Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- Sus manos arrugadas y curtidas por el sol se extienden hasta las ventanillas de los vehículos pidiendo desde bolívares hasta cualquier bocado de comida cada vez que el semáforo se pone en rojo. Alexis García tiene 65 años, pero aparenta unos 80. Perdió su pierna derecha hace 10 años cuando un carro lo atropelló y; sin embargo, desafía sus miedos a diario cuando le toca manejar su destartalada silla de ruedas hasta la avenida Libertador con Pata ‘e Palo para mendigar ayuda. Rutina que practica desde hace un año, cuando sus hijos lo abandonaron porque tuvieron que decidir entre alimentarse ellos, sus nietos o él.
García forma parte del 18% de los abuelos que se encuentran solos en Venezuela, unas 972 mil personas aproximadamente, según el Informe anual de Acceso a la Salud y el Envejecimiento publicado por la Asociación Civil de Atención a los Derechos Humanos de los Adultos Mayores en el país, Convite. Aunque la encuesta se aplicó a 1200 personas, es una radiografía de las condiciones en las que se encuentran los 5 millones 400 mil ciudadanos de la tercera edad, que están pensionados por el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS).
Según explicó José Ramón Quero, coordinador de Convite en Barquisimeto, estos ancianos están en condición de abandono por dos razones: la primera es porque sus hijos emigraron hacia países de Latinoamérica y no pudieron llevarlos porque representaban una carga, y por no tener las condiciones físicas para caminar largos trayectos o atravesar trochas en la frontera. Y segundo, han sido abandonados porque sencillamente su familia en Venezuela no tiene recursos económicos para mantenerlos.
«Se ven mendigando, escarbando en la basura, a veces son botados a la calle como animales. La situación de los abuelos es realmente dramática. Quienes tienen hijos en el exterior se encuentran con la dura realidad de que en países como Ecuador, Perú o Colombia los sueldos que pueden ganar los venezolanos no les alcanza para ayudar a sus padres en el país, porque a duras penas comen ellos o pueden pagar alquiler», expresó.
Alexis García sabe lo que es pasar tres días de hambre. Los ojos se le llenan de lágrimas cuando dice que ha tenido que comer de la basura. «Eso es lo peor, me toca aguantar la respiración y las náuseas, pero cierro los ojos y trato de pensar que me estoy comiendo un manjar, cuando en realidad son los desperdicios que alguien botó», relató. Pero hay otros días en que se consigue con gente bondadosa que le brinda su apoyo.
«A veces me regalan el almuerzo, o una harina. Personas que se paran en el semáforo y al verme colaboran con lo que tengan. Como el efectivo escasea, cuando tengo suerte hay días que puedo juntar cinco millones de bolívares y comprarme dos panes canilla», dijo.
Vive en la Ruezga Sur y a diario sale a las cinco de la mañana y tarda una hora para llegar al semáforo que queda justo en la esquina del Hospital Central. Las rueditas delanteras de su silla perdieron la goma y sólo se ve el metal. «Mi mayor preocupación es mi silla de ruedas, es el medio que tengo para seguir valiéndome por mí mismo, necesito cambiarla. Ojalá alguien pudiera ayudarme. He ido a la gobernación, la Alcaldía de Iribarren a solicitar ayuda, pero sólo me pintan promesas, la ayuda nunca llega», exclamó el hombre que antes del accidente trabajaba como albañil.
Azota el hambre
Antonio Camacaro tiene 75 años, camina con un bastón y trata de ser el primero en la fila de personas que aguardan a diario en la entrada de la casa Ciudad de Los Muchachos, ubicada en la carrera 13, entre calle 42 y 43 de Barquisimeto para recibir una taza de comida.
«La cola se hace desde las siete de la mañana y hay que tratar de estar temprano, porque los que llegan a las 10:00 a.m. no consiguen alimentos», indicó. Sentado en una acera degustaba una sopa con arroz y verduras. «Mis hijos se fueron del país hace tres años y yo me quedo en casa de familiares. Cuando no consigo alimentos donde «Paquita» (fundadora de la Ciudad de Los Muchachos), pido ayuda a mis hermanas o sobrinos, pero ellos también tienen necesidad», mencionó. Camacaro suele comer una vez al día y asegura que aún no se acostumbra a acostarse con hambre. Se encuentra en la extrema pobreza, pero tiene fe que su situación cambiará.
