Osman Rojas D | LA PRENSA DE LARA.- El pasado 12 de agosto el personal del hospital Luis Razetti de Barcelona, estado Anzoátegui, vio cómo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) morían dos emergenciólogos contagiados con la COVID-19.
Ese día la Emergencia tenía a unas 60 personas hospitalizadas con sintomatología respiratoria. Había dentro de la institución un personal sanitario abatido por la pérdida física de colegas y amigos. En total 21 pisos, divididos en tres torres, aislados por prevención. Ese era quizás el momento más álgido en la historia de este hospital y; sin embargo, en el centro médico no había ni agua ni jabón para que los trabajadores se lavaran las manos.
«Es una especie de juego suicida«, reconocía en días pasados el doctor Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana (FMV) al ver de las condiciones en las que estaban trabajando los especialistas en todo el país. La aseveración puede parecer trágica, pero no descabellada. A nivel nacional hay una escasez de insumos que alcanza el 95%. Guantes, tapabocas, mascarillas y hasta el agua, de todo falta en los recintos hospitalarios.
Oscar Navas González, presidente de la Sociedad de Médicos Internos y Residentes del Hospital Universitario Luis Razetti (Somir), explica al diario LA PRENSA de Lara las condiciones en las que está trabajando el personal sanitario asignado al centro médico más importante en el oriente del país. «Tenemos que apelar a la solidaridad de personas que están igual de empobrecidas que nosotros para poder suplir las necesidades básicas como guantes y tapabocas», dice.
El doctor recuerda la tarde del 12 de agosto, día en el que dos de sus colegas perdieron la batalla contra el coronavirus. «Es triste ver morir a compañeros de trabajo. Es una sensación terrible ver cómo se van colegas y profesores que lo único que querían era enseñar y ayudar a las personas». Esas no fueron las únicas muertes que se han registrado en Anzoátegui. En total son diez los médicos que han muerto en la región por la COVID-19. Siete de esos diez decesos eran trabajadores del Hospital Luis Razetti, un golpe duro para una institución que tiene en promedio 400 camas y a la que le faltan médicos de todo tipo.
Cuando el doctor es consultado sobre dónde consiguen la motivación para seguir trabajando la respuesta es tajante: las personas dan lo que no tienen por ayudar a los trabajadores sanitarios. «Hay iniciativas ciudadanas que tratan de suplir las funciones del estado. Es algo que no se va a lograr pero el esfuerzo se valora», dice.
Una de esas estrategias descritas por Navas fue la de buscar tapabocas por medio de donaciones para los médicos residentes. La iniciativa empezó siendo para 200 trabajadores pero, con el paso de los días, estos números fueron aumentando. «Nos dimos cuenta que el personal poco a poco iba cayendo enfermo. Entendimos que no hacíamos nada protegiendo a los residentes si las enfermeras no tenían equipos. Luego vimos a los especialistas, vimos a los camilleros y al personal de limpieza. Todos son importantes y, de pronto, no eran sólo 200 equipos sino 2 mil 700″, decía.
El tema de la protección al personal sanitario no es lo único que preocupa. De acuerdo a lo explicado por el mismo doctor Navas una personas hospitalizada con COVID-19 requiere de al menos 20 millones de bolívares diarios para poder cumplir con el tratamiento. «A los pacientes con coronavirus se les aplica la Midasolan. Se le colocan en promedio 20 ampollas de estas por día a los casos que están en terapia intensiva. Cada ampolla cuesta un millón de bolívares y nosotros como médicos cobramos cuando mucho 4 millones al mes. Es decir se necesita al menos el sueldo de cinco médicos para poder cumplir un día de hospitalización», dice.
Al tratamiento con Midasolan hay que sumar antibióticos y material de bioseguridad para médicos que están en las áreas críticas. En resumidas cuentas, se gasta un dineral para poder mantenerse 24 horas hospitalizado en un centro público. «Hay un miedo evidente por enfermarse. Los médicos saben de primera mano cuál es la situación en los hospitales», dice.
Dianela Parra, presidente del Colegio de Médicos en el estado Zulia señala que en los hospitales públicos hay verdaderos héroes luchando no sólo contra el virus sino contra un sistema dañado y empobrecido. «Hay hospitales que no tienen áreas grises (cuartos para que el personal se cambie) y los médicos deben vestirse en los pasillos. Así estamos», lamenta Parra.
Pero eso no es todo. En Zulia, uno de los estados más golpeados por la pandemia, se siguen registrando quejas por la nula dotación que hay en los centros públicos. Habían, hasta hace dos semanas, 60 pacientes hospitalizados con sintomatología respiratoria, pero no a todos les habían hecho las pruebas de coronavirus. «Es una situación difícil desde todo punto de vista. El personal sanitario se siente solo», confesaba la doctora Parra.
Lo que más indigna a los médicos es la manera en la que se administran los centros de salud en medio de la pandemia. Douglas León Natera, presidente de la FMV, contaba en días pasados cómo el Gobierno sigue jugando a la improvisación a pesar de saber que el país cuenta con el porcentaje más alto de muertes por COVID-19 dentro del sector salud.
«Seguimos viendo una precaria dotación de insumos dentro de nuestros hospitales. Los materiales de bioseguridad no están llegando y los escudos que hay en los hospitales son un chiste. No podemos enfrentar una pandemia porque estamos desnudos. El Gobierno tiene 20 años administrando carencias en los centros públicos y aquí están sus consecuencias», dice.
Muertos por día
El drama que viven los trabajadores del sector salud no puede ser más grave. Desde el pasado 16 de junio, cuando en el estado Zulia se confirmó la primera muerte por coronavirus, el país ha visto cómo un total de 95 trabajadores sucumben ante la COVID-19. Diariamente organizaciones nacionales hablan sobre la pérdida de algún médico o enfermera que rara vez son incluidos en los reportes que entrega el Gobierno nacional.
El estado más afectado con esta realidad es el Zulia. En total en la región occidental han muerto 36 trabajadores. 28 médicos y seis enfermeras. Distrito Capital con 12 y Bolívar con 11 completan el para nada envidiable cuadro de regiones con más muertes por COVID-19.
«Posiblemente sean más, pero no lo sabemos porque no hay pruebas», denunciaba el doctor José Félix Oletta, exministro de salud en Venezuela, cuando se le preguntó por la cantidad de muertes que se venían registrando dentro del sector salud.
Oletta hacía una radiografía de la situación en todo el país. Reconocía que ninguna institución cuenta con la capacidad para atender a pacientes con coronavirus. «No hay suficientes camas con ventiladores. Eso es una realidad que, al día de hoy, nadie puede negar», dijo.
Las palabras del especialista han sido proféticas, pues diariamente en Venezuela se siguen registrando muertes por coronavirus ligadas al sector sanitario.
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