Belimar López | LA PRENSA.- El enviado del Papa Francisco para el diálogo en Venezuela, monseñor Claudio Maria Celli, manifestó que teme a que en Venezuela fracase el intento al diálogo porque podría haber un derramamiento de sangre.
En una entrevista para el diario La Nación de Argentina, el Monseñor señaló que en el país «hay gente que no tiene miedo de que haya derramamiento de sangre». Asegura que esa situación es la que más preocupa a la iglesia. En este sentido añadió que «Francisco está jugando un papel muy fuerte y corremos un riesgo».
El enviado por el Papa enfatiza en que esperan la ayuda de Dios para solventar la situación de Venezuela y que se logren resultados a través del diálogo.
A continuación la entrevista textual publicada por La Nación:
-Usted estuvo dos veces reunido con Maduro. ¿Cómo le fue?
-En la primera reunión el presidente me dijo: «Le prometí al Papa que voy a dialogar y cumpliré la promesa ». En la segunda, que me pidió él y que fue al día siguiente de la primera reunión plenaria, le dije: «Señor Presidente, esta mañana me encontré con la oposición y hay tres pedidos. Hay que dar señales y estas no necesitan tiempos bíblicos. Hay que dar señales de que el diálogo es el único camino, y que se puede recorrer en este momento». Se lo dije muy claramente.
-¿Cómo encontró el país?
-Es indudable que la situación está muy fea. No solamente a nivel político, sino a nivel social, económico. No hay comida, no hay medicinas. Es innegable que el país está enfrentando una situación muy difícil.
-Usted va a regresar el 11 de noviembre para revisar los primeros trabajos de las mesas temáticas, pero la distensión lograda parece haberse evaporado: Maduro llamó «terroristas» a los dirigentes de Voluntad Popular, y pareció relativizar el diálogo al decir que «la revolución es irreversible»…
-Yo había pedido evitar expresiones violentas y agresivas. Empleé un término: un lenguaje des-armado. El problema es que estas cosas son más fuertes que ellos.
-La situación le pareció peor de lo que se había imaginado?
-Hay militares por doquier. En las partes de Caracas por las que pasé hay retenes en todos lados, policías, militares. La misma noche que llegué al aeropuerto había un bloqueo de policías cerca de la nunciatura que nos paró para ver quiénes éramos. Y el secretario de la nunciatura que manejaba el auto dijo: «¿Pero no ha visto la placa diplomática?».
-¿La Santa Sede considera esto como una mediación?
-No es una mediación. La Santa Sede acompaña.
-El Papa está tomando un riesgo muy grande porque el diálogo puede fracasar en cualquier momento…
-No cabe duda.
-En ese sentido, ¿es optimista o pesimista?
-Yo estoy y me voy a jugar. El problema es que yo soy un acompañante. Una cosa es cierta: el Papa goza de un gran prestigio. Las dos partes, así como los cuatro expresidentes que acompañan (Ernesto Samper, José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos) me dijeron claramente que si no estuviese la Santa Sede, la oposición no se encontraría con el Gobierno. Y las dos partes comprenden que o embocan el camino de la violencia o embocan el del diálogo.
-¿Es una misión imposible la que le dieron?
-Yo espero que no. Estoy rezando por esto. El problema no es que la Santa Sede pierda la cara, es el pueblo venezolano el que se hunde más. Porque si acaso en una delegación o la otra quieren terminar con el diálogo, no es el Papa sino el pueblo venezolano el que va a perder, porque el camino podría verdaderamente ser el de la sangre. Y hay gente que no tiene miedo de que haya derramamiento de sangre. Esto es lo que me preocupa. Francisco está jugando un papel muy fuerte. Corremos un riesgo. Vamos a ver, que Dios nos ayude.