como a la adquisición de maquinaria que permita el trabajo en el campo y la inserción de nuevas tecnologías que sustenten el estudio de la genética de los granos para producir rubros de legumbres de calidad. Si se logran mejores condiciones, Venezuela podría recuperar la producción», precisó Vicente Pérez.
Según las cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, entre los años 1998 y el 2018, la producción mundial de legumbres aumentó en 36 millones de toneladas métricas, lo que representó un aumento del 63%.