Convite reveló que el 42% de los adultos mayores han reducido las porciones de comida diaria que consumen este año. Además, el 91% manifestó que no pueden consumir carne diariamente, el 49% consume proteína animal de dos a 3 veces por semana, y el 20% cada quince días.
Descuidan salud
José Ramón Quero, coordinador de Convite en Barquisimeto, organización que tiene 15 años trabajando en el país y que brinda atención en 14 estados, informó que en medio de la emergencia humanitaria compleja la mayoría de los adultos mayores no puede cubrir los gastos de su tratamiento médico.
La diabetes, hipertensión o cardiopatías son las enfermedades que afectan al 70% de los adultos mayores en el país, y el 93% tiene alguna discapacidad. «A raíz de la pandemia también hay muchos abuelos que sufren de enfermedades respiratorias, y en Barquisimeto, por la escasez del agua y la falta de potabilización son recurrentes las enfermedades intestinales, diarreas o enfermedades en la piel», apuntó.
Convite señala que 92% de los adultos mayores no posee póliza de salud; 78% utiliza medicamentos, 48% los logra comprar con mucha dificultad, y 19% obtiene las medicinas por donaciones.
«La escasez de medicamento es terrible y si en algún momento hay disponibilidad en las farmacias los adultos mayores no tienen la posibilidad de adquirirlos por el alto costo», mencionó Quero, quien a través de Convite han podido ayudar con medicinas, alimentos y atención psicológica a 1.500 abuelos en Lara en alianza con la UCLA.
«El Estado no se ocupa de la crisis que afecta a los adultos mayores. En Venezuela la ayuda humanitaria se ha politizado, hay donantes internacionales que prefieren invertir en otras crisis del mundo, porque el tema de la ayuda humanitaria el Gobierno lo ha condenado y politizado«, expresó. Hace un llamado a las organizaciones civiles de Lara y de empresas privadas que se sumen a trabajar con Convite, para ayudar a más abuelos que se encuentran en condición vulnerable o han caído en la indigencia en los últimos años.
Ofila Quijada, médico gerontóloga, informó que las consultas privadas de los adultos mayores han caído más de un 70%. Afirma que a la consulta pública tampoco están acudiendo los abuelos con la frecuencia requerida, porque la mayoría no cuenta con dinero para costear el tratamiento o hacerse exámenes médicos.
«Yo he atendido pacientes caquécticos (con deterioro nutricional), o con 25% menos de masa corporal que la que tenían en 2018, debido a que dejan de comer a veces por la angustia de que el dinero no les alcanza», expresó. Informó que los abuelos sufren de ansiedad y depresión por la crisis política, económica y social.
Asegura que la alimentación de un adulto mayor debe ser similar a la de un niño. Deben comer proteína, grasas y carbohidratos a diario. «Lo que estamos viendo es que los abuelos están saciando el hambre con harinas, pero muy pocos son los que pueden comer carne o tomar leche, incluso ya no pueden pagar ni la proteína animal obtenida en las caraotas o lentejas, porque han subido mucho de precio», explicó.
Una persona cuando cumple 65 años y sufre de alguna enfermedad debe acudir al médico mensual o trimestralmente, y los que son pacientes renales y están complicados necesitan una revisión quincenal.
El no tener los recursos para cumplir su tratamiento o pagar consultas les está robando años de vida. De acuerdo con la Encuesta Condiciones de Vida de Venezuela (Encovi), elaborada por la UCV, la UCAB y la Universidad Simón Bolívar, la población venezolana ha perdido 3,7 años de vida desde 2015 a la fecha.
Pasan trabajo
La situación del país también les robó los años dorados a los abuelos, ahora el 22% de la población adulta en la nación tiene que salir a trabajar en la economía informal. Douglas García, de 70 años, vende chucherías en el centro de la ciudad porque con una pensión que ronda los 10 millones de bolívares al mes (2,4 dólares), no puede alimentarse.
Según Édgar Silva, coordinador nacional del Comité de Derechos Humanos para la Defensa de los Pensionados y Jubilados en Venezuela, el Gobierno ha implementado una política para «aniquilar» a los viejos al cancelar pensiones miserables.
«Es un crimen de lesa humanidad lo que ha cometido el Gobierno, de acuerdo con lo establecido en el Estatuto de Roma, cuando sistemáticamente ha vulnerado las condiciones de vida de su población o la ha privado del acceso a alimentos o medicinas», exclamó.
Resaltó que este año una pensión vale menos de tres dólares, pero en 2015, cuando no había hiperinflación equivalía a 299,46 dólares.