Hay una tendencia global y es que las mujeres están dejando la maternidad en segundo plano y no es precisamente por problemas de salud. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), indicó en junio que, en promedio, las mujeres tienen un hijo menos en la actualidad, en comparación con la generación de 1990. Eso representó en 2024 que la tasa mundial de fertilidad se ubicara en 2.3 nacimientos vivos por mujer. Atrás quedó la idea de la familia numerosa, conformada por la madre, el padre y tres hijos o más.
Médicos, economistas y politólogos señalan que la razón principal es que ahora las féminas sopesan primero la formación educativa y la estabilidad económica antes que buscar pareja para formar familia, y por eso retrasan el embarazo lo más que puedan.
«En las maternidades públicas los casos que más se atienden son adolescentes de 12 años en adelante, o mujeres muy jóvenes, desde los 20 a 23 años. A partir de esa edad, la curva de alumbramientos comienza a descender», comunicó el doctor Huniades Urbina Medina, pediatra y presidente de la Academia Nacional de Medicina.


La maternidad ante un contexto complejo
Destaca que aunque en Venezuela no hay cifras oficiales de tasa de natalidad, hay dos realidades que impactan en la fecundidad: una es la situación económica, muchas parejas deciden no procrear rápidamente porque no gozan de un buen salario o empleo formal, no pueden con el alto costo de la vida y porque no cuentan con vivienda propia. La segunda realidad es la migración masiva que afecta al país desde 2013.
«Lo que estamos viendo es que las venezolanas han ido a parir en otros países», soltó el galeno. Y es que según la Plataforma R4V de Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), hasta mayo 2025 registraron 6.8 migrantes venezolanos, aunque el Observatorio Venezolano de la Diáspora tiene cifras más elevadas, estimando que en junio había 9.1 millones de venezolanos viviendo en el exterior. Esa realidad ha tenido un impacto en la pirámide poblacional del país. Ahora el grueso de los habitantes son personas de la tercera edad o menores de 14 años, según registró la Encuesta Nacional de Condiciones (Encovi) en enero 2024.
El doctor Rigoberto Núñez, ginecobstetra, señala que en las consultas privadas en Barquisimeto se observa una propensión, y es que aunque la edad ideal físicamente para que una mujer se embarace es de 25 a los 30 años, las féminas están buscando retardar lo más que puedan esa etapa.
«Las profesionales prefieren buscar bebés a los 35 a 40 años. Incluso, después de esa edad. Yo tengo seis pacientes gestantes que tienen 42; 45 y 51 años y aunque por la edad son considerados embarazos de alto riesgo, transcurren sin complicaciones. Lo que dicen las mujeres es que prefieren esperar porque no quieren traer a un niño al mundo para que pase trabajo», mencionó.
Impacto económico por la baja población mundial
El 15 de noviembre de 2022, la ONU informó que la población mundial alcanzó los 8000 millones de personas, pero las proyecciones señalan que si la tasa de fertilidad global sigue disminuyendo, en 2100 la población será 6% menor que la actual. Habrá 700 millones de personas menos. El mapamundi refleja que en los países desarrollados, como EE. UU., Canadá, China, Japón y el continente Europeo, y los países en vía de desarrollo de Latinoamérica, la tendencia es que cada vez más mujeres deciden retrasar el embarazo o tener sólo uno o dos hijos.
Mientras que en las naciones más pobres de África subsahariana son las que están concentrando la mayor tasa de crecimiento poblacional. En 2054, probablemente Angola, la República Democrática del Congo y Níger, dupliquen en población a Estados Unidos.


