Agencias | LA PRENSA de Lara.- Alonso José Mora Alfonzo aún está pagando la relación de amistad que lo unió al piloto Oscar Alberto Pérez, asesinado el 15 de enero de 2018 en Caracas.
Tres meses después, el 15 de abril de 2018, llegó una comisión de la Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y de la Dirección de Contrainteligencia Militar (DGCIM) al mando del mayor de la Guardia Nacional Alexander Enrique Granko Arteaga, director de Asuntos Especiales Dgcim, buscando «la célula terrorista».
La comisión allanó la vivienda donde estaba Alonso José, con dos personas más, entre ellos al joven con autismo Eric Anderson Suárez, a quien liberaron después con medidas de presentación. Eso fue en Los Teques del estado Miranda, sector La Macarena, calle El Estanque, quinta Los Nevados. Los funcionarios militares y policiales portaban armas largas, hicieron disparos y lanzaron gases lacrimógenos.
Familiares de Alonso José relatan, aún impactados, que los funcionarios «asesinaron ahí, y a tiros, a dos de los perros; un fila brasileño y un pastor alemán», mientras golpeaban brutalmente al muchacho con los fusiles. «Lo sometieron, lo arrodillaron, le colocaron las manos atadas a la espalda, mientras dos de los jefes de la comisión, le gritaban ¿tú eres Alonso El Supersónico el que quiere tumbar al gobierno? Le preguntaban por las armas y los explosivos, a la vez que le aseguraban que lo iban a matar».
«Dispararon cerca de su oído, que lo dejó más desorientado de lo que ya se encontraba debido a la golpiza. Antes de subirlo a una camioneta negra tipo Van, con las siglas DAE en la carrocería, le dijeron que allí no lo iban a matar».
«Él nos contó que lo llevaron a la sede central de la DGCIM en Boleíta, Caracas y en el sitio que llaman La Pecera, comenzaron a interrogarlo. Le dislocaron el tobillo izquierdo debido a las fuertes palancas que le hicieron en las extremidades, luego los hombros que le colapsaron, brazos y piernas. Todo eso ocurrió mientras estaba boca abajo, en el piso, con las manos hacia la espalda apretadas fuertemente con amarras que ya le habían penetrado de la piel, a la altura de sus muñecas».
«Nos dijo que, con una bolsa plástica, llena de algo que olía a insecticida, lo asfixiaban asegurándose de sacarle todo el aire, a medida que lo golpeaban muy fuerte en las costillas y en la zona hepática. Le echaron agua y lo dejaron tirado en el piso, hasta que lo llevaron junto a otros de sus compañeros que habían sido capturados en otros allanamientos».
Mientras todo esto pasaba, Alonso José estaba desaparecido en manos de la DGCIM. «De La Pecera lo llevaron al área 51, ubicada en un sector de Los Naranjos, Caracas. Allí los recibieron unos carceleros distintos, con jefes distintos, que parecían ser de diversos organismos».
«La tortura fue más brutal. Lo guindaron desnudo al tubo de un baño, para golpearlo con más facilidad. Las uñas, de la mano izquierda, se las levantaron con la punta de una tijera. Le aplicaron descargas eléctricas de la cintura hacia arriba. Sus hombros colapsaron debido a la tensión de los brazos».
Cuenta su familia que hubo ocasiones en que fingieron darle agua y en realidad le proporcionaron vinagre. «Mientras estaban guindado con los brazos tendidos, le mostraron un video de cómo habían matado a uno de sus perros, un Golden retriever de 4 años llamado Bambam. Le cortaron las orejas y después lo decapitaron. Le mostraron el video diciéndole que eso mismo harían con sus compañeros y familia».
La tortura terminó, pero no así las consecuencias, por lo que pasó varios días orinando sangre. A Alonso José lo presentaron el 21 de abril, seis días después de la detención, ante el Tribunal Militar Tercero de Control a cargo del Cap (GNB) Mickel Amezquita Pion.
Había pasado 60 días desde que fue detenido cuando su familia pudo verlo por primera vez, en el anexo militar de la cárcel de Santa Ana en Táchira, donde estuvo 46 días sin ningún tipo de aseo.
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