Educar a un niño y adolescente bajo los antiguos modelos de crianza en los que se imponía el trato rígido y autoritario, castigos y en muchos casos la violencia física, sólo deja como consecuencia generaciones con profundas heridas psicológicas, baja autoestima e inseguridades. Desde hace algunos años ha ganado terreno entre las familias un nuevo enfoque de autorregulación: la crianza respetuosa, que es formar y cuidar a los hijos validando sus emociones, estando presente, siendo empáticos, escuchándolos, demostrando amor y enseñándoles valores a través de acuerdos y límites respetuosos.
Muchos padres y madres no quieren repetir los mismos errores de sus antecesores que creían que los gritos, correazos o un tirón de oreja eran necesarios para corregir la indisciplina y lograr «personas de bien», obedientes y con carácter. Cuando la evidencia científica demuestra que el maltrato puede llegar a afectar el desarrollo neurológico y emocional de los infantes, y los psicólogos advierten que esos patrones de comportamiento se pueden replicar en la vida adulta, generándose un ciclo de violencia.
La psicóloga, Aline Núñez, magíster en desarrollo integral de la mujer, con amplia experiencia en atención a niños, niñas y adolescentes, sostiene que la crianza respetuosa es una forma de acompañar y de entender el desarrollo de los niños y jóvenes desde el afecto, el respeto, la comprensión y la autonomía. «Contrario a lo que piensa un sector de la sociedad, no se trata de permisividad excesiva, no es consentir que los niños hagan lo que quieran. Es el reconocimiento de sus emociones, de sus necesidades, de su capacidad para tomar decisiones de acuerdo a su etapa de desarrollo, sin recurrir a golpes o humillaciones», expresó.


La clave del respeto
Afirma que en la crianza, los límites son necesarios, son un derecho, porque sino sería negligencia de los padres, pero deben ser límites claros, firmes, explicados y guiados amorosamente.
«El límite se trata de tener acuerdos. Algunos pueden ser flexibles, por ejemplo, si la norma es que el niño no se puede levantar de la mesa hasta que no acabe su comida en el plato, habrá días en que esa medida se pueda suavizar porque el niño se llenó, ya que comió demasiado. O si se impone que todos los días a las 7:30 p.m. tiene que ir a dormir, estando en vacaciones ese horario puede ser más flexible. Pero también hay límites que no se negocian como, por ejemplo, no golpear a otras personas, no golpear a los hermanos ni a los padres ni abuelos», mencionó.
Bárbara Cerón, psicóloga, considera que el respeto en la crianza se basa en no minimizar las emociones de los niños y adolescentes y en no imponer las emociones del adulto en una situación en particular. «Antes de colocar un límite, los padres deben reflexionar si lo hacen desde sus propios miedos, o desde las necesidades reales del niño», exclamó.
Afirma que los límites se deben aplicar con razonamiento, porque los niños son capaces de entender si los padres le dan las herramientas adecuadas. «Si tú le dices a un muchacho: ¡bájate de allí!, sin explicarle el por qué, simplemente imponiendo, ese niño no va a comprender, pero si tú le dices los motivos: ‘Mira, no es correcto que te montes en la mesa porque es irrespetuoso, allí se colocan los alimentos que te llevas a la boca, y el sitio va a estar sucio porque lo pisaste’, el niño va a poder entender, sin necesidad de gritos», resaltó.


Disciplina positiva y obediencia por amor
María Auxiliadora Campos, doctora en ciencias con especialidad en Psicología de la Atlantic International University, sostiene que la crianza debe ser positiva y debe buscar el bien integral de los hijos.
«En lugar de priorizar el no, se deben ofrecer alternativas. En este caso, el adulto es un modelo, así que si el modelo grita, no esperes que los niños no lo hagan. La crianza respetuosa es un método no de obediencia por miedo, sino de obediencia por amor: Te amo y por eso no quiero ofenderte, pero este límite es por tu bien. Los padres deben entender que la disciplina es negociar, ¿tú quieres esto?, te lo tienes que ganar, y eso enseña al infante a que no hay nada más sabroso que ganarse las cosas por su propio esfuerzo y que el castigo lo impone la propia persona.
Wilson Cáceres, psicólogo con experiencia en atención a adolescentes, alega que los castigos para corregir son necesarios, siempre que se expliquen. «El castigo sin enseñanza simplemente es agresión. Si tú le prohíbes a un adolescente salir con sus amigos de noche y que habrá un castigo si lo hace, tienes que explicarle los motivos de por qué es negativo: porque estás expuesto a la inseguridad, porque hay delincuencia, prostitución y drogas a esa hora, porque debes evitar esos riesgos. Es decir, tiene que haber una interpretación del por qué la salida de noche es peligrosa», argumentó.
Recalca que la crianza respetuosa es asertiva, justa, correcta, necesaria, y quienes forman deben buscar las herramientas para aplicarla y así lograr vínculos de confianza con sus hijos, porque está demostrado que crecer rodeado de afecto y comprensión, permite desarrollar habilidades sociales, lograr relaciones más sanas, tener un autoestima sólida y saber manejar sus propias emociones.