Sin generación de relevo
Los países que registran un descenso en su tasa de natalidad, pero un incremento de su población más longeva presentan problemas económicos graves, según explican economistas. Una realidad que se ha venido evidenciando en Venezuela desde 2018 es la falta de mano de obra calificada para aumentar la producción en las empresas que se ha visto impactada por las diferentes olas migratorias en la última década.
«La Población Económicamente Activa se da a partir de los 18 años y en el caso de Venezuela es hasta los 55 años para la mujer y 65 años para el hombre. Es el período en el que la población tiene las condiciones físicas, mentales y la disposición de trabajar. Se supone que cuando los padres salen de cesantía son sus hijos los que los reemplazan en el mercado laboral, pero si la tendencia es a tener menos hijos o a no tenerlos, ocurre un desbalance en la economía de los países», advirtió Liuba Malpica, economista de la UCLA.
Se ve afectado el Producto Interno Bruto (PIB), de las naciones, porque al haber menor mano de obra las empresas bajan su productividad. Cambian los patrones de consumo, porque ahora tendrán que producir productos y servicios para los adultos mayores. Pero si disminuye la población, también cae la demanda interna. «Se ve afectado hasta el comercio exterior. Si una nación tiene compromisos en el mercado internacional, pero no cuenta con la cantidad de trabajadores necesarios son ingresos que deja de recibir», resaltó.
Asegura que en Venezuela hay una realidad en el sector privado, y es que el personal fijo que está quedando en las empresas es cada vez más longevo. «Hay organizaciones que atrasan las jubilaciones con bonos especiales para que ese tipo de personas no se jubilen y se mantengan en el mercado laboral», enfatizó.
De hecho, la ONU sostiene que los países con un envejecimiento demográfico más acusado tendrán que aprovechar la tecnología para mejorar la productividad de sus empresas, también instan a ampliar la vida laboral cuando sea necesario.
Alto costo de la vida
Aarón Olmos, economista del IESA, indicó que en Venezuela «se ven las dos caras de la moneda». Por un lado es cierto que la población pudo haber disminuido por la migración y porque muchas familias han tenido uno o dos hijos máximo, y por la decisión de muchas mujeres de postergar la maternidad. Pero también se ven familias numerosas que generalmente viven en estratos bajos, con baja formación académica y sin planificación familiar.


El doctor Huniades Urbina, presidente de la Academia Nacional de Medicina, indicó que Venezuela lidera el ranking de embarazos adolescentes en Latinoamérica. En 2024, la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa), determinó que el país tenía el índice más alto de embarazo en adolescentes en Sudamérica, con 84.6 casos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años, duplicando el promedio de la región.
Esos embarazos no son planificados y son de alto riesgo porque las adolescentes no están preparadas ni física ni mentalmente para traer un niño al mundo. Esos niños nacen con bajo peso y crecen en hogares vulnerables, donde suele faltar la figura paterna. Las adolescentes se enfrentan al estigma social y terminan abandonando sus estudios, volviéndose más dependientes e incluso, son más propensas a entablar relaciones con parejas mayores y ser las principales víctimas de violencia de género.
Pero la otra realidad es que en la medida que las parejas sean profesionales y tengan niveles educativos altos, está ocurriendo en Venezuela que la tendencia es o a no tener hijos o a retrasar la maternidad, y según señala el economista Aarón Olmos, esto se da porque las familias no pueden enfrentar el alto costo de la vida. «Tener un hijo está resultando muy costoso para las familias, adquirir una vivienda es una odisea, cubrir gastos alimenticios, pagar por una educación de calidad y consultas médicas en el sector privado que ofrece mejores servicios es cuesta arriba para muchas parejas. Ni hablar de poder pagar actividades de ocio», recalcó.


La longevidad incrementa el gasto público en países
El politólogo, Radamés Graterol, docente universitario de gerencia pública, indicó que mientras la población de adultos mayores se mantiene por encima de la tasa de natalidad o del ritmo de crecimiento de la población económicamente activa se incrementa el gasto público en los países, porque habrá más personas demandando bonos, pensiones, subsidios y servicios de salud gratis, que aquellas personas que pueden trabajar para pagar impuestos.
En el caso de Venezuela, enfatiza que hace falta políticas públicas que atiendan la escasez de mano de obra calificada que puede afectar a una próxima generación. «Hay presiones de carácter social, económico y político que influye en esos índices de fecundidad. Los países deben procurar desarrollar políticas que permitan cubrir la demanda de ciertos roles profesionales u oficios que deben ser atendidos por los jóvenes como, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con avances tecnológicos e Inteligencia Artificial», opinó.