La historia de la Madre Carmen Rendiles, la próxima santa de Venezuela, es un testimonio de cómo la fe y la voluntad pueden superar cualquier obstáculo físico. Desde su nacimiento, la Madre Carmen tuvo que vivir con una malformación congénita en su brazo izquierdo, una condición que lejos de detenerla, la impulsó a una vida de servicio y amor incondicional a Dios.
El mundo la conoce como la fundadora de las Siervas de Jesús y por la gran obra que realizó en toda Venezuela. Pero lejos de la imagen de fragilidad que algunos pudieran suponer, la próxima santa cultivó una serie de habilidades artísticas y manuales tan sorprendentes como el hecho de que fabricó con sus propias manos muebles y ornamentos litúrgicos, convirtiendo su «debilidad» en una fuente de fuerza creadora.


Madre Carmen Rendiles destacó en el tenis, la costura y la carpintería a pesar de su condición
Desde que era una niña, Carmen Elena Rendiles Martínez demostró un espíritu de independencia y un interés particular por las artes y los oficios. Al ser una de las hermanas mayores en su familia, siempre asumió un rol de líder entre sus similiares, sin dejar que su discapacidad se interpusiera en sus deseos de jugar y divertirse.
Era una entusiasta jugadora de mesa, siendo también muy habilidosa en las barajas, el trompo y la perinola. Esta participación en actividades que exigen coordinación y equilibrio subraya su habilidad para transformar su limitación en una fuerza de voluntad.
Asimismo, disfrutaba de las actividades físicas y al aire libre, sin dejarse limitar por su condición. Carmen Elena Rendiles participaba activamente en los juegos y deportes populares de su época, como lo era el tenis, en el que destacaba con gran habilidad.


Asistió a una escuela de arte y dibujo, aunque su vocación religiosa la llevaría por otro camino, esa sensibilidad artística la acompañó a la vida conventual. Incluso, en alguna ocasión realizó un dibujo del Sagrado Corazón de Jesús, al que le tenían gran devoción.
Las crónicas de su congregación revelan que, ya como religiosa, asumió tareas tan delicadas como el bordado de ornamentos litúrgicos y la confección de los hábitos. Este trabajo, que exige destreza y precisión, fue ejecutado con su único brazo y un espíritu indomable que tapó cualquier prejuicio sobre su capacidad.


Quizás la habilidad menos conocida y más audaz de la Madre Carmen fue su incursión en la carpintería. En una época en que el oficio era casi exclusivo de hombres, y a pesar de su condición física, la religiosa se dedicó a la fabricación de piezas de madera para su congregación.
La historia de la Madre Carmen, que pronto será la primera santa venezolana, deja un legado que trasciende el milagro y la devoción. A pesar de nacer con una discapacidad, su vida refleja es un poderoso mensaje: ningún impedimento físico o mental puede sofocar a un espíritu decidido a amar a Dios y al prójimo a través de la creatividad y el trabajo diario.