Autorregulación de los padres
Para lograr la crianza respetuosa tiene que haber padres presentes, que a pesar de las ocupaciones laborales y profesionales haya espacio donde se priorice la comunicación activa con los niños o adolescentes para conocerlos.
Bárbara Cerón, psicóloga, señala que si bien nadie nace aprendido, si una persona se ha desarrollado en una dinámica familiar basada en violencia, debe instruirse o buscar ayuda para saber cómo lograr relaciones de cuidado, escucha y tolerancia con sus hijos ante momentos de tensión o enojo.
«Si un niño no hace caso, no respeta la autoridad de mamá, papá o abuela, primero hay que buscar la razón de por qué se da ese comportamiento. Y dos, hay que bajarse a su nivel y explicarle: No hagas esto porque te puedes golpear, estoy tratando de cuidar de ti. Muchas personas creen que hablarle así a los niños, con paciencia, es ridículo, y la verdad es que no, se está educando sin imponer de golpe, porque los niños van a tener mucha autoridad, ellos van a ser independientes en muchas cosas, y la idea es que puedan ser lo que quieran ser, pero para eso se necesita guiarlos», enfatizó.
Aline Núñez Rivero, psicólogo, recomienda que ante situaciones de frustración, los padres deben aprender a autorregularse, controlar sus impulsos, tener conciencia de qué es lo que sienten y de dónde viene esa rabia, evitando las ofensas o golpes.
«Es importante respirar antes de reaccionar, pedir ayuda cuando realmente no se puede autorregular y recordar que educar, también es educarse a sí mismo», mencionó.
Y en eso coincide con el psicólogo, Wilson Cáceres, quien afirma que para lograr la crianza respetuosa, los padres primero tienen que sanar sus heridas para poder ayudar a sus hijos. «Generalmente, el niño o adolescente que tiene problemas conductuales viene de entornos familiares en donde el padre es pasivo-agresivo.
Ejemplo, el papá deja que el niño se porte mal y no le dice nada, lo deja hacer, pero llega un momento que siente que se está cruzando un límite y reacciona agresivamente: grita al niño, le pega, le dice palabras negativas y eso a la larga puede generar daños físicos y psicológicos severos que dejan heridas para toda la vida en las personas si no se tratan a tiempo y con especialistas», manifestó.
Desde la psicología, el respeto es reconocer el valor y la dignidad inherentes en una persona, según comenta la psicóloga, María Auxiliadora Campos. «Hay que amarse para amar a los demás. Implica tratar a los demás con consideración, empatía y justicia…Es fundamental que las familias aprendan a valorar esas cualidades diversas que tienen los niños, las diferencias en sus estilos de aprendizaje, velar por que tengan una autoestima saludable, un lenguaje positivo y no minimizar. Esto se va a manifestar en unas decisiones efectivas bien tomadas sin coacción, ese es el componente clave del respeto», comunicó.
Hablar primero
En la adolescencia, que según la OMS inicia a los 10 años hasta los 19, los padres tienen que comprender que es una etapa compleja que implica transformaciones profundas en la vida de los jóvenes. «Cuando conectamos con ellos desde la niñez y comenzamos a escucharles, a entenderles y ayudarles a entenderse también, la comunicación con tu hijo adolescente es más fácil», argumenta Aline Núñez.
En esa etapa los padres deben dar confianza sin desprestigiar ni discriminar lo que sus hijos sienten. Y enseñarles que la independencia se gana con responsabilidad. «Es acompañarlos a ser responsables e independientes, sin controlarlos excesivamente, dándoles la oportunidad de tomar buenas y malas decisiones», explicó.
Bárbara Cerón apuntó que a los adolescentes hay que hablarles a tiempo y claramente sobre educación sexual y el desarrollo que incluye cambios físicos, emocionales, cognitivos. «Hay que darles la suficiente información a los jóvenes sobre educación sexual para evitar embarazos precoces, enfermedades de transmisión sexual, malas decisiones. A veces, los padres tienen temor de darle mucha información a los muchachos porque piensan que van a volar por sí solos, pero son las herramientas que necesitan para la vida», sentenció